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janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016

 

Feminismos de la Transición en Cataluña

Conxa Llinàs Carmona 

 

Resumen:

El empuje y la creatividad que tuvieron “Los Feminismos de la Transición en Cataluña” (país del estado español) aún requieren divulgación, reconocimiento e investigación. Muchas asociaciones, grupos, textos, actas, todavía están por analizar y evaluar su proyección histórica. Fue una época de grandes inquietudes y esperanzas, de actitudes radicales y visiones clarividentes que, luego, con el paso de los años, quedó teñida por el desencanto. Sin embargo, las mujeres, en aquel momento del paso de la dictadura a la incipiente democracia, exhibieron un gran potencial teórico y práctico. Hablaron, se organizaron, teorizaron, fijaron objetivos comunes, abrieron espacios que promovieron una cultura propia y se constituyeron en sujeto político. Su inspiración y valentía fueron un salvavidas para muchas de nosotras y continúan siendo una fuente de riqueza ideológica y de práctica política.Este artículo es un reconocimiento a todas las mujeres, conocidas y anónimas, que participaron en las transformaciones democráticas de la Transición en Cataluña.[1] Sus acciones en favor de la dignidad y de las libertades de las mujeres fueron fundamentales para las generaciones posteriores. Mi sincero agradecimiento.[2]

Palabras-clave: Cataluña, mujeres, sujeto politico, dignidad, libertades

 

A modo de introducción:

Durante los años de la Transición, que hacen referencia al tránsito de la dictadura franquista a la democracia, proliferaron una enorme cantidad de ideas, proyectos, sueños y esperanzas. Las mujeres se sacudieron pesadas losas de encima que impedían su desarrollo. Era necesario de-construir un sistema de prejuicios sobre el ser mujer y su rol social. Era urgente desmantelar el corpus jurídico que la trataba como a una menor de edad. Era perentorio denunciar las agresiones y los crímenes machistas. Era de justicia reclamar igual salario por igual trabajo. Era vital reconocer las diferentes opciones sexuales. Era... había mucho trabajo por hacer y las mujeres tenían que hablar, conocerse y decidir qué querían hacer y cómo querían hacerlo. Era el momento de encarar la historia y protagonizarla.

A pesar de heredar un pasado de tenebrosa oscuridad, las mujeres mantuvieron durante el franquismo la vela de la lucidez, atesorando experiencias y deseos, leyendo y conociendo las ideas más avanzadas de otros países o participando activamente en la resistencia. Prueba de esta vida subterránea fue el estallido que se produjo alrededor de las Primeres Jornades Catalanes de la Dona de 1976[3], donde cristalizó un conjunto de reivindicaciones sociales y políticas que transformó una sociedad vetusta en una sociedad moderna.

La fuerza de esta enorme masa de agua profunda y encrestada fue más allá de lo previsto y será, posteriormente, conocida como la segunda ola del feminismo del s. XX. Es de justicia reconocer el legado de estas mujeres, no solo para comprender el presente, sino también para poner en valor unos inicios democráticos generosos, ricos e inspirados de los que sentirnos orgullosas.

 

El hilo de Ariadna

Es conocido el ingenio de Ariadna para no perderse en el laberinto de Creta. Un objeto tan humilde y cotidiano como un carrete de hilo le sirvió para avanzar sin miedo. A veces, con la historia de las mujeres, nos parece que no tenemos ese carrete, que hemos nacido en medio de la nada sin la experiencia de las mujeres que nos han precedido. Es evidente que las ideas de emancipación y de igualdad de derechos ya estaban en la conciencia de muchas mujeres durante los siglos anteriores. Seguro que ya desde la prehistoria hubo mujeres con méritos suficientes para recordarlas, lamento no poder remontarme a aquellos tiempos, pero sí quiero rendir un pequeño donanatge (palabra inventada por Mari Chordà: dona en catalán significa mujer) a las mujeres de finales del siglo XIX y principios del XX, que nos abrieron las puertas de la Universidad y lograron los derechos de ciudadanía para todas.

Mujeres como Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán que, junto con muchas  otras, defendieron nuestra educación en una época en que, incluso la ciencia, ponía en duda las capacidades intelectuales de la mitad de la humanidad. En Cataluña, Amalia Domingo Soler, Teresa Claramunt y Ángeles López de Ayala fundaron en 1889 la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona donde organizaban veladas instructivas y recreativas, así como debates sociales y políticos. Esta agrupación se convertiría en 1898 en la Sociedad Progresiva Femenina, para ofrecer una instrucción laica a las jóvenes trabajadoras. Se implicó en la organización de actos multitudinarios, como la manifestación del 10 de julio de 1910, cuando más de diez mil mujeres salieron a la calle en Barcelona en defensa del librepensamiento, la República y la emancipación femenina. Sus publicaciones ya elogiaron el movimiento sufragista.

El sufragismo tuvo un importante eco en España, a través de muchas asociaciones de mujeres y destacadas feministas. Clara Campoamor dejó constancia de su inquebrantable compromiso en sus intervenciones parlamentarias y en su libro El voto femenino y yo. Mi pecado mortal. Un texto imprescindible para conocer la hostilidad política en contra de este derecho universal: se cuestionaba la madurez de la mujer latina; el voto femenino perturbaría la paz de los hogares; las mujeres no votaban ni en Francia ni en Italia; una sociedad donde la mujer no se contentaba con ser esposa y madre era desgraciada; era delito de lesa patria conceder el sufragio a las mujeres; se haría del histerismo una ley -ya que la estructura psíquica de la mujer era el histerismo...

En 1933 se constituye la organización Mujeres contra la Guerra y el Fascismo,  sección del Comité Mundial, con sede en París, donde ya asistieron Dolores Ibárruri, Carmen Loyola, Elisa Uriz, Encarnación Fuyola e Irene Falcón. En Cataluña, se fundó en 1934 La Unión de Mujeres de Cataluña, a instancias del Comité Mundial. En julio del mismo año se celebró en Madrid el primer congreso del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, presidido por Dolores Ibárruri -una de las fundadoras del PCE (Partido Comunista de España) y, luego, la única mujer de la Internacional Comunista de 1939 a 1977-, con mujeres de diversas tendencias políticas como Victoria Kent, Irene Falcón, Gloria Moret o María Martínez Sierra. Se conoció como  Movimiento de Mujeres Antifascistas.

A finales de 1934 surgió en Barcelona el Grupo Cultural Femenino de la CNT, con el fin de que las libertarias participaran activamente en los cambios sociales, políticos y laborales. A comienzos de 1936, en el Teatro Olimpia de Barcelona, ​​se presentaron las bases del grupo. Casi al mismo tiempo comenzó, en Madrid, Mujeres Libres que, de 1936 a 1939, funcionó en España y en Cataluña. Fundada por Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón, llegó a contar con 20.000 afiliadas. Estas mujeres, que sacaron a la luz la revista del mismo nombre, realizaron su primer Congreso Nacional en 1937, pero enseguida tuvieron problemas dentro de la propia organización anarquista. Su Informe para ser reconocidas como parte integrante de dicho movimiento, presentado en 1938 en el Pleno Regional del Movimiento Libertario, fue rechazado, alegando que una organización específicamente femenina sería un elemento de desunión y tendría consecuencias negativas para la clase obrera. Mujeres Libres comenzó una tarea de análisis crítico para con sus propios compañeros que se puede considerar como un precedente de los años setenta. Así por ejemplo, reivindica la doble lucha de las mujeres frente a la lucha sólo “exterior” de los hombres; la necesidad de una sola moral para ambos sexos; cultura; educación sexual y unas nuevas relaciones afectivas. Utilizan la ironía y el humor, como en el artículo “Proyecto para la creación de una fábrica de bodas en serie (Churros auténticos)” (Nash, 1976: 175-177).

Fue la líder anarquista Frederica Montseny, ministra de Sanidad y Asistencia Social del gobierno socialista de Largo Caballero durante la Segunda República, quien promulgó la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo (Reforma Eugenésica del Aborto), derecho conculcado por la dictadura franquista y reclamado por el movimiento feminista desde los años setenta hasta nuestros días. También fue ella quien abordó polémicas iniciativas, como los Liberatorios de Prostitución.

 Los derechos de las mujeres conseguidos durante la Segunda República serán abolidos con la victoria franquista, en 1939: el divorcio anulado y vuelta al código napoleónico; la ley obliga a la mujer a obedecer al marido; la casada es considerada como una menor de edad; el rol de madre y esposa se exalta, aunque la patria potestad es otorgada al padre; se restablece el delito de adulterio en detrimento de las mujeres; prohibidos los anticonceptivos y la educación sexual; el aborto se declara ilegal; desaparece la coeducación; se presiona a las mujeres para que dejen el trabajo al casarse. La Sección Femenina del Movimiento marcará la ideología: el hogar y la familia será el lugar de la felicidad. El modelo de mujer no es ni siquiera el de la  madre -en muchas ocasiones, republicana- sino el de la abuela o la bisabuela.

En esta travesía del desierto que fue la dictadura franquista, parece como si las mujeres se hubieran esfumado. La gran cantidad de libros sobre la guerra y la posguerra en España apenas recogen la presencia femenina. Se comprende así, la rabia y la indignación de Carmen Alcalde, autora de Mujeres en el Franquismo:

             “¿Y las mujeres? ¿Existieron las mujeres? En la memoria de los hombres que han relatado la historia, parece que no. Ni las que pudieron huir ni las que se quedaron constan en ningún, en ningún índice onomástico de los centenares de libros escritos sobre la guerra civil, el exilio y la resistencia. Lo confirmo con certeza de no equivocarme. He pasado largas horas en esta investigación para recoger datos para esta historia de las mujeres y, aun queriendo encontrarlas con lupa, a pesar desaber que haberlas las hubo, ¡y tantas! No parece justo que las “hayla”. Lo digo desde la ira y el reproche justos” (Alcalde, 1996: 88-89).

 

Una nueva estrategia de lucha: Los grupos de autoconciencia

A principios de los años setenta se extendieron por Cataluña -y por todo el estado español- los llamados grupos de autoconciencia. Cinco o seis mujeres se encontraban una vez a la semana para hablar y compartir experiencias, sentimientos e inquietudes. Este hablar de una misma, de los miedos, angustias y desencantos personales, haciendo público lo que siempre había sido privado, se convirtió en una poderosa semilla. Los grupos de autoconciencia pusieron de manifiesto que los problemas particulares no eran tales, sino que eran compartidos por un amplio colectivo de mujeres que, al verbalizarlos, los hacía políticos. “Lo personal es político” será una de las divisas más emblemáticas de este proceso. Los grupos de autoconciencia fueron una innovación del feminismo internacional. Tanto en EE.UU., con The New York Radical Women, fundado por Shulamith Firestone y Pam Allen (Sendón, 2002: 58), como en Italia con  Rivolta femminile, en torno a Carla Lonzi, y también en nuestro país, se desarrollaron con la suficiente energía y fuerza para liderar, más tarde, reivindicaciones sociales. “El hablar de sí misma”, principio que Alessandra Bochetti hará famoso en los años noventa, se estaba poniendo en práctica avant la lettre, en lossetenta. La novedad radicaba en que no se partía de la teoría para cambiar el mundo, sino de la experiencia de las mujeres, de lo que tanto habían menospreciado los grandes sistemas filosóficos: la esfera privada. Escuchar las emociones e identificar “el malestar que no tiene nombre” (Betty Friedan) supuso un cambio de enorme magnitud. Así lo confirma Victoria Sendón de León:

“Empezamos a contarnos las experiencias vividas en grupos de autoconciencia, las inquietudes y dudas referentes a la sexualidad y a las opciones en torno a ésta. La autoestima y la fuerza comenzaron a crecer en aquellas reuniones informales que acababan en divertidas cenas y confidencias que produjeron en nosotras una verdadera catarsis. Descubrimos lo que era la amistad y la complicidad entre mujeres en un ambiente sin jefes, sin novios, sin maridos, sin secretarios generales que mediaran entre nosotras y el mundo, una burbuja virtual que estalló y nos lanzó al mundo con mucha más seguridad en nosotras mismas. (...) Verdaderamente nos convertimos en mujeres nuevas y para siempre” (Sendón, 2002: 14).

Estos grupos iniciaron una búsqueda de identidad, tanto a nivel personal como a nivel colectivo, que será otra característica significativa del feminismo o feminismos de la Transición. Aunque también tuvieron sus detractoras y, en ocasiones, fueron tachados de inoperantes o de organizaciones para la nada, para muchas fueron fundamentales. Porprimera vez oían hablar a otras mujeres de los mismos problemas que habían vivido en solitario como una “rara avis”. Temas considerados privados como la insatisfacción sexual, los malos tratos, la necesidad de guarderías públicas o la licencia marital para cualquier cosa salían en las conversaciones. Sin este trabajo previo de revalorización y reafirmación personal, muchas protagonistas de aquellos tiempos consideran que no hubieran sido posibles las acciones políticas posteriores. Los grupos fomentaron el autoconocimiento y el conocimiento de una realidad absolutamente desconocida, tras cuarenta años de dictadura. En este clima de complicidad, fue posible la expresión de las diferentes opciones sexuales, cuando la LPRS -Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social-, que penalizaba la homosexualidad, aún estaba vigente. Así nos lo recuerda Lola G. Luna:

“Las primeras expresiones desde la diferencia sexual son de algunos grupos de feministas radicales, que experimentan el método de la autoconciencia, se declaran autónomas de partidos políticos, están por la salud reproductiva alternativa o self-help, por la no colaboración con la primera institución gubernamental que surge -la subdirección de la Condición Femenina- y plantean también el lesbianismo como opción política más allá de la relación sexual” (Luna, 2000: 29).

En estos grupos también se comentaban ideas de autoras extranjeras que aportaban nuevas categorías para apresar el mundo como patriarcado, subordinación, política sexual, mística de la feminidad, cuerpo lesbiano, genealogía, habitación propia o violencia doméstica. Algunas obras ya tenían sus años, como La Unión Obrera de Flora Tristán -traducidaal castellano en 1977-, Una habitación propia de Virginia Woolf y El segundo Sexo de Simone de Beauvoir. Un breve recordatorio podría ser: Flora Tristán, Unión obrera, 1843; Virginia Wolf, Una habitación propia, 1945; Simone de Beauvoir, El segundo sexo,1949; Betty Friedan, La mística de la feminidad, 1963; Valerie Solanas, SCUM, 1968; Kate Millet, Política Sexual, 1969; Colectivo del Libro de Salud de las Mujeres de Boston, Nuestros cuerpos, nuestras vidas, 1971; Eva Figes, Actitudes Patriarcales: Las mujeres en la sociedad, 1972; Shulamith Firestone, La dialéctica del sexo, 1973; Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel, 1973; Monique Wittig, El cuerpo lesbiano, 1973; Luce Irigaray, Speculum de l’autre femme, 1974; Adrienne Riche, Nacida de mujer, 1976; Shere Hite, El Informe Hite, 1976; Marilyn French, Mujeres, 1977; Sheila Rowbotham, Feminismo y Revolución, 1978.

 

La importancia de estas obras, y otras que de buen seguro me dejo, depende de cada mujer y de sus particulares vivencias, pero todas están consideradas hoy día como fundamentales o fundacionales de la Transición. Según Amelia Valcárcel, la deuda con los grupos de autoconciencia es similar a la que tenemos con las obras escritas:

“Porque el movimiento feminista debe tanto a estas obras escritas como a una singular organización: los grupos de encuentro, en que sólo mujeres desgranaban, turbada y parsimoniosamente, semana a semana, la serie de sus humillaciones, que intentan comprender como parte de una estructura teorizable. Pasar de las quejas a es explicaciones; he aquí un programa” (Valcárcel, 1991: 45).

 

 

Grupos, Asociaciones, Jornadas, Debates, Coordinadoras: un ejercicio de democracia participativa

A medida que avanzaba la década de los setenta, una gran red de grupos y asociaciones creció de forma horizontal como un césped imparable. La necesidad de estructurar las acciones políticas, a través de campañas y nuevas estrategias, hacían necesarias las reuniones y los debates. La idea de que se trataba de un problema colectivo circulaba claramente por el movimiento de mujeres, ya que se consideraba que las soluciones individuales siempre serían a costa de otras mujeres. Los liderazgos y los protagonismos estaban mal vistos -aunque existían-, y se confiaba más en la vitalidad y la inspiración del trabajo colectivo que en la iluminación de una persona. Formaba parte de los principios no escritos del movimiento el no caer en organizaciones de jerarquía piramidal y se apelaba al potencial crítico y creativo de cada mujer.Las primeras reuniones públicas de mujeres que se hicieron en Barcelona tuvieron lugar en los locales de la Asociación para las Naciones Unidas de España, en la calle Fontanella, un lugar emblemático de la resistencia. Corrían los años 1973/74 cuando Carmen Alcalde le encargó un cartel a la pintora Núria Llimona para convocar públicamente una reunión de mujeres, pero no se permitió la edición y la llamada se hizo boca a boca. Fue en estas primeras reuniones, abiertas y a la vez semi-clandestinas, donde ya se sobrepasaron las expectativas más optimistas: si se esperaban 30 mujeres, acudían 100. Se organizaron comisiones para trabajar temas concretos como: legislación, trabajo, educación, sexualidad, barrios, cultura. Se vio la necesidad de organizar una Comisión Coordinadora. Más tarde, durante las Primeres Jornades Catalanes de la Dona, muchas de estas comisiones presentarían ponencias.

El 1975 fue declarado Año Internacional de la Mujer por las Naciones Unidas, convocando tanto a organizaciones gubernamentales como a no gubernamentales. En España se nombró Presidenta de Honor a Carmen Polo de Franco y como delegados los gobernadores y jefes provinciales del Movimiento de cada provincia. Esto provocó una respuesta airada por parte del movimiento de mujeres y las reuniones de la calle Fontanella cristalizaron en una macro-reunión en el Colegio de Abogados, facilitada por Anna Balletbò, secretaria de Prensa de este organismo. Así nos lo cuenta:“Efervescencia y entusiasmo son los adjetivos más adecuados para definir una reunión en la que, por primera vez, más de cien mujeres nos encontrábamos juntas para exponer con total libertad todo aquello que nos preocupaba, apretujadas ante la necesidad de unirnos, en una sala que quedó pequeña. De allí surgió el embrión organizativo de lo que culminaría en la celebración de unas Jornades a primeros del mes de mayo de 1976. Pero entonces nosotras no sabíamos cómo íbamos a organizarnos, qué íbamos a hacer y menos aún que de las Jornades que acabaríamos celebrando un año más tarde surgiría una importante plataforma política para la consecución de los derechos de las mujeres” (Balletbò, 2004: 99).

De aquí surgió un Secretariado Coordinador integrado por Carmen Alcalde, Dolores Calvet, Anna Mercadé, Mireia Bofill, Anna Maria Vela y Rosa Grisó, que impulsaría la celebración de las Jornades de 1976. La efervescencia y el entusiasmo con que califica Anna Balletbò esta reunión será una constante durante la Transición, sólo hay que dar un vistazo a la cronología (Llinàs, 2008: 149) de esta época para hacerse una idea de la gran cantidad de grupos y asociaciones que se formaron, de las muchas Jornadas que se celebraron, junto con reuniones de Coordinadoras a nivel comarcal, estatal e internacional.

A pesar de las reticencias, burlas y desconfianzas por parte de la derecha y de la izquierda, algunas organizaciones y partidos (PCE, PTE) empezaron a hacer declaraciones yanálisis y 1975 acabó siendo una ocasión para iniciar un debate sobre la  situación de las mujeres. Así lo expresa Lidia Falcón:

“El de 1975 fue designado por Naciones Unidas “Año Internacional de la Mujer” y ése fue el inicio de una explosión de demandas, de reivindicaciones y de iras reprimidas que liberaron las mujeres españolas por tantos años de represiones, de injusticias, de silencios, que las llevaron a organizar el más activo y radical de los movimientos feministas europeos. Las mujeres fuimos el motor de transformaciones nunca vistas en nuestro país y nada esperadas en el concierto de pactos ycomponendas con que los hombres pilotaron la transición democrática” (Falcón, 1999: 231).

El 8 de marzo de 1975, Mujeres Democráticas -PTE-, que hacía un trabajo de concienciación en los barrios, hizo una campaña para que se volviera a conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, nombre que desencadenó serias discusiones en el seno del movimiento, ya que obviaba muchas reivindicaciones como: la destrucción del patriarcado, una sexualidad libre o una cultura no androcéntrica. El 27 de septiembre del mismo año, fueron fusilados dos miembros de ETA, Otaegui y Paredes Manod, y tres del FRAP, Baena Alonso, García Sanz y Sánchez Bravo. Estos echos terribles nos sitúan en el contexto histórico. La dictadura llegaba hasta el final con la misma frialdad y crueldad que había comenzado. El 22 de noviembre Francisco Franco moría en la cama.

 

1976. PrimeresJornades Catalanes de la Dona: El Sujeto imprevisto

Carla Lonzi, en su libro Escupamos sobre Hegel, entiende la cuestión de las mujeres como una problemática que no hace distinciones entre el proletariado y la burguesía, la tribu y el clan, la raza o la edad. Se trata de una temática con nuevas palabras pronunciadas por un nuevo sujeto histórico, que se ha sustraído a la conocida dialéctica del amo y del esclavo:

“El destino imprevisto del mundo está en recomenzar el camino  para recorrerlo con la mujer como sujeto. Reconocemos en nosotras mismas la capacidad para convertir este instante en una modificación total de la vida” (Lonzi, 1975: 56).

La toma de conciencia de muchas mujeres de su situación introdujo un nuevo discurso y una voluntad de emancipación en el panorama político de los años setenta. La eclosión que se produjo en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona con las Primeres Jornades Catalanes de la Dona, tomó cuerpo a través de la participación de 4.000 mujeres en la figura de un sujeto inesperado. Nuestra irrupción colectiva en la historia en uno de los centros neurálgicos de la ciudad, reclamando el protagonismo político que nos correspondía, levantó airadas reacciones por parte de las formaciones políticas y agentes sociales: desconfianza, escepticismo, negación de nuestras pretensiones. Pero también pasión, entusiasmo y esperanza por parte de las mujeres. La segunda ola del feminismo emergió desde las aguas subterráneas y mostró su clara determinación de quedarse y cambiar la realidad.

Las Jornades sobrepasaron las más optimistas previsiones. Mujeres de todas las clases sociales, obreras y universitarias, de partidos políticos en la clandestinidad o no, mayores y jóvenes, debatieron durante cuatro días y acordaron unas conclusiones que se convertirían en un auténtico programa político. Así lo recuerda Rosa Franquet:

“Las mujeres que años antes, en la clandestinidad, también habían participado activamente en la lucha antifranquista, que se habían afiliado a partidos y organizaciones para luchar por la liberación de la humanidad empezaban a preguntarse por su propia liberación. Comenzaban a cuestionar que sus aspiraciones tuvieran que relegarse al triunfo de la revolución” (Franquet, 1982: 21-22).

Las mujeres se empezaban a hacer muchas preguntas. Algunas a cuestionarlo todo, defendiendo un feminismo radical que fuera a la “raíz” de la explotación de las mujeres, que desconcertó por sus planteamientos y la contundencia de sus argumentos.

Durante las Primeres Jornades, un sujeto político inesperado, con una gran base de mujeres anónimas, produjo un enorme impacto en la opinión pública de nuestro país y también en el extranjero. Al visualizarse, el naciente movimiento de mujeres tomó conciencia de su potencia y de la necesidad de acordar objetivos comunes. Los temas que se trataron en las Jornades surgieron de las ponencias presentadas: Mujer y Trabajo; Mujer y Barrio; Mujer y Familia; Mujer y Educación; Mujer y Medios de Comunicación; La Mujer en la vida política; Mujer y Legislación; La Mujer rural; Mujer y Sexualidad. También hubo numerosas Comunicaciones  y se debatió sobre el propio Feminismo con la participación de varios grupos y asociaciones como el Colectivo Feminista de Barcelona, ​​el Centro de Estudios y de Acción María Cambrils, la Vocalía de Mujeres de la Sagrada Familia, de Santa Coloma de Gramenet, ANCHE y personas a título individual como Anna Mercadé, Isabel-Clara Simó, Rosa Mª Segura, Maria Aurèlia Capmany y María José Calvo.

Los debates estuvieron salpicados por incidentes y hechos inesperados, propios de un sujeto imprevisto. Por ejemplo, el segundo día se proclamó la República y la bandera republicana ondeó desde una ventana de la Universidad. En otro momento, artistas del grupo teatral Les Nyakes, se subieron a los “púlpitos” del Paraninfo y comenzaron a increpar al auditorio con versos de Mari Chordà:

              ¿Qué ha sido de nuestros frutos?

              No me exclamo sólo

              por los “hijos que se fueron a la guerra” (Chordà, 1976).

Las Nyakas, en otro acto provocativo -hoy día performance-, se pusieron a fregar de rodillas el suelo del pasillo. Sus acciones fueron rápidamente divulgadas por la prensa. Otra intervención que sorprendió a las asistentes y a los pocos hombres presentes fue la de Leonor Taboada, que hizo una exhibición del método de autopalpación de mamas para prevenir el cáncer. También habló del autoconocimiento de la vagina a través del espéculo.

Las Conclusiones de las Jornades se convirtieron en un programa unitario y forzaron la organización de una Coordinadora Feminista. En 1996, las Conclusiones de las Primeres Jornades Catalanes de la Dona fueron el punto de partida para evaluar, reflexionar y celebrar las Jornadas “20 Años de Feminismo en Cataluña”, en la sede del INEF, en Montjuïc.

El nuevo sujeto histórico nació en medio de diálogos, debates, encuentros por los pasillos, complicidades y mutuos reconocimientos. En un clima donde la palabra reencontraba su poder político, después de haber sido silenciada durante cuatro decenios. También en medio de discusiones, disensiones, discrepancias y dolorosas tensiones. Se enfrentó a una educación y a una generación de mujeres que había aceptado, a veces con docilidad, el papel de subordinación social. El saberse diferentes a las madres y asumir su incomprensión respecto al deseo de una vida diferente fue, en muchas ocasiones, motivo de discordia, así lo recuerda Manola Rodríguez:

“(...) la sumisión de mi madre a esa dictadura de mi padre fue lo que me hizo ser también como soy. O sea, ver a una mujer que era inteligente, aunque no tuviera preparación... pero ella, ante mi padre... no podía... le amaba, le idolatraba, le había querido mucho... y la descomposición de mi padre, mi madre la combatía queriéndole con dulzura, suplicándole... y eso a mí me sublevaba. En fin, que mi padre me echó de casa, pero si no, me hubiera ido yo, porque no podía soportar esa actitud suya” (Dones en Lluita,[4] n. 15, 1980: 5).

Entre madres e hijas se había abierto un abismo respecto al género, uno de los conceptos claves del feminismo desde la obra de Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo: “No se nace mujer, sino que una llega a serlo”. Las “Hijas del rock and roll” habían construido una manera diferente de ser mujer, en consonancia con las ideas de los movimientos feministas de los años sesenta. Ya no era posible la abnegación y el silencio, virtudes adjudicadas al colectivo femenino desde la antigüedad, para aceptar la subordinación social como un destino natural, porque se sabía que ese lugar era un destino social -un destino fangoso, en palabras de Simone de Beauvoir-, para perpetuar la opresión patriarcal. El género como construcción cultural y social se podía de-construir y volver a diseñar. Esta vez las propias mujeres querían pensar y decidir, colectiva e individualmente, el guion de sus vidas. Muchas madres no eran el modelo a seguir. En cambio, cobraron importancia las relaciones entre mujeres como fuente de sabiduría y de inspiración. Así las retrata Leonor Taboada:

    “No nacieron con el charlestón, ni con el minué, ni con la polca, ni con la jota, ni con el jazz. Nacieron con el rock and roll. Llevan desde la cuna un virus en la sangre que, por lo visto, no tiene cura. Hicieron lo que ni sus madres, ni sus abuelas, ni sus tatarabuelas se atrevieron a imaginar. Dijeron no. Pensaron. Probaron todo lo que pudieron probar. Hicieron lo que pudieron, cuando pudieron y con quien encontraron. Para ello, sólo tuvieron que pulverizar el sentido de la vida de sus madres. Hubo que matar a mamá. Generación de huérfanas colectivas de madre. Madre que enseñaba a obedecer, madre que se encerraba entre muros, madre que temía reconocer que el mundo es ancho y podría no ser ajeno. Madre del qué dirán, reina del ten cuidado, soberana de la resignación, hada de la negación, guardiana de la castración.  Pobres, sufridas madres de ayer” (Taboada, 1988).

Otra característica del nuevo sujeto político emergente es la crítica a sus compañeros "progres". Artículos, entrevistas y comentarios de estos años se proponen  desenmascarar el verdadero rostro machista escondido detrás de una apariencia progresista. Con más o menos sentido del humor, se podían oír expresiones como: “patri-arcado”, “los machitos progres”, “oposición fallocrática o machocrática”, “progre-fascista”, “los revolucionarios machistas”. Más trágica era la combinación “progre-maltratador”. A veces, las críticas se referían al “mirar hacia otro lado” de los compañeros, a la ausencia de escucha, a relativizar o minimizar las demandas. La exigencia de una vida cotidiana sin sumisiones fue una reivindicación irrenunciable, que los partidos políticos en la clandestinidad no se habían planteado porque las quejas provenían, sobre todo, de las mujeres: trabajo doméstico, cuidado de las personas mayores y de las criaturas, paro, discriminación laboral. Esta “revolución total”, individual y colectiva, dio un perfil de feminista que traza Mercè Fornells:

        “Un ser complejo, lleno de inquietudes y expectativas, con una personalidad creativa que busca desarrollar su trabajo en el área donde se siente más identificada y con aquellas mujeres en las que encuentra una mayor afinidad y con las que se siente más compenetrada” (Fornells, 1979: 6).

Un perfil muy diferente al estereotipo que arrastraban las feministas desde los tiempos de las sufragistas inglesas -feas, crispadas y hombrunas. Este ser complejo, lleno de inquietudes y expectativas, fomentará el nacimiento de una considerable cantidad de grupos feministas, a veces con una vida corta pero intensa.

 

 

Cambios legales que cambiaron nuestras vidas

 

1977. Sentada Feminista delante de la Prisión de la Trinitat

En las conclusiones de las Primeres Jornades Catalanes de la Dona se hacía mención reiteradamente a la opresión jurídica que afectaba a las mujeres. La derogación de la legislación franquista fue un objetivo unitario y comportó una conquista de  libertades democráticas. La editorial del n. 0 de Dones en Lluita de 1977, boletín mensual de la Coordinadora Feminista, se titulaba “Amnistía para la Mujer”. El Código Civil de 1889, heredero del código napoleónico, estuvo vigente hasta 1975. La mujer soltera no era considerada mayor de edad hasta los veinticinco años. Aunque la edad legal era veintiuno, se exigía un permiso paterno para dejar el domicilio familiar. Pero las diferencias más flagrantes las sufrían las casadas que soportaban un status jurídico idéntico a los menores de edad y minusválidos psíquicos y, además, debían obedecer al marido por imperativo legal -el vejatorio artículo 57. Gracias a la lucha colectiva y personal de muchas mujeres, como María Telo, a través de la Federación Internacional de Mujeres Juristas, se inició la reforma del Derecho de Familia.

La conciencia por parte de las mujeres de su situación jurídica y las presiones de algunas profesionales fueron determinantes para llevarla a cabo: se consiguió anular  la licencia marital y elaborar nuevos Anteproyectos de Ley del 2 de mayo de 1975, que devolvieron a las mujeres casadas su dignidad. Sin la licencia marital -una especie de permiso del marido- la mujer no podía: trabajar; cobrar un salario; ejercer el comercio, ocupar cargos; abrir cuentas corrientes; sacarse el carnet de conducir o el pasaporte. No tenía personalidad jurídica, es decir, no podía aceptar o repudiar herencias, aunque fueran las de sus padres, ni ser albacea. Ni defenderse ante los tribunales -excepto en juicios criminales-, ni defender sus bienes, ni venderlos, ni hipotecarlos. Estaba obligada a seguir al marido donde él fijara la residencia. No tenía patria potestad sobre sus criaturas y, hasta 1970, él podía darlos en adopción sin el consentimiento de la madre. Sin la licencia marital, las mujeres casadas prácticamente sólo podían hacer testamento. Pero la paradoja más sorprendente es que las mujeres podían contraer matrimonio a partir de los 12 años -el hombre a los 14, porque la pubertad se da más tarde. Y, si se quedaba viuda al minuto siguiente de su boda, podía hacer y disponer de casi todo.

Un “divorcio sin culpables”, reclamado insistentemente por el movimiento feminista, posibilitaría la disolución del matrimonio por mutuo acuerdo. El ambicioso espíritu combativo del movimiento de mujeres se hizo patente en la respuesta a la elaboración de la Constitución, que la Coordinadora Feminista, a través de la editorial de Dones en Lluita expresó así:

        “Se apruebe o no la Constitución, exigimos una ley de divorcio justa, con un procedimiento judicial que lo haga rápido, sin culpabilidades ni acusaciones, de costes mínimos y que tenga en cuenta la situación específica de la mujer. Exigimos un derecho real al control de la maternidad mediante la legalización de los anticonceptivos, la esterilización, la vasectomía y el aborto. La implantación de la coeducación en todos los niveles de la enseñanza, el derecho a la libre afectividad y sexualidad, el reconocimiento de que la sexualidad es una, y en consecuencia, tan normales son las relaciones lésbicas como las heterosexuales. El derecho de las criaturas a ser queridas, cuidadas y educadas y, consecuentemente, la revisión total de las leyes que regulan las relaciones paterno-filiales; estableciendo además la filiación única: todos los niños y niñas son naturales” (Dones en Lluita, n.7, 1978: 3).

La Ley de 13 de mayo de 1981 sobre “Filiación, Patria Potestad y Régimen Económico del Matrimonio” otorgó la igualdad legal a las mujeres respecto a la administración y disposición de bienes gananciales. La Ley 30/1981, de 7 de julio, modificó la regulación del matrimonio en el Código Civil y determinó el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio. Desmantelar el sistema legal significó un esfuerzo inmenso que no se hizo solo, como nos recuerda María Telo, amiga de Clara Campoamor, en una emotiva carta publicada en el diario ABC:

“No, no se hizo solo. La reforma está contenida en leyes, fuimos  muchas las mujeres juristas que trabajamos años hasta la extenuación, sin ayudas ni subvenciones. Primero unas pocas desde una Comisión de Estudios Jurídicos y luego desde la Asociación Española de Mujeres Juristas, ambas fundadas y presididas por mí. Divulgábamos el Derecho y conseguimos que, por primera vez, la mujer entrase en la Comisión de Codificación del Ministerio de Justicia para estudiar la reforma” (Telo, 1998).

El proyecto de ley de Amnistía para la mujer, fue presentado por la minoría comunista en el Congreso en julio de 1977, pero no fue aceptado. Defendido por María Dolores Calvet, diputada feminista del PSUC -Partido Socialista Unificado de Cataluña-, pedía la eliminación de los delitos de adulterio, uso de anticonceptivos y aborto. El proyecto fue rechazado por 156 votos en contra y 119 a favor.

En 1978, Leonor Taboada publicó el Cuaderno Feminista: Introducción al Self-Help, un libro que recogía los planteamientos del Colectivo de Boston. Todos los temas estaban conectados, “todo tenía que ver con todo”: la autoestima con la salud, las leyes con el autoconocimiento, el orgasmo con la maternidad libre, el adulterio con la autonomía. Los cambios legales eran urgentes y se hicieron numerosas campañas con la permanente exigencia del “derecho al propio cuerpo”. En 1977 y 1978 se aprobaron tres leyes del Código Penal que afectaban al tratamiento punitivo que se daba al comportamiento sexual de las mujeres:

- La Ley 22/78 del 26 de mayo derogó el último párrafo del artículo 443 y los 449 y 452. Supuso la despenalización de los delitos de adulterio y amancebamiento.

- La Ley 45/1978 de 7 de octubre modificó los artículos 343 y 416. Se despenalizó la venta, divulgación y propaganda de medios, instrumentos y procedimientos anticonceptivos.

- La Ley 46/1978 de 7 de octubre modificó los artículos 434 a 436, 440, 443 y derogó los artículos 437, 441, 442 y 447, eliminando la figura de la mujer como víctima de estupro y rapto, y los juicios morales como “doncellez o acreditada honestidad”.

Respecto a la discriminación por razón de orientación sexual, en España se consideraba desde 1954 que los homosexuales, por el mero hecho de serlo podrían ser declarados en “estado peligroso y sometidos a medidas de seguridad”. Estas medidas, recogidas en la Ley de Vagos y Maleantes, incluían la “reeducación” de las prostitutas. Derogada en 1970, fue substituida por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que consideraba la conducta homosexual pre-delictiva y, por tanto, un peligro social. Fue derogada en 1978, pero dejaba vigentes los artículos 431 y 432 del Código Penal sobre “escándalo público”, y el 452 bis sobre “corrupción de menores” (menores de 23 años). No se derogaron hasta 1988.

Las luchas históricas por el derecho al trabajo y la no discriminación laboral de las mujeres estuvieron presentes en todo momento en el movimiento feminista de los años setenta. Mujeres de sindicatos, de partidos políticos e independientes denunciaron el despido encubierto: voluntario; por absentismo; por embarazo; por maternidad; la desigualdad en la formación, promoción y ascenso; las leyes falsamente “proteccionistas”, como el decreto de 1957, sobre trabajos prohibidos a las mujeres por insalubres.

La Ley 8/1980 de 11 de marzo estableció la igualdad de trato laboral entre mujeres y hombres. En el artículo 17.1 se dice que se considerarán nulos y sin efectos los preceptos reglamentarios, de cláusulas de convenios colectivos, los pactos individuales y las decisiones unilaterales del empresario cuando contengan discriminaciones favorables o adversas en el trabajo por circunstancias de sexo. La vindicación de las mujeres por unas condiciones de trabajo no discriminatorio necesitaría de muchas páginas para ser recogida. Recordemos que el principio igualitario fundamental -a igual trabajo igual salario- se remonta a 1953, patrocinado por la ONU y reafirmado en la Ley de Relaciones Laborales de abril de 1976, que aún no se ha alcanzado en nuestro país.

En 1985, durante la celebración de las III Jornadas Feministas Estatales, 10 Años de Feminismo, ​​en Los Hogares Mundet, en Barcelona, las 4.000 mujeres asistentes se autoinculparon de los dos abortos practicados en este lugar, como desafío y protesta ante una ley que no solucionaba el 97% de embarazos no deseados.

 

 

Pensamiento plural y acciones unitarias

Los grupos de autoconciencia iniciaron una exploración personal y a la vez colectiva. Muchas publicaciones de estos primeros años aparecen de forma anónima, como la carpeta de poemas y dibujos de Mari Chordà  ...y muchas otras cosas, o el boletín de la Coordinadora Feminista de Barcelona y Comarcas, Dones en Lluita que, en sus primeros números, no tiene referencias editoriales. La mayoría de artículos, cuadernillos o folletos se firman sólo con el nombre común: "Lola", “Concepción”, “Mireia” o con el nombre del grupo, Vocalía de Mujeres de Sant Gervasi o Mujeres de CCOO. Parece como si en los inicios de la segunda ola de feminismo hubiera más interés por encontrar una identidad colectiva que individual, pero no es del todo cierto ya que el autoconocimiento es uno de sus rasgos. Fue precisamente la revolución personal de muchas mujeres lo que les llevó a cuestionar la ideología heredada -el androcentrismo, la sexualidad- y, sobre todo, los métodos tradicionales de análisis, provenientes de filosofías de izquierda como el marxismo.

La resistencia clandestina había desarrollado una infraestructura organizativa a través de los Sindicatos, Centros Sociales o Asociaciones de Vecinos, muchos de los cuales tenían una Vocalía de Mujeres. Las Vocalías de Mujeres desplegaron una gran actividad en los barrios: formaron grupos de autoconciencia; organizaron charlas sobre sexualidad; actividades culturales; cursos, talleres; publicaron folletos informativos. Con sus denuncias de las agresiones, sus idees a favor de una sexualidad placentera y las campañas de información sobre contracepción, crearon conciencia social y promovieron una auténtica cultura participativa y democrática. Muchas Vocalías se convirtieron más tarde en los primeros centros de Planning.

La reivindicación del “derecho al propio cuerpo” fue de una enorme fertilidad porque afectaba a numerosos ámbitos, lo que significó cambios legislativos y también en las relaciones afectivas, laborales y profesionales. Tanto el grupo DAIA como el Colectivo Pelvis introdujeron muchas novedades ideológicas en la manera de entender la salud de las mujeres. DAIA (Dones per l’Autoconeixement i l’Anticoncepció,  Mujeres por el Autoconocimiento y la Anticoncepción) surgió en 1975 y divulgó información que llegaba de otros países, cuando en el nuestro la anticoncepción y el aborto eran ilegales. Estas prohibiciones, como sabemos, las sufrían sobre todo las mujeres con menos recursos económicos, obligadas a la más peligrosa clandestinidad. DAIA editó folletos, elaboró dossiers y realizó charlas en centros sociales desmontando tópicos y cuestionando los comportamientos sexuales convencionales. Publicó un documento sobre el aborto basado en una encuesta con 1.000 mujeres que habían pedido sus servicios. Se convirtió en un referente en el Estado español promoviendo la lactancia materna y una red de ayuda a los partos naturales en casa.

En 1976 Leonor Taboada, Nini Quetglas, Jimena Jiménez y Malén Cirerol fundaron el Colectivo Pelvis -al principio, Colectivo Clítoris- en Mallorca. Inspirado en  los movimientos de Self-Help americanos, respondía a la necesidad de recuperar el control sobre el propio cuerpo y la salud de las mujeres. Reivindicó la antigua sabiduría de las comadronas y enfermeras, arrebatada por una legión de especialistas en temas que afectan sólo a las mujeres como el parto, la menstruación, la menopausia o el placer. Querían desenmascarar las relaciones entre las multinacionales farmacéuticas, el sistema sanitario y las mujeres. En 1978, Leonor Taboada publicó el Cuaderno feminista. Introducción al self-help, con dibujos de Montse Clavé. En la introducción, explica por qué ha escrito este libro. Sus razones constituyen una declaración de principios del espíritu subversivo que inspiró los feminismos de la Transición.

El tema del cuerpo y la denuncia de su colonización patriarcal, así como la firme decisión de recuperarlo funcionó como una categoría-estrella. Generó autoestima y solidaridad entre las mujeres, y tuvo un gran poder de reafirmación. Además, Leonor Taboada trataba los  malos tratos con nuevos planteamientos. Aparte de ir al hospital y hacer la correspondiente denuncia a la policía, invitaba a las mujeres a romper con los esquemas mentales de dependencia psicológica y social del maltratador:

“Sólo siendo revolucionarias y desafiando desde la base el poder patriarcal seremos capaces de darles a nuestros hijos al menos una oportunidad de ser libres. Desde luego no podrán serlo mientras vean una discriminación en función del sexo en su propia casa, mientras no vean al menos a su madre en lucha por su libertad cuestionando las reglas impuestas por las cuales ella es un intento de ser humano abortado a mitad de camino porque sus genitales no cuelgan entre sus piernas. Si no luchamos por nuestra libertad, renunciamos a criar hijos capaces de conseguir la suya. Creamos carne de cañón, robots, oprimidas y opresores del futuro” (Taboada, 1978: 9).

El pensamiento plural de los feminismos de la Transición se manifestó a través de la actividad de los grupos y asociaciones que nacieron o se consolidan en torno a las Jornades de 1976. En enero de 1977 comienza a funcionar la Coordinadora Feminista de Barcelona y Comarcas. Se define como independiente y autónoma de los partidos políticos y de los hombres. También surgieron Coordinadoras en otros lugares como en el Baix Llobregat y en Tarragona, donde destacó el Bloque Feminista de Tarragona. Al poco tiempo, se vio la necesidad de editar una publicación que fuera la expresión del movimiento de mujeres: Dones en Lluita. Esta revista se hizo eco de las diferentes campañas: Amnistía para la Mujer; Derecho al Propio Cuerpo; Divorcio; Aborto; contra la ley de Peligrosidad Social; las Agresiones; la Violación; la Constitución; el Feminismo electoral; la Subdirección General de la Condición Femenina; el Papa.

Elaboró dossiers y empezó a recuperar la memoria histórica de las mujeres. En el entorno de la Coordinadora se produjeron disensiones, discusiones y debates. El debate sobre la doble militancia fue uno de los más importantes, debido a la herencia política de la resistencia clandestina contra la dictadura. Dominaban los partidos de estructura piramidal, cuestionada por las mujeres por considerarla patriarcal y semejante a la familia. Desde los diferentes feminismos se defendía una organización horizontal, sin jerarquías, porque muchos grupos no querían el poder, sino convertirse en un anti-poder. La doble militancia, sin embrago, con todas sus tensiones, generó evoluciones personales y trasvases de ideas que abrieron puertas y ventanas. Muchas mujeres de partido se dieron cuenta de que sus compañeros “progresistas”, de “izquierda”, ponían trabas para defender sus reivindicaciones, considerándolas secundarias o no aceptando una lucha autónoma y específica. Pero el cuestionamiento del patriarcado, como sistema de dominación sexual hombre-mujer, iba más lejos que el desmantelamiento del capitalismo. Las mujeres abogaban por acciones combativas diferentes, originales y creativas, como por ejemplo la quema de velos en solidaridad con las mujeres iraníes, el desfile por las Ramblas de Barcelona con coches de caballos y vestidas de sufragistas o la "merengada" contra Fernando Sánchez Dragó. Así lo comenta Lola G. Luna:

“Las acciones eran simbólicamente terroristas y se realizaban puntualmente y con una rapidez certera. La imaginación a la hora de expresarse era importante, las nuevas formas de hacer política formaban parte de la estrategia y aquel estilo entroncaba con la corriente internacional de aquellos años del feminismo italiano en su color y forma de estar en la calle. La alegría de ser mujeres formaba parte de esa expresión, porque era una etapa de reafirmación de una nueva identidad” (Luna, G., Lola, 1997: 103).

Después de las II Jornadas Estatales de Granada, de 1979, la Coordinadora Feminista acusa los fuertes debates internos y, en 1980, prácticamente se disuelve. La rama más independiente continúa hasta desaparecer en 1995, cuando se empieza a preparar la celebración de los 20 Años de Feminismo en Cataluña.

La riqueza de pensamiento de los feminismos de la Transición se encuentra en los diferentes grupos que desarrollan actividad teórica y política durante este tiempo. Es imposible hablar de todos, pero resultan imprescindibles:  

El Colectivo Feminista de Barcelona: liderado por Lidia Falcón,  utiliza los análisis marxistas y entiende que las mujeres forman una clase social, similar al proletariado. Deben organizarse en un partido y conquistar el poder. Se fundaron Colectivos Feministas en Madrid, Barcelona, ​​Castellón, Asturias, Valencia, Ibiza, Sevilla, Oviedo. Lidia Falcón y Carmen Alcalde editaron una publicación emblemática: Vindicación Feminista.

LAMAR (Lucha Antipatriarcal de Mujeres Antiautoritarias Revolucionarias): este grupo busca nuevas orientaciones del feminismo fuera del prisma de la dialéctica marxista, profundizando en los métodos de autoconciencia. Inició un debate revisando a fondo las ideas de las que partían, fruto de una cultura machista que se había construido al margen de las mujeres. Se nutría de las teóricas norteamericanas Shulamith Firestone y Kate Millet y del feminismo radical italiano de Carla Lonzi y Rivolta Femminile.

ANCHE (Asociación Nacional de Comunicación Humana y Ecología): están de acuerdo con LAMAR en buscar nuevos métodos de análisis. Consideran que es necesaria la crítica ideológica, económica y política, sin que se postergue la causa de las mujeres. Se definía como “no radical ni reformista”, lo que atrajo  a una gran cantidad de mujeres que huían de las tensiones de la doble militancia y buscaban una tercera vía.

Mujeres de Banca: se sitúan dentro del marco de la lucha de clases y consideran que la cuestión de las mujeres es un aspecto específico de la lucha. Aunque piensan que con la llegada del socialismo la cuestión no se solucionará rápidamente.

Mujeres de Comisiones Obreras: piensan que el socialismo no solucionará los problemas de las mujeres, pero establecerá un marco más adecuado. Creen que es importante encontrar conexiones con el proletariado y sienten que están haciendo una doble revolución: contra el capitalismo y contra el patriarcado.

 Mujeres Separadas (la Ley del Divorcio no se aprobó hasta 1981): proponen  analizar la mala educación recibida, en la que sólo se podía crear procreando. Se han sentido oprimidas por la familia, el marido y también por los hijos. Consideran que falta mucha conciencia de lo que es el Movimiento de Liberación de la Mujer.

El Colectivo de Lesbianas de Barcelona: Comenzó con 8 mujeres reunidas en un bar, el 8 de junio de 1977. María Bauçà explica, en un texto inédito, que, preocupadas por su “inconfesable lesbianismo”, la idea de formar un grupo se sintió como necesaria. Tenían contacto con el FAGC -Frente de Liberación Gay de Cataluña- y con la Coordinadora Feminista de Barcelona, pero consideraban que el lesbianismo no era tratado adecuadamente: “Nosotras éramos nuestro propio discurso”. El GLAL (Grupo en Lucha por la Liberación de la Lesbiana) se fundó en noviembre de 1978.

En las Jornades de 1976 se presentó una ponencia sobre Mujer y Educación elaborada por mujeres ajenas a este ámbito porque, aunque se hicieron llamadas a licenciadas y maestras no se logró su participación directa. En aquellos años la educación de las chicas contaba con un currículo diferente al de los chicos. La reflexión sobre la educación de las mujeres quedó recogida en el punto 5 de las conclusiones de las Jornades: enseñanza obligatoria, pública, laica, gratuita, antiautoritaria y no discriminatoria contra la mujer. Es decir: coeducación; revisión de los textos escolares; crítica a los estereotipos; supresión de las discriminaciones en el deporte, el arte y la cultura. En 1978 se celebraron en Barcelona las I Jornadas de Mujer y Educación, organizadas por el ICE -Instituto de Ciencias de la Educación- de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​donde se intercambiaron ideas, planteamientos y perspectivas  ricas en posibilidades para una educación no sexista.

Durante la Transición se incorporaron muchas mujeres a la política institucional. El acceso a una alcaldía, a una concejalía o a un escaño, era entendido como otra manera de seguir trabajando y conseguir mejoras para las mujeres. Participar en las campañas y presentarse a las elecciones se vivió como una tarea más que había que asumir dentro de un movimiento colectivo. De hecho, muchas de las mujeres que fueron alcaldesas, concejalas y diputadas venían de los partidos, sindicatos y movimientos sociales de la resistencia.  En 1979 fueron alcaldesas 19 mujeres en Cataluña, de las que siete se definen como independientes, el resto pertenece al PSUC, PSC, CIU y a otras formaciones políticas. Esta primera hornada de mujeres que entra en política hace constantes referencias a los valores que han heredado de sus abuelas, abuelos, madres y padres, aprecian especialmente la cultura, el amor a la tierra, a la lengua y a la justicia. Es decir, respetan sus genealogías, y viven las nuevas responsabilidades como depositarias de una riqueza histórica que han de salvaguardar.

Las primeras alcaldesas provocaron un gran trastorno en sus comunidades acostumbradas al poder masculino, también en los cuerpos de guardias urbanos obligados a cumplir órdenes de una autoridad femenina e, incluso, en los propios compañeros de partido que debían asumir verdaderos ajustes en sus esquemas mentales. Aunque no salió elegida, Empar Pineda se presentó como candidata a la alcaldía de Barcelona por el Movimiento Comunista de Cataluña en 1979. Había participado en las Jornades de 1976, y colaboró ​​en Vindicación Feminista, en Dones en Lluita y más tarde, en Madrid, participó en la Comisión por el Derecho al Aborto. En 1981 fue cofundadora del Colectivo de Lesbianas de Madrid.

Respecto a las elecciones al Congreso de Diputados, ya hemos citado anteriormente a María Dolores Calvet, diputada en 1977 en Madrid, donde participó en la elaboración de la Constitución de 1978 y del Estatuto de Autonomía de Cataluña. En 1980, fue diputada en el Parlamento de Cataluña en la primera legislatura. Más tarde, fue concejala de Urbanismo y Obras del Ayuntamiento de Sabadell.

En la primera legislatura de 1979 fueron elegidas 19 mujeres diputadas y 4 senadoras. En 1979, Eulàlia Vintró fue diputada por el PSUC en el Parlamento español hasta 1982, dedicándose sobre todo a temas de educación y, en 1984, en el Parlamento de Cataluña, donde ocupó diferentes cargos como el de Presidenta de la Comisión de Bienestar Social.

 

 

La conquista de espacios de mujeres

 

En el primer capítulo de la serie de humor "Las Entrañablesas", publicado en la revista Mundo en 1976, que lleva por título ¡Ni un siglo más!, un grupo de mujeres, hartas de la vida en su ciudad del oeste, Naboville, y, bajo los gritos de “¡No soporto ni un siglo más este aislamiento!”, “¡No aguanto ni un siglo más esta igualdad!”, “¡No soporto ni un siglo más esta mano en el culo!”, deciden marcharse trotando. Físicamente se parecen mucho a algunas de las “no-lideresas” del movimiento feminista. Al paso de sus caballos, expresan sus deseos de conocer mundo y saber qué les pasa y qué sienten otras mujeres. Van a la conquista de espacios habitables para las mujeres. Su primera parada es en Carcávila, ciudad que, por su nombre, no necesita comentarios. Visitan Villa-Reforma, sobre la que corren noticias de apertura, pero lo que encuentran es “destape”, mítines electorales y el debate sobre la doble militancia. Los siete capítulos son un retrato satírico de la situación de las mujeres. La serie finalizó porque el equipo editorial de la revista consideró que los guiones “no tenían contenidos”.

La Librería de las Mujeres, de la calle Lledó, n. 10, responde a esta necesidad de encontrar espacios. Pionera en el estado español, se abrió el 14 de mayo de 1977, gestionada por 5 mujeres de las vocalías de las Asociaciones de Vecinos del Barrio Gótico y Casco Antiguo, que se proponen recuperar nuestra memoria histórica a través de las obras escritas por mujeres. Quiere ser la librería del movimiento feminista, un lugar donde las mujeres puedan charlar, escuchar, debatir e intercambiar información. Se hacen presentaciones de libros, exposiciones, recitales de poesía. En su Diario, abierto a todas las mujeres, se pueden dejar reflexiones, dibujos, cartas, poemas, postales. Refleja el estado de ánimo o de desánimo de muchas mujeres, algunas en crisis, otras en un momento de euforia. Hay una descripción de la manifestación del 8 de marzo de 1978, considerada como la primera en la que se dio a conocer el Día Internacional de la Mujer Trabajadora más allá del Movimiento Feminista. Se recogen las consignas que se gritaron: “derecho a un puesto de trabajo”; “no al paro encubierto”; “a igual trabajo igual salario”; “basta de opresión, basta de explotación”; “fuera las leyes discriminatorias”. La narradora, Rosario, recoge otras como propias del movimiento feminista: “derecho al propio cuerpo”; “maternidad libre y deseada”; “aborto libre y gratuito”; “libertad sexual”; “amnistía para la mujer”; “fuera las mujeres de las prisiones”; “basta de agresiones, basta de violaciones. Y, sobre todo: “viva, viva, viva, la lucha feminista” y “mujeres luchemos y hagamos nuestra historia”. En la narración también hay autocrítica: “algunas se consideran la vanguardia”; “algunas están haciendo negocio feminista” y crítica a los partidos de izquierda, LCR, PCI, PORE, que no entienden ni la teoría ni la práctica feminista. En 1980, el local sufrió un incendio y, dos años más tarde, cerró definitivamente.

El 6 de julio de 1977, dos meses después de la apertura de La Librería de las Mujeres, se abre laSal Bar-Biblioteca Feminista. Mari Chordà, Mª José Quevedo, Sat Sabaté, Montse Solà y Carmen Casas, decidieron comprar el local con préstamos bancarios y de las propias amistades. Promovieron y dinamizaron actividades culturales. Así nos lo explica Elsa Plaza:

            “Las paredes de laSal fueron, además, testigos de momentos históricos de lo que se llamó la transición democrática española, no sólo por abrigar la gestación de proyectos destinados a cambiar la cotidianidad de tantas mujeres, sino también porque por allí pasaron personajes significativos de nuestra historia. Una de ellas fue Frederica Montseny, que en su primera visita a Barcelona, ​​después de cuarenta años de exilio, fue recibida en este espacio por decenas de simpatizantes que la aclamaban incluso engarzadas en las ventanas, tan grande fue el lleno que provocó su presencia” (Plaza, 1998: 282).

Fue un espacio de vida cultural y facilitó las relaciones entre mujeres de diferentes grupos ideológicos, a veces en pugna. En él se fraguó laSal, edicions de les dones (laSal, ediciones de las mujeres), la primera editorial feminista del estado español que comenzó en 1978 publicando una Agenda. Mari Chordà, Mariló Fernández, Isabel Martínez e Isabel Monteagudo se implicaron en esta empresa arriesgándose económicamente. A lo largo del tiempo, el equipo incorporó a otras mujeres como María Bauçà, Mireia Bofill, Mª José Quevedo, Carmen Casas, Montserrat Abelló, Mercedes Fernández, Isabel Segura, Goya Vivas y Eugenia Curto. La editorial desplegó una considerable actividad tanto en catalán como en castellano. Se emprendieron 7 apartados: Agendas, Narrativa, Poesía, Ensayo, Cuadernos inacabados, Manuales de Salud y Clásicas Catalanas, además de un Almanaque y de un libro objeto. Durante trece años, sus publicaciones fueron clave en nuestro país para construir una conciencia y una identidad de género (Llinàs, 1996: 382-385).

El Casal de la Dona (La Casa de la Mujer) empezó a funcionar en 1979, con mujeres de LAMAR, el Colectivo de Lesbianas y Mujeres Libres de la CNT, que ya estaban en el local, legalizado como Ateneo de la mujer. Parece ser que Mujeres Libres puso un anuncio sobre el local en la Librería de las Mujeres y en una primera convocatoria por teléfono se presentaron alrededor de cuarenta mujeres. El Casal, “un espacio de mujeres para mujeres”, estaba abierto todas las tardes y cada martes organizaba debates sobre temas como: maternidad; relaciones hija/madre; ¿por qué quieren tener un hijo las mujeres?; lo personal/individual y lo colectivo; feminismo/ecología; centrales nucleares; sexualidad; nosotras y nuestros cuerpos; los feminismos; alimentación; los celos. Se publicaron dos números de la revista D-ones de Lamar (se juega con ones que significa olas). Se financiaba a través de una pequeña cuota mensual y funcionaba en régimen asambleario. En su Declaración de 1977, LAMAR dice:

“Entendemos el Feminismo como una actitud crítica frente a la sociedad, creemos que éste en sí mismo ya plantea una revolución total, a todos los niveles: económico, político cultural, etc., que implica el destruir desde ahora todas las relaciones de dominio, de poder y de propiedad existente y establecer nuevas fórmulas de convivencia y solidaridad entre las mujeres, eliminar todo aquello que los hombres han fomentado para mantenerse en su poder dominador: la competitividad, la agresión... la cultura machista en definitiva” (Moreno, 1977: 188-191).

LAMAR dejó ser un grupo en junio de 1978. Y el Casal de la Dona funcionó hasta fines de 1979, en que se celebran las II Jornadas Estatales de Granada. Algunas mujeres de LAMAR participaron activamente en las Jornadas de Feministas Independientes de carácter estatal: 1980 (Barcelona); 1981 (Vigo); 1982 (San Sebastián); 1983 (València); 1984 (Madrid); 1986 (Las Lagunas de Ruidera, Ciudad Real). También vivieron experiencias de vida alternativa, como Xus Borrell que fundó La Casa de las Estrellas en Ibiza y, después, estuvo en la Tierra del Ámbar, una comunidad de mujeres en Dinamarca. Al volver, organizó con otras mujeres La Gota de la Luna, en Girona.

En 1984, se abrió el Centro de Mujeres, conocido como “Centro de Estudios de la Mujer”. Recogía el espíritu del feminismo independiente de La Casa de la Mujer. Era un espacio de debate y un centro de documentación y de investigación feminista y lesbiana. Todos los martes se hacía un encuentro, con té incluido. Se editó un boletín y se llegaron a hacer fiestas de hasta cien mujeres. Un año más tarde, nació la “Red de Amazonas”, que publicó una revista del mismo nombre. En este espacio, donde vivían Gretel Ammann y Dolors Majoral, se formó una nueva “Asamblea de Feministas Independientes” y surgió el proyecto de “La Nostra Illa” (Nuestra Isla), espacio lúdico/cultural de mujeres, que todavía funciona.

 

 Una cultura propia

 

1976. Las Entrañablesas

Los feminismos de la Transición se enmarcan en un nuevo contexto cultural internacional, heredero de los movimientos sociales de los años sesenta. El mayo del 68 en París, la universidad de Berkeley, la lucha por los derechos civiles, el nacimiento de las Women 's Lib, el pacifismo, las panteras negras. Mª Jesús Izquierdo nos habla así de las nuevas mujeres:

“Mis primeros contactos con el feminismo tuvieron lugar hacia el año 1976 y fueron a través de dos libros (El segundo sexo de Simone de Beauvoir y La mística de la feminidad de Betty Friedan). El siguiente contacto, el más intenso, fue el de la Coordinadora Feminista donde oí hablar a mujeres que llevaban todo un rodaje de discusión teórica que me dejaron alucinada. Citaré nombres que recuerdo, y siento ser tan selectiva porque estoy segura de que olvido mujeres que también me impactaron; recuerdo Gretel Ammann, Regina Bayo, Encarna Sanahuja, Lola G. Luna ... quería saber cómo ellas sabían cosas que yo desconocía, dónde las habían leído, cómo las habían pensado” (Izquierdo, 1998: 226).

En ese momento, una serie de obras de nuestro país se convirtieron en referentes para el movimiento de mujeres: Maria Aurèlia Capmany, La Mujer en Cataluña, 1966;   Núria Pompeia, Maternasis, 1967; Mireia Bofill, María Luisa Fabra, Ana Sallés, Elisa Vallés, La mujer en España, 1967; Mª José Ragué, Hablan las Women's Lib, 1972; Núria Pompeia y Manolo V el Empecinado, La educación de Palmira, 1972; Victoria Sau, Manifiesto para la liberación de la mujer, 1975; Núria Pompeia, Mujercitas, 1975; Mari Chordà, ...y muchas otras cosas, 1976; Magda Oranich,¿Qué es el feminismo?, 1976; Amparo Moreno, Mujeres en lucha. El movimiento feminista en España, 1977; Leonor Taboada, Cuaderno Feminista: Introducción al Self-Help, 1978; Montse Clavé, y Mari Chordà, Cuaderno del cuerpo y del agua, 1978; Maria Mercè Marçal, Bruja de Luto, 1979. Textos y material gráfico que expresaban una nueva sensibilidad y afirmaban una cultura silenciada, excluida o marginada. Como dice Marina Subirats, era necesario desenmascarar las propias herramientas de conocimiento:      

      “(...) Para mí, hacer teoría feminista es, sobre todo, tratar de entender cuáles son nuestros problemas y cómo se conectan con el colectivo, y hacerlo a través de las intuiciones y de un cierto trabajo sistemático que, evidentemente, implica la utilización de unos instrumentos teóricos que sé que están contaminados de entrada, porque en el mundo académico todos los instrumentos han sido creados desde un pensamiento androcéntrico. Por tanto, se trata de pulir, criticar y transformar los instrumentos teóricos. Se trata, en definitiva, de encontrar un espacio desde el cual poder pensar menos alienadamente nuestro destino personal y colectivo” (Subirats, 1998: 233).

Recuperar la historia de las mujeres -su legado-, hacerlas visibles en todos los tiempos y en todos los ámbitos supuso una enorme y gratificante tarea: encontrar referentes. El mirar el pasado con ojos de mujer significó ampliar horizontes y dotar a la cultura de una riqueza que había permanecido oculta o ninguneada. Citar a mujeres, recordarlas, conocer las dificultades que tuvieron en sus diversos contextos históricos, saber qué dijeron, qué hicieron, qué sintieron, en definitiva, conocer sus experiencias fue y sigue siendo un camino lleno de grandes satisfacciones. Se promovió una nueva historiografía centrada en conocer el pasado de las mujeres y no sólo el de las mujeres  “ilustres”, que terminaban siendo un listado de reinas y santas. Desde 1979, se organizaron encuentros internacionales de historiadoras feministas donde se empezó a denunciar el “silencio cómplice” de los historiadores progresistas sobre la mitad de la Humanidad. Las mujeres se convirtieron en sujeto y objeto de sus propios estudios. De esta manera, se introdujo la perspectiva de género, una nueva luz que cuestionaba radicalmente la visión unilateral del mundo.

Las campañas para cambiar las leyes sobre los anticonceptivos, el adulterio, el divorcio, el aborto o el lesbianismo, impulsaron una nueva moral sexual que produjo una auténtica convulsión social. La reivindicación de una maternidad elegida libremente supuso transformar un hecho considerado como natural, incluso un destino biológico, en una decisión responsable. Separar reproducción y sexualidad conllevó sintonizar con la modernidad de la que gozaban otros países y forzó a una mayor tolerancia social.

Se desarrolló un fuerte sentido de vinculación con la Tierra y con el “aquí y ahora”. Algunas mujeres hablaban de fundar “un pueblo de mujeres”, un lugar donde una vida más justa no fuera una mera construcción teórica, sino una realidad vivida. Esta idea, una huida hacia la utopía para algunas, significó para otras un experimento político de ruptura con los esquemas patriarcales. La relación con la naturaleza, el ecologismo, fue una preocupación para las mujeres que criticaron a los partidos de izquierda su pasividad y la pobreza de sus planteamientos sobre un tema de máxima importancia. Así lo constatamos en el dossier de “Feminismo y Ecología” de Dones en Lluita, firmado por nombres tan evocadores como Hortaliza del Campo, Pepa de la Ribera y Rosa de Cemento:

“Feminismo y Ecologismo reivindican por encima de todo la Vida. Y se enfrentan a un sistema cuya característica fundamental es la Muerte. El capitalismo desarrollista y en general cualquier forma de desarrollismo a ultranza aunque sea con pretensiones de “socialismo” se manifiesta cada vez más como una mayor extensión del reino de la Muerte sobre la Naturaleza y por supuesto sobre la persona humana como componente fundamental de ésta. Y el desarrollismo, sea capitalista, sea socialista, tiene una ideología específica, autodestructora y esterilizante, que es el machismo” (Del Campo, de la Ribera y del Cemento, 1980: 12).

 

Conclusiones

Aunque hubo muchos feminismos y mucha confrontación entre los diversos grupos, los objetivos comunes lograron cohesionar el movimiento.

Las mujeres debatieron una serie de problemas interclasistas: leyes discriminatorias, cuerpo colonizado, violencia doméstica, invisibilidad histórica.

Se inició una búsqueda de identidad, tanto a nivel individual como colectivo. Por primera vez, los conocimientos surgidos en los grupos de autoconciencia fueron el punto de partida.

Se criticó el centralismo y la jerarquización de los partidos de izquierda. Se experimentaron nuevas formas organizativas, independientes y autónomas, inaugurándose un activismo político imaginativo y creativo.

La teoría feminista se enriqueció con nuevos conceptos: patriarcado, sexismo, violencia de género, política feminista, sexualidad, crítica al maternalismo, lesbianismo como discurso político, lenguaje sexista, androcentrismo.

Rompieron con la idea de que los feminismos son movimientos burgueses, etiqueta que sirvió para descalificar a las sufragistas.

Abrieron una gran diversidad de frentes y sus planteamientos fueron, muchas veces, subversivos: abolición de la familia, autonomía, no a la discriminación salarial, denuncia del sexismo de los partidos de izquierda.

Se pusieron las bases de una actitud política más radical, que cuestionará el feminismo de la igualdad y se afirmará como un proceso de insubordinación.

Las mujeres ganaron autoestima y confianza en su fuerza como sujeto político de transformación social. Se inició un proceso de autoafirmación y de revalorización de la mitad de la Humanidad que llega hasta nuestros días.

 

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Biografía:

 Conxa Llinàs Carmona, nace en Barcelona (1948), licenciada en Filosofía Pura por la Universidad de Barcelona, Catedrática de Filosofía de Bachillerato y miembra del Consell de Dones de L’Hospitalet de Llobregat (2010-2014). Se ha interesado por el tema del sufragio femenino, los feminismos de la transición en Cataluña, la recuperación histórica de las filósofas y, especialmente, por la figura de Flora Tristán.


Notas: 

[1] Cataluña es un país del estado español, cuya capital es Barcelona.

[2] El artículo se basa en el libro de la autora Feminismes de la Transició a Catalunya. Textos i materials. Llibre i CD-Rom, Horsori Editorial, Barcelona, 2008. 

[3] Me referiré en adelante a las Primeres Jornades Catalanes de la Dona, en catalán, para diferenciarlas de las I Jornadas de la Mujer que se hicieron en Madrid en 1975.

[4] Mujeres en Lucha, traducción del catalán.

labrys, études féministes/ estudos feministas
janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016