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janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016

 

Cuerpos para una industria:

La medicalización de la vejez y la privatización de la salud en el México neoliberal

Delia Lucía Gascón Navarro

 

Resumen:

Este artículo constituye un ejercicio de reflexión elaborado tras la realización y publicación de una investigación sobre el cuerpo, la vejez y los medios de comunicación, encuadrada en la línea de investigación Corporalidad, género y vejez, en conexión con el actual momento socieconómico en México y a la luz del trabajo desarrollado en los dos últimos años para la especialidad en Administración Gerontológica de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM en relación con la economía del envejecimiento considerada desde una perspectiva de género y en base a la gerontología crítica.

Palabras clave: Corporalidad, género, neoliberalismo, decadentismo, patologización, medicalización de la vejez, nuevo modelo de vejez, envejecimiento y vejez como nichos de oportunidad, industrias de la normalización, vejez joven, vejez como catástrofe socioeconómica.

Summary: This article constitutes an exercise of reflection following the preparation and publication of a research on the body, old age and the media, framed in the line of research Corporeality, gender and age, in connection with the current time socio-economic in Mexico and in the light of the work carried out in the past two years for the specialty of Gerontological Management of the Faculty of Accounting and Administration of the UNAM in relation to the economy of ageing, seen from a gender perspective and on the basis of the critical Gerontology.

Key words: Corporeality, gender, neoliberalism, decadentism, pathologization, medicalization of old age, new model of old age, aging and old age as niches of opportunity, industry standardization, young old age, old age as socio-economic catastrophe.

 

 

Cuando se habla de las personas mayores como sujetos de derecho una de las líneas discursivas recurrentes en la actualidad y consideradas como políticamente correctas al respecto, suele mencionarse La Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, celebrada en Viena celebrada en Viena en 1982 y la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, de Madrid en 2002, entre otros eventos. Los anteriormente mencionados, marcaron la irrupción del envejecimiento en el escenario internacional y la aparición de la vejez en las agendas políticas en el mundo, a lo que sigue la institución de políticas sobre vejez en muchos países.

Asistimos al nacimiento de un nuevo modelo de vejez, o a la actualización de los discursos políticos e institucionales de la vejez, tales discursos abundan en el cuidado del aspecto, la vida sana o el sexo, entendidos como producción y consumo. Los nuevos discursos nacen impregnados del culto dominante a la juventud y reproducen la visión masculina hegemónica de la misma, así como del envejecimiento y la vejez.

En sociedades neoliberales declaradamente mercantilistas, el cuerpo como centro de la construcción social identitaria, responde a la ideología hegemónica de género, a prácticas reiteradas de generificación y edadización, basadas, estas últimas en la ideología decadentista.  En los últimos tiempos los estudios sociales sobre el cuerpo han utilizado como “estrategia interpretativa" [...] la revisión de las variaciones del significado del cuerpo a lo largo de la historia.  Con ello se ha evidenciado que la definición del cuerpo supone necesariamente un lugar de enunciación, y que lejos de ser una unidad coherente e invariable, el cuerpo es una construcción social, donde se asientan los preceptos culturales”. (Sabido, 2012 p. 640)

 

La vejez: De la construcción de un padecimiento a la de una catástrofe

En México en junio de 2002, se aprobaba la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, por más que la existencia de una ley no significa su cumplimiento. Se vuelve visibles a las viejas y los viejos, generando nuevos modelos de vejez en conexión con el neoliberalismo actual. Incluso se menciona el nacimiento de un nuevo género cinematográfico “el cine de la tercera edad” tan afecto a mostrar romances entre personas mayores que permite pensar en el conservador contexto mexicano, en una lenta aceptación social de que las mujeres tengan más de una pareja sexual masculina a lo largo de su vida (Moreno, 2010). La estructura social se apoya en cierta idea de permanencia corporal (Juliano 2010 b), esto es en la invariabilidad de la naturaleza biológica de los cuerpos, mientras que éstos responden a la ideología hegemónica difundida, cuanto menos, reforzada inevitablemente por los medios de comunicación.

A partir de los datos de CONEVAL[i] México ocupa el séptimo lugar en la lista de los países con mayor número de personas con hambre en el mundo. Según el mismo organismo, en 2009, 4 de cada 10 adultos mayores vivían en situación de pobreza y 8 de cada 10 con alguna carencia social que los hacía vulnerables a estar en situación de pobreza a lo que se sumaban situaciones de maltrato familiar y despojo de bienes por parte de las familias, especialmente de la casa de autoconstrucción trabajosamente levantada con el esfuerzo de toda la vida. Según el Censo de población y vivienda de 2010, una de cada cuatro personas con 60 años y más no tienen ninguna fuente de ingresos. (Welti, 2013 p. 13)

“Hay muertes en los 125 municipios con menor índice de desarrollo humano del país por malnutrición y trastornos alimentarios. En nuestro país en pleno siglo XXI se está envejeciendo y muriendo por hambre” (Montes de Oca, 2013 p.10).

En relación también con la diferencia en los ingresos, hay que recordar que el 90% de la producción mundial de medicamentos es consumida por el 10% de la población (Natella, 2010).Según la Encuesta de ingresos y gastos en los hogares de INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) de 2010, México es uno de los países que cuenta con mayores diferencias de ingresos entre los que más ganan y los que menos ganan.

Se insiste cada vez más en las transiciones demográfica y epidemiológica, esto es, en los cambios en la estructura de población a causa de la disminución de natalidad y mortalidad y en la menor prevalencia, incidencia y letalidad de las enfermedades infecciosas paralelamente al incremento de la prevalencia, incidencia y letalidad de las enfermedades crónicas, degenerativas e incapacitantes y también se menciona cada vez con mayor insistencia la feminización de la vejez puesto que a partir de los 75 años, es cuando son más frecuentes estas enfermedades; la poblaciónes mayor está formada fundamentalmente por mujeres, esto en general aunque en distintos grados en función de las diferentes situaciones socioeconómicas en distintas partes del país. (Ham, 1996)

La fuerte concentración de la riqueza en México, tiene como contrapartida altos niveles de pobreza de buena parte de la sociedad, acorde con las tendencias neoliberales. Siguiendo a Basu (2013) primer vicepresidente del Banco Mundial, “En los EU, el salario medio de los directores ejecutivos de las grandes corporaciones solía ser comúnmente 40 veces mayor que el del trabajador promedio en 1980. Diez años después la proporción subió a 85 y a principios del siglo XXI, a 400”, datos que Basu extrae del diario británico The economist del 11-17 de octubre de 2003 (Basu, 2013 p.22). Según el mismo autor si se mide la desigualdad en base a la diferencia de ingresos, la actual no tiene precedentes en la historia humana.

La Encuesta sobre el uso del tiempo de la que se extrae el gráfico que sigue y cuyos resultados más significativos se desglosan a continuación, fue realizada en 2014 sobre un aproximado de 19.000 hogares. El tiempo total de trabajo realizado por mujeres y varones es de 6.000 millones de horas a la semana. Se considera en este rubro tanto el “trabajo remunerado” como el “no remunerado”. El trabajo no remunerado de los hogares incluye: Trabajo doméstico no remunerado para el propio hogar, trabajo no remunerado de cuidado para integrantes del hogar, trabajo no remunerado de apoyo a otros hogares, trabajo no remunerado para la comunidad y trabajo no remunerado voluntario. De cada 10 horas destinadas al trabajo por parte de la población en 2014, algo más de 5 horas no tienen retribución alguna. El trabajo para el mercado representa el 41.9%, mientras que el trabajo no remunerado de los hogares supone el 55.4% y el 2.7% restante corresponde a la producción de bienes para uso exclusivo del hogar.

 

Fuente: Encuesta sobre el uso del tiempo, INEGI (2014)

 

Los cuidados se realizan sobre todo con niños hasta 14 años, personas de 60 años y más, enfermos y discapacitados. Del total de horas dedicadas al trabajo, remunerado y no remunerado, los hombres contribuyen con poco más del 40% y las mujeres con cerca del 60%. Las principales diferencias entre varones y mujeres se observan en el trabajo para el mercado, puesto que los hombres registran un valor que duplica el de las mujeres. Las mujeres triplican el tiempo destinado por los varones al trabajo no remunerado para los hogares.[ii]

En la población hablante de lengua indígena, los porcentajes son en el trabajo para el mercado 32.8%, en el trabajo no remunerado de los hogares 58.6% y en el de producción de bienes para uso exclusivo del hogar 8.7%; en el trabajo para el mercado el porcentaje de horas semanales registrado por los varones es el triple con respecto al mismo rubro para las mujeres. . En cambio, en el trabajo no remunerado de los hogares, el valor reportado por las mujeres es casi cuatro veces mayor al de los hombres.

De los 10 millones 55 mil personas adultas mayores registradas en el Censo de Población y vivienda como adultos mayores en 2010, 5 millones 375 mil eran mujeres, un 53.42 % de la población adulta mayor puesto que las mujeres viven en promedio 5 años más que los varones, un millón y medio analfabetas. De los 3 millones registrados como económicamente activos, solo 638 mil son mujeres, con lo que se suma a la feminización de la vejez la feminización de la pobreza. .  Según el mismo censo 1 millón 138 mil tienen alguna discapacidad (INEGI, 2010) [iii]. En el área urbana el 83.6% de los adultos mayores no tienen pensión alguna y en el área rural la proporción de quienes no cuentan con pensión aumenta al 93%. (Arellano y Santoyo, 2011)

Los discursos hegemónicos sobre la vejez, son las formas de circunscribir diferentes construcciones de subjetividad basadas en esquemas culturalmente específicos, a las políticas de ajuste estructural tendentes a reducir el gasto público y por tanto contradictorias con los discursos de la introducción de la vejez en la agenda política a nivel internacional (Santa Cruz, 2007). Nos encontramos con este doble discurso de los eventos internacionales y las políticas en contraste con la negación cotidiana de los sujetos sociales fragmentados en etapas, divididos y etiquetados.

Las crisis económicas recurrentes suelen servir para justificar argumentativamente la imposición de las políticas neoliberales, la eliminación del Estado de bienestar y la vuelta al liberalismo económico o neoliberalismo, por tanto la restricción de la intervención del Estado en la economía y de eliminación de las políticas sociales, cuyo objetivo es el aumento ilimitado en la obtención de la ganancia.

Se prioriza el avance tecnológico y la dotación de equipos caros a las condiciones laborales favorables en el sector salud mediante “el cambio de perfil de los trabajadores” y la “flexibilización” esto es, precarizando los salarios y condiciones de trabajo en general (Gutiérrez, 2002) y por tanto la salud de las poblaciones. Además de lo anterior, no hay una evaluación rigurosa de sus resultados. Quienes no tienen acceso a servicios de salud pública en México, están en los dos extremos de la escala social, los sectores considerados como clase media alta y alta que tienen seguros privados y la población más marginada y cada día más numerosa.

Se transforma la oferta sanitaria en los países, en algunos hay una auténtica lucha en nombre de la “racionalización de los gastos en los servicios”, que ha traído respuestas sociales significativas por la defensa de un sistema de salud público y de los puestos de trabajo y el mantenimiento de las horas de servicio del personal sanitario (son muestras de ello la Marea Blanca en el Estado Español de 2012 a 2016 , y constituye el transfondo del Movimiento Yo Soy 17 en la Ciudad de México de 2010 a 2016), como contexto de todo este desplazamiento del sector público de salud al ámbito de lo privado y de la desprotección social y económica de las poblaciones, continúa el incremento del gasto en medicamentos a raíz del número de enfermedades también en un proceso de crecimiento, especialmente cuando se habla de depresión y de enfermedades mentales hbya mencionadas por Ivan Illich (1975) y cuyas tesis conviene recordar como elementos de análisis absolutamente actuales, de lo que el autor llamaba la “medicalización ilimitada”, esto es, la tendencia creciente a entender en términos médicos amplias áreas de nuestra vida. El Manual Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría consignaba en el año 1952, un total de 106 trastornos, en 1994, el número había ascendido a 357 (Natella, 2010), nuevas enfermedades producen nuevos enfermos y enfermas.

Paralelamente a la generación de una fuerte dependencia de la asistencia médica, se produce la ampliación de las fronteras de lo patológico y el consumo compulsivo de medicamentos por parte de la población en las sociedades occidentales o con sistemas político sociales de corte occidental (Illich, 1975). Es tal la presencia en la televisión pública mexicana, de publicidad de medicamentos, en las calles la cantidad de locales que los venden, tal la familiaridad de la población con los mismos, que éstos adquieren un lugar central y de referencia constante como solución mágica a todos los problemas, lo anterior sin duda se relaciona con su consumo masivo por parte de las personal que llegan a mencionar a sus médicos las recomendaciones en la publicidad televisiva de una presentadora de Televisa como Lolita Ayala, refiriéndose a ella y a la publicidad que hace, los “publirreportajes” como a un discurso experto [iv], de modo que - hacen ver - se tomaron el medicamento como la “Dra. Lolita Ayala”, recomienda por la tele. [v]

El nuevo Estado gerencial que sustituye al Estado de bienestar o Estado de derecho, impone la hegemonía conservadora. El neoliberalismo es la corriente ideológica en la que ésta se sustenta y que constituye una nueva manera de entender el funcionamiento económico del mundo. En línea con lo anterior se vienen produciendo la desregulación de los mercados financieros (esto es, los capitales manejados por la banca internacional) llevado a cabo, en primer lugar por los gobiernos de Reagan, Thatcher o Kohl en EU y Europa. Díaz-Tendero (2012),  basándose en teóricos como Gamble (1986), Walker (2006) y otros, explica como determinados sectores conservadores en EU de Reagan y Gran Bretaña de Thatcher, comenzaron a poner en cuestión la ideología redistributiva solidaria del sistema de seguridad social y a reclamar una supuesta “equidad generacional” sobre la base de la injusticia que suponía el sistema solidario para las nuevas generaciones de trabajadores pero en particular para la niñez olvidada por las políticas públicas, para terminar instaurando el sentido de las generaciones mayores como sinónimo de “carga” (en particular menciona como instigadores de este mensaje el grupo AGE Americans for Generational Equality, creado en 1985), lo que se complementa con la promoción posterior de la “vejez productiva” (sentido perverso que camufla tras la excusa de la dignificación de la vejez, la justificación de la eliminación de las pensiones que se cambian por un subempleo que no es más que explotación en condiciones paupérrimas y hasta el último momento de sus vidas, de las personas mayores). Estos países fueron seguidos en la adopción de esta ideología y de estas políticas viejistas, por Australia y Nueva Zelanda en primer lugar. (Díaz-Tendero, 2012 p. 148-149)

Otros gobiernos fueron presionados para adaptar las economías nacionales a la llamada mundialización, sustituyendo sus estructuras económicas anteriores particulares, por los criterios impuestos por los organismos internacionales (Álvarez, 2012 p.8) muestra de ello es cómo procesos y modelos de gestión avanzan, se van introduciendo en todas las esferas de la vida junto con el lenguaje y la ideología desarrollados por los mismos.

Las políticas sociales están definidas por la orientación de los gobiernos y el significado que dan en cada momento histórico a determinados sectores de población. En los últimos 20 años en México, están centradas en grupos humanos de interés en base a su “vulnerabilidad” (niños maltratados, jóvenes desempleados, adultos mayores pobres, mujeres jefas de hogar, familias residentes en asentamientos precarios)) en una pretendida “focalización”, de acuerdo con el corte asistencialista de las mismas.  La extendida consideración paternalista de los grupos vulnerables, se cuestiona cuando algunos autores señalan la vulnerabilidad,

“[...]no como una característica intrínseca de un grupo de población”, sino como una situación resultado de “un proceso de acumulación de desventajas desde físicas, hasta económicas y sociales” (Zamorano, De Alba, Caprón y González, 2012).

Uno de los ejes a partir de los que se organizan las políticas económicas neoliberales es el constreñimiento del gasto estatal a partir de la reducción de las políticas sociales y con ellas de los programas que servían para hacer más pequeña la brecha entre los grupos sociales o garantizaban el acceso de aquellos en peor situación económica a la cobertura de necesidades básicas.

Alguno de los autores hablan de hiperconsumo y exclusión, entendida como falta de acceso a los servicios de la salud, como dos caras de un mismo proceso global (Natella, 2010). En la actualidad padecimientos o factores de riesgo como la osteoporosis, la osteopenia, (ligero déficit de masa ósea) la disfunción eréctil, hipertensión, colesterol alto, obesidad, o las pandemias de gripe aviar o gripe porcina tienen un lugar preferente entre las preocupaciones de las poblaciones y pueden llegar a ocupar las primeras planas en la prensa mundial, e incluso paralizan la actividad económica de un país, como ocurrió en México con la gripe porcina, conocida como Influenza H1N1 (2009). [vi]  Nuestro uso de los sistemas de salud y de todo tipo de recursos, en particular de los medicamentos, están fuertemente conectado con nuestras creencias y con nuestra forma de entender la vida, al grado de ser denominados en algunos casos “medicamentos de estilo de vida” (Lexchin, 2006). La tendencia a interpretar la vida de las personas como sucesión de etapas atravesadas por crisis, y el mundo como si siempre estuviera al borde de una catástrofe, tienen que ver con las actuales políticas del miedo y con la ideología dominante de la decadencia, instrumentos para el silenciamiento del malestar de las poblaciones y la obtención de beneficios.

El término “tráfico de enfermedad” o bien “incitación a la enfermedad” (Freixas, Luque y Reina, 2010) se viene utilizando en la actualidad como etiqueta para denunciar la conceptualización extensa de la enfermedad contra la que ya advertía Illich (1975), y contra la que se pronuncian profesionales de la salud disconformes con las presiones que están ejerciendo los laboratorios farmacéuticos sobre su práctica profesional para que diagnostiquen enfermedades inexistentes en casos, a partir de algunos factores de riesgo insuficientes para etiquetar a una persona como enferma, incluso con consecuencias negativas para la salud.  Abrir mercados y aumentar las ventas de medicamentos son las estrategias de los grandes laboratorios farmacéuticos ante la crisis actual que viven por la finalización y pérdida de patentes, que gozan de unos años de exclusividad en las ventas, esto es del monopolio, por parte del laboratorio que comercializó un determinados medicamento (Heat, 2006; Pignarre, 2005; Jara, 2009)lo anterior se hace presentando funciones normales o síntomas que podrían ser interpretados de muchas formas como signos de enfermedad grave, usando selectivamente estadísticas para exagerar los beneficios de los tratamientos y promocionando la tecnología como una magia libre de riesgos. (Tiefer, 2006)

Como parte de los resultados de una investigación previa, Menéndez (2009) alude a la existencia de varias de las industrias más rentables en la actualidad ampliamente estudiadas en los EU, las que denomina como “industria de la muerte” o industria de armamento, “industria de la enfermedad” empresas farmacéuticas e industria hospitalaria, “industria del crimen organizado” la que suele llamarse narcotráfico, sicarios y secuestradores e “industria de la seguridad” quien trabaja en relación con sistemas de vigilancia oficiales, empresariales y privados; todas ellas se mueven y crecen en torno a la seguridad y la inseguridad, temas ampliamente abordados por los medios de comunicación y que constituyen al día de hoy las principales preocupaciones en buena parte de la población, en particular en México. La noticia, en todos los sentidos se ha convertido cada vez más en espectáculo en la guerra psicológica mediática ya denominada como la Guerra de Cuarta Generación. Buena parte de los recursos obtenidos por todas estas industrias son producto del miedo de las poblaciones.

Al igual que los medios de comunicación que siempre obtienen sus mayores audiencias del sensacionalismo y la violencia, estas industrias obtienen mayores beneficios cuando se difunden versiones dramáticas espectacularizadas acerca del contexto social.  Una de las más claras consecuencias inventada por los medios es la actual representación social del estado de salud de las poblaciones como catástrofe.  Por lo anterior es vital provocar el miedo de las poblaciones para la obtención de los financiamientos como las ONGs han aprendido a manejar, además de suponer beneficios políticos importantes en la medida en que éste, como ya advertía Klein (2007) inmoviliza a las poblaciones (Menéndez, 2009).  Las plataformas de financiamiento colectivo de salud son iniciativas que se están generando como forma actualizada de financiamiento de la caridad a través de la tecnología y que se está presentado por los medios como el último grito de la modernidad en salud.

La homosexualidad nunca contó con datos orgánicos significativos que apoyaran su consideración como enfermedad (Conrad, 1982). Patologizada desde el siglo XIX, pasará en el XX a ser resemantizada como una opción, vincularla a la propia voluntad, supone un giro significativo que afecta de manera sustancial los procesos de construcción de la identidad de las poblaciones, y que sólo se contrapone a los intereses de “los cirujanos y la industria farmacéutica que lucraban “normalizando” una situación ambigua” (Juliano, 2010 p. 150). La sociedad civil, con los movimientos de derechos de gays y lesbianas y a través de una lucha sostenida, permitieron eliminar del DSM3 [vii]la definición de homosexualidad como trastorno, para caracterizarla como una elección sexual particular (Natella, 2010). En el mismo sentido, el feminismo ha denunciado por años la explotación por parte de la industria farmacéutica de los cambios en función del ciclo vital, de los cuerpos de las mujeres, especialmente de las mayores (Freixas, Luque y Reina, 2010). La anterior referencia a la resemantización de la homosexualidad, significa que es posible la desmedicalización sustentada en la respuesta social.

Explica Gutiérrez (2002) como en base a su “obsolescencia e incapacidad para responder a las nuevas demandas planteadas por la sociedad, dado su alto costo y relativa ineficacia”, los sistemas de salud se reestructuran a partir del “modelo elaborado por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial[viii], en el que se especifican ajustes estructurales vía las políticas económicas y sociales, entre las que encontramos la orientación de las instituciones de seguridad social hacia la medicina preventiva y de primer nivel, así como el fomento del ahorro interno privatizando los seguros de retiro”. (Gutiérrez, 2002)

Durante años se generó una visión apocalíptica del envejecimiento, se escucharon expresiones como“tsunami de plata”,   la idea de fondo era la generación de miedo ante el desastre por la incapacidad económica de cada vez poblaciones más pequeñas para sostener con sus salarios a enormes cantidades de personas mayores o dicho en otros términos, la relación entre pensionistas y cotizantes (denominada tasa de dependencia),  tenderá a aumentar, esto es, el aumento de los pensionistas y la disminución de los cotizantes, de lo que se deduce que habrá menos recursos para financiar cada vez más pensiones; en base al pánico generado se justifica la transformación de la Seguridad Social y los sistemas de pensiones (Welti, 2013, p.10), parece ser que la demografía sirve de pretexto para frenar o impedir las mejoras sociales, como argumenta Torres (2007), o para justificar políticamente las injusticias.

El cambio experimentado en México en las últimas décadas no ha traído modificaciones que beneficien el acceso de las personas mayores a condiciones aceptables de vida, siendo de esperar, que las reformas estructurales de la seguridad social y lo que se ha llamado eufemísticamente “flexibilización laboral”, vayan a perjudicar seriamente a este sector de población creciente. (Welti, 2013)

La población mayor con que nos encontramos en la actualidad en México, en buena medida han tenido empleos informales o se han autoempleado a lo largo de su vida, tienen una baja cobertura en el momento en que deberían jubilarse o no tienen cobertura alguna,  escasas posibilidades de trabajar, y cuando lo hace suelen acceder exclusivamente a trabajos en condiciones precarias, por todo lo anterior son dependientes económicamente de sus familias y constituyen en base a lo dicho, segmentos de población, percibidos y designados por la sociedad, por la familia y por ellos mismos, como una “carga”. En el caso de las mujeres, su situación de acumulación de desventajas con respecto a los varones tienen que ver con niveles menores de estudio, supeditación del área laboral productiva a la esfera familiar reproductiva, mayores dificultades para el acceso al empleo formal o desempeño de trabajos sin salario, todos estos factores, agudizan la dependencia de las familias, especialmente en sus últimos años de vida, añadiéndose lo anterior a su mayor longevidad. (Santa Cruz, 2007)

Por todo lo mencionado hasta aquí, el género es definitivo a la hora de conceptualizar la vejez.  A pesar de lo anterior, desde la academia aún son escasos los trabajos que consideran que existen diferencias importantes en la vivencia de la vejez para mujeres y para varones. La edad social de las mujeres y de los varones no se mide de la misma manera.  En las sociedades neoliberales las mujeres supuestamente envejecemos antes y peor que los varones,(Moreno, 2010), además una idea extendida es que los roles de género suelen reforzarse en la medida en que aumentamos la edad. Mencionar el diferente rasero empleado en la medición de la vejez para varones y mujeres, permite establecer otra conexión entre lo que de forma diferenciada tiene que ver con ser mujer para distintas generaciones.

Los cambios para las mujeres reivindicados durante tres décadas por el feminismo se convirtieron en políticas públicas y se reformularon en un lenguaje políticamente correcto desde la Conferencia de Beijing (1995). Cambios que debemos seguir cuestionándonos si han sido realizados o sólo deseados. El evento coloca el género en las agendas políticas del mundo así como desde la década de los 80, las Asambleas mundiales sobre el envejecimiento lo hicieron con la vejez.

Los dineros llegaron a las universidades, concedidos por los organismos internacionales, mientras el feminismo veía abrirse nuevas posibilidades a sus acciones, acudía sabia nueva en busca de los recursos y se beneficiaba de lo hecho a lo largo de los años, la contrapartida es que el feminismo veía diluirse los contornos de sus planteamientos.  La visibilización del género, a través de la publicación de trabajos y la consiguiente generalización de programas, cursos y actividades en relación con él, ha hecho pensar en muchos casos, que las relaciones disimétricas de poder que están en el fondo de la existencia misma de este tipo de trabajos, habían desaparecido (Amorós y De Miguel, 2005). Nada más lejos de la realidad.

El feminismo en su momento fue una revuelta generacional, un careo entre generaciones cuando las mujeres no asumieron la callada reproducción de roles sociales y denunciaron las disimétricas relaciones de poder en la base del orden social. Este carácter de revuelta generacional y la idea de la contraposición y enfrentamiento entre grupos sociales con la construcción de las identidades jóvenes en los años 60 del siglo XX, tiene probablemente algo que ver con que el feminismo hasta finales de la década de los 80 no trabaje sobre vejez. La profunda diferencia entre el carácter de los estudios feministas y los estudios sobre envejecimiento ya señalada hace décadas, entre la inquietud de los trabajos feministas por generar cambios sociales a favor de las mujeres y la marcada tendencia de los estudios de la vejez por ser una correa de transmisión de la medicalización de la vejez, genera una brecha difícil de cerrar entre estas dos temáticas que sin embargo es absolutamente necesario trabajar conjuntamente.

 

Márquetin del cuerpo

Las mujeres han sido representadas culturalmente en la historia occidental como seres liminares o fronterizos en correspondencia con la naturaleza, dentro de la oposición naturaleza/ cultura que subyace a la historia del pensamiento. Se les ha atribuido el caos, la fecundidad, la naturaleza y la desproporción, en contra de la civilización, el orden y la proporción, entre otros, como elementos constitutivos masculinos. Desde Aristóteles se concibe la necesidad de la subordinación de las fuerzas naturales a las civilizatorias, de lo contrario, según el filósofo, la insubordinación tendrá como resultado la producción de cuerpos monstruosos. (Ferreira y Hamlin, 2010 p.817)

Todo se mide, etiqueta, clasifica y ordena, ordenamiento medieval trastocado con la circulación de esclavos negros en suelo europeo, lo que sacaba las cosas de su lugar así como los cuerpos, en nombre del comercio y por tanto suponía el peligro de la mezcla y la corrupción.

La civilización en la práctica académica occidental, fue contrapuesta al mundo salvaje, el cuerpo civilizado al cuerpo liminar extraño, el uno (occidente) a lo otro (oriente). La alteridad es creada socialmente para significar la ordenación del mundo, la clasificación de las cosas, de esta forma resignifica la realidad (Ferreira y Hamlin, 2010). La alteridad apela a la forma de ver el mundo de un grupo y revela sus concepciones, más que a la realidad del contenido en sí de cada etiqueta atribuida, determinada por condicionamientos políticos y culturales, e impuesta como naturaleza a lo largo de la historia, esto es, como discurso hegemónico. Su cristalización más clara son las diferencias raciales, de género (Guarné, 2004) y de edad (Balandier, 1975) como categorías subyacentes en occidente y en las sociedades con sistemas de corte occidental, al establecimiento de diferencias sociales.

Podemos ver la vinculación entre cuerpo, clase social y dominio, representada en las pinturas de castas que señalaban cual sería el resultado de la mezcla de fenotipos diferentes tras las conquista de América por los españoles [ix].  Las pinturas de casta o de mestizaje en México, mostraban imágenes de la vida cotidiana que aludían a los roles sociales, a las actividades y relaciones familiares, al lugar social ocupado observable tanto en las ropas como en las actividades y los espacios privados y públicos, y en las que destacaban las denominaciones con las que se clasificaba a los hijos mestizos de indígenas, españoles y africanos. En la cotidianidad en México se actualiza constantemente este etiquetado jerárquico fenotípico naturalizado, cuando cualquier tema de conversación lleva a que quien habla se diferencie del desprestigiado estereotipo indígena, tanto discursivamente como en sus prácticas, a través del consumo habitual de cremas blanqueadoras y de otros productos que pueden adquirirse en tianguis y mercados como técnicas populares/tradicionales de “blanqueamiento” (Menéndez, 2002 p.188) al igual que en los grandes comercios donde infinidad de cosméticos dicen “blanquear” la piel o prometen la continuación casi eterna de la juventud.

El proceso de construcción social de la identidad supone la negociación constante de roles entre cada uno de nosotros y los otros miembros del grupo social, grupo que actúa como un espejo que refleja nuestra propia imagen constituida desde la mirada de otro. . Si esto es básicamente cierto para cada uno de los miembros del grupo, lo es de manera muy específica para las mujeres desde la mirada hegemónica de los varones y lo fue especialmente para Sara Baartman, desde la mirada europea: “Venus Hotentote”, “salvaje peligrosa”, “amoral”, “negra hipersexualizada”, “monstruo”, “representación de África colonial” “símbolo de la ciencia evolucionista en Europa”, “eslabón perdido”, “símbolo feminista” en Francia y “actual ícono anticolonial y de identidad sudafricana” (Ferreira y Hamlin, 2010 p 816). Ferreira y Hamlin (2010) rastrean el cambio en la representación social vigente en diversos momentos de la historia de Baartman.

Considerada como engendro grotesco, su cuerpo fue exhibido y explotado en ferias de animales y monstruos primero en Londres y posteriormente en París en el siglo XIX como curiosidad exótica y objeto sexual, y en el XX, posteriormente a su muerte, como vestigio científico museístico de superioridad racial. En el punto intermedio, en la liminalidad, entre la naturaleza y la cultura, su cuerpo se consideró prácticamente como una muestra del eslabón perdido entre el mono y el hombre, doblemente cercana a la naturaleza por ser mujer y negra y clasificada- etiquetada, por el naturalista Cuvier como bosquímana (Ferreira y Hamlin, 2010). Clasificado lo otro como subalterno, occidente determina su lugar, el de quien nombra, el de Dios, el lugar del dominio, de la creación.(Todorov, 1987)

En el siglo XIX “en los países anglosajones de tradición puritana se interpretó la marginalidad a partir de supuestas taras físicas o morales de los inadaptados (…) además se configuraba por contraste un modelo de normalidad, que pasaba a ser obligatorio” (Juliano, 2010 a). Los discursos expertos realizan el doble mecanismo de la transformación desde la descripción de la simple diferencia biológica observada, hasta la justificación de su conversión en jerarquía por el orden social, quien genera todo un sistema de significados o esquemas de pensamiento – a partir de la centralidad del varón blanco, heterosexual- por tanto etnocentrista y androcentrista (Valdivieso, 2009); el punto de vista dominante, se apoya en lo descriptivo transformándolo en prescriptivo. Los discursos expertos en los siglos XVIII y XX, desarrollan múltiples taxonomías, la clasificación que servía para tratar de explicar semejanzas y acercarse al conocimiento, por otro lado fomentó la común confusión entre nominación y explicación tan característica de la ciencia (Juliano, 2010 b). Una de las estrategias más efectivas del discurso hegemónico, es presentarse a sí mismo como el único posible.

Una perspectiva crítica gerontológica ha de integrar en nuestra percepción de la vejez su carácter de constructo social, así como su vinculación con el género, la clase, la etnia y la identidad social y cultural, e incluir las voces de quienes transitan sus cursos vitales conectados necesariamente, con sus contextos históricos. La identidad corporal y la vivencia de la vejez, tienen que ver con la reiteración de un estilo corporal a lo largo de la vida que corresponde con la definición de género en la que se socializa a cada miembro del grupo, construcción social naturalizada, esquema cognitivo derivado de estructuras de poder encarnadas, de las que forman parte los sentimientos fomentados en el proceso de socialización, prolongado y reactualizado durante el curso vital en su totalidad, vinculados con el cuerpo. Saberes, no tanto razonados como incorporados que las prácticas corporales cotidianas actualizan sin dejar por ello de ser “prácticas performativas” (Esteban, 2004 p.62) capaces de permear la resistencia y desencadenar cambios.

En relación con el concepto de salud, en las sociedades occidentales actuales o con sistemas políticos y sociales de corte occidental con sistemas capitalistas de  producción y sólo en ellas, se desarrolla un concepto de ser humano complementario del de capital humano deshumanizado, como fuente inagotable de necesidades, deseos y malestares. El mercado sería el escenario que a través de la competencia permitiría la satisfacción de estas necesidades, esta misma idea está en el centro del márquetin que se encarga de dirigir tal cantidad de necesidades a la comercialización para la obtención de beneficios, con lo que los pacientes (que eran receptores de atención médica) terminan siendo consumidores activos de productos farmacéuticos.  El márquetin convierte a la salud en “una oportunidad” de negocio (Applbaum, 2006) y añadimos, también a la vejez.

 

Fuente: Elaboración propia basada en publicidad. Páginas de moda en internet

 

Los modelos corporales neoliberales traducen igualmente los discursos científicos y las biopolíticas del peso ideal y de la vejez joven, vinculadas con los modelos de femineidad hegemónicos y la industria de la salud y la belleza. Lo anterior implica el rechazo del cuerpo  que no encaja con las características de delgadez y juventud de la adolescente caucásica, anoréxica, vigente como modelo de belleza ideal- irreal, y por consiguiente inalcanzable para cualquiera.

Algunos trabajos dan cuenta de la proliferación de los cirujanos plásticos (Córdoba, 2010) o del “boom sin precedentes de la cirugía estética [x](Lipovetsky, 2004). Según datos del INEGI, los gimnasios privados en México pasaron de 8.321 existentes en 1989 a 27.440 en 2004, lo que atestigua el éxito comercial de la llamada “cultura fitness”, que abarca tanto la población de las ciudades como la del medio rural. (Tinat, 2010)

 

Fuente: Elaboración propia sobre el trabajo de Aleah Chapin (2014)

http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/mujeres-desnudo-arte-aleah_chapin_0_1413458645.html

 

Ante la invisibilización de todo aquello que no encaja con el modelo, una posible estrategia es visibilizar lo invisible, puesto que como apunta Guarné (2010 p. 47) “el interés de una clasificación depende más que de aquello que se nos muestra, de lo que deliberadamente está ausente”. Si los discursos hegemónicos se presentan a sí mismos como únicos discursos posibles, como verdad, cualquier intento de articular interpretaciones alternativas tiene un valor, ya no por la riqueza interna de estas elaboraciones sino porque solamente por existir abren posibilidades a nuevas interpretaciones (Juliano, 2010 a). La deconstrucción de conceptos es reconocida por los teóricos como objetivo de las ciencias sociales, esto es, no se trata de volver a reiterar el conocimiento sino de identificar sus múltiples significados en el presente e intentar prever las consecuencias políticas de su empleo. Deconstruir es analizar cómo el poder opera en el uso de conceptos y como los mismos inciden en las creencias y las relaciones humanas. (Juliano, 2010 a)

La influencia de los medios de comunicación es a la fecha indudable. La circulación recurrente de desinformación e imágenes, es parte de la difusión de modelos estéticos, proceso por el que se construyen y reconstruyen tales modelos y paralelamente de la instrumentalización de las audiencias en consumidores o dicho en el argot gerencial, en “nicho de oportunidad” para la obtención de beneficios. Con el proceso de traspaso de lo público a lo privado que implica la política económica neoliberal, se precipita un movimiento por el cual el Estado se desvincula de lo que anteriormente eran sus áreas de actuación para transferirlas a los capitales privados, y paralelamente, responsabilizar a las poblaciones de las consecuencias. Lo anterior es el caldo de cultivo que abona la actual culpabilización de quien no responde al modelo hegemónico productivo y bello.

Los jubilados, los viejos y en otro extremo los ni-nis [xi], los chavs, mencionados por Owen Jones[xii], son la etiqueta o herramienta para el rechazo de la antes concebida como clase obrera, hoy “inexistente”, connotada como “pobreza” con la que nadie quiere verse asociado, lo que se vincula con la satanización de la misma y la generalización nada inocente de la idea, a pesar de la precarización de trabajos y salarios, de que todos somos clase media y quienes quedan fuera de ella son sólo vagos e incapaces. Coherentemente, parecer viejo desencadena la condena social para quien “no se cuidó” lo suficiente, y consecuentemente con “su abandono” “provocó su obesidad, enfermedad o vejez”, recordemos que “salud es belleza”.

Mencionan Bianca (2010) y Tinat (2010), la condición que denominan lipofóbica de las sociedades occidentales, aclarando que con ello se refieren al horror al llamado “sobrepreso” difundido por el mercado, quien recurrentemente maneja la asociación entre delgadez, belleza y felicidad, obviando lo que algunos autores manejan como el “modelo    gastro-anómico” contempo ráneo (Tinat, 2010, p. 243). La obesidad, como la vejez, son claros rasgos de transgresión en las mujeres, signos antinómicos de la considerada auténtica feminidad, la  feminidad contenida, la de la mujer fecunda, como en el caso de la violencia cuando es ejercida por las mujeres, estos rasgos son fuertemente rechazados, penalizados y por tanto bestializados o considerados monstruosos (Héritier, 2007) lo que Juliano (2010b) menciona como construcción de imaginarios estigmatizantes paralelos a prácticas de control de las poblaciones mediante la biologización y medicalización de las conductas que se apartan de la norma. Retoma Juliano (2010 b) de Foucault la explicación de cómo los profundos cambios culturales de los siglos XVIII y XX, determinadas conductas que se habían considerado parte del libre albedrío hasta el momento y por lo mismo se conceptualizaban como pecado, fueron biologizadas. Para controlar a las poblaciones la nominación como pecado pierde su fuerza disuasoria y es sustituida por la de anormalidad biológica o patología, como vemos claramente ejemplificado en el caso de la homosexualidad. (Ferreira y Hamlin, 2010; Juliano, 2010 b)

Fuente: Periódico La Jornada. 2010. Campaña contra la obesidad

 

Mencionan Bianca (2010) y Tinat (2010), la condición que denominan lipofóbica de las sociedades occidentales, aclarando que con ello se refieren al horror al llamado “sobrepreso” difundido por el mercado, quien recurrentemente maneja la asociación entre delgadez, belleza y felicidad, obviando lo que algunos autores manejan como el “modelo gastro-anómico” contemporáneo (Tinat, 2010, p. 243). La obesidad, como la vejez, son claros rasgos de transgresión en las mujeres, signos antinómicos de la considerada auténtica feminidad, la feminidad contenida, la de la mujer fecunda, como en el caso de la violencia cuando es ejercida por las mujeres, estos rasgos son fuertemente rechazados, penalizados y por tanto bestializados o considerados monstruosos (Héritier, 2007) lo que Juliano (2010b) menciona como construcción de imaginarios estigmatizantes paralelos a prácticas de control de las poblaciones mediante la biologización y medicalización de las conductas que se apartan de la norma. Retoma Juliano (2010 b) de Foucault la explicación de cómo a raíz de los profundos cambios culturales de los siglos XVIII y XX, determinadas conductas que se habían considerado parte del libre albedrío hasta el momento y por lo mismo se conceptualizaban como pecado, fueron biologizadas para controlar a las poblaciones. La nominación como pecado pierde su fuerza disuasoria y es sustituida por la de anormalidad biológica o patología, como vemos claramente ejemplificado en el caso de la homosexualidad. (Ferreira y Hamlin, 2010; Juliano, 2010 b)

Recordemos que el cuerpo neoliberal está producido. Siguiendo a Natella (2010), ya no sólo es enfermo el que no produce, ahora hay que producir pero en ciertas condiciones. Hay que “estar producido”, al decir de los medios de comunicación; en otras palabras, “hay que mostrarse joven, bello, sano, competente, disponible, dispuesto, activo, exitoso, controlado y otras tantas demandas que son probable causa de muchos malestares emocionales y físicos” (Natella, 2010, p. 39). El cuerpo de la modernidad es joven y esbelto, coherentemente con las exigencias “de la organización social y productiva”. (Córdoba, 2010 p. 41)

Ante la generalización de la conceptualización de la vejez como decadencia, enfermedad y dependencia, se elabora en respuesta una nueva consideración de la misma, como vejez saludable, joven y productiva (Belo, 2012) que continúa estando muy alejada de la diversidad que implica la vejez en la actualidad, pero que además de lo anterior, neutraliza el carácter de constructo social de la misma, individualizándola, así como la responsabilidad del Estado de proveer de sistemas de salud gratuita a las poblaciones. En la Gerontología consecuentemente, la vejez se aborda desde un supuesto equilibrio y una perspectiva bio-psico-social que cristaliza la medicalización del concepto de envejecimiento, invisibilizando los múltiples matices y cuestiones implicadas en tal proceso, perspectiva que delimita el estudio de la vejez en el “modelo bio-psico-social” en donde el propio término dibuja un orden de preeminencia de la base hacia lo epifenoménico”. (Martínez, 2008 p.81) Conceptualización que hace de la vejez un sinónimo de enfermedad primero, para responsabilizar a los individuos por su falta de salud posteriormente. Esto señala el paso de la consideración de marginación a la más profunda y estigmatizada socialmente de la exclusión, lo que ocurre cuando además de considerarse socialmente caracterizado por una desventaja, se culpabiliza de la misma a quien es de esta forma diferenciado de la supuesta normalidad.(Juliano, 2010a)

Fuente: Elaboración propia. Centro comercial. México, 2015

 

La institucionalización de la periodización del curso de la vida, se construye históricamente con el establecimiento de diferencias entre momentos vitales a los que se atribuyen características propias y etiquetas diferenciadoras y con el peso cada vez mayor del individualismo y políticas públicas específicas, generadas por el Estado para cada grupo de edad (Debert, 2010),generación de etiquetas que nuevamente supone una “simplificación de la realidad para hacerla coincidir con los modelos” (Juliano, 2010 b p.153) tal como ya se reconoce ocurrió con las clasificaciones raciales y el ordenamiento de las razas en superiores e inferiores, hace tiempo desechadas por la ciencia. Etapas que crecen en número en los últimos tiempos en particular en lo que se refiere a la vejez, con la generación de nuevas fases diferenciadas y normativizadas de la misma que parecieran dosificar cada vez más su llegada, tenemos entonces una mediana edad, personas maduras, tercera edad, viejos – jóvenes, viejos – maduros, jubilados activos, viejos- viejos… que siguen en la prolongada nominación de innumerables categorías, la resistencia a la vejez acorde con la falta de reconocimiento social cada vez más aguda, de la misma, en una supuesta disolución de las fronteras entre las edades. (Debert, 2010) Etapas que constituyen etiquetas difusas promovidas por los discursos científicos dominantes, de la edad, en sí misma neutral (Morganroth, 2010).

La normalización de los cuerpos, su homogeneización es producto de la mercantilización neoliberal que se articula con la fuerza performativa de los medios y la autoridad de los discursos y prácticas “expertas” de la cirugía plástica, coherentes con la medicalización de la sociedad y en particular de la vejez femenina, y supone la segmentación o fragmentación de los mismos. La masificación en el consumo de moda y de modelos corporales, es consecuencia directa del individualismo moderno y lleva a la normalización normativización, de los cuerpos, que también deben ser producidos de manera serial, lo que paradójicamente resulta en una obsesión por cada parte del cuerpo, así como por lo único y lo original o por la diferenciación, la magnificación de una supuesta individualidad de los estilos vinculada con la libertad de elección que queda limitada exclusivamente al consumo de objetos similares (Trinca, 2004). Para Imbert (2008) la visión gloriosa del cuerpo que se expresa en la moda y en la publicidad, es una compensación de la profunda inseguridad del sujeto posmoderno. El cuerpo pierde absolutamente  cualquier  atribución   de naturaleza para convertirse en un proyecto a transformar, en un paisaje que debe seguir los designios de la moda (Córdoba, 2010).

Fuente:  www.maitena.com.ar

El encarnizamiento “voluntario” inducido por modelos y motivos estéticos, a causa del rechazo del propio cuerpo, creciente con la edad, es parte de la violencia hacia las mujeres, manifestación ya masiva, castigo de las mujeres especialmente hacia sus cuerpos y por tanto de sometimiento al androcentrismo neoliberal. Los medios de comunicación y la publicidad favorecen la reacción escapista ante la inquietud que generan los modelos ideales corporales que se promueven.

Los modelos hegemónicos de belleza han sido fuertemente publicitados por lo cual han generado toda una industria a partir de la creación de la necesidad de ocultar, transformar, resaltar, vestir, cuidar, sugerir y adornar el cuerpo. Los cuerpos siempre resultan ser menos deseables y contratables de lo necesario, especialmente los de las mujeres mayores, como recuerda la consabida y reiterada petición de “buena presencia”, requisito básico para aspirar a cualquier puesto de trabajo por paupérrimas que sean las condiciones laborales ofertadas.

Los modelos corporales son la imagen sobrevalorada de lo que se desea ser y corresponden a ideales estéticos hegemónicos, los medios y la industria de la belleza neoliberal están íntimamente relacionados. La posmodernidad produce etapas intermedias de vejez, esto es, el “desmembramiento del curso de la vida”, cuantas más categorías etarias se crean y más se insiste en su etiquetado, generando estereotipos etarios (Morganroth, 2010) en base al decadentismo que termina impulsando la idea del rechazo total al propio proceso de envejecimiento.

Paralelamente hay un movimiento aparentemente contrario, pero en realidad complementario con lo anterior, la extensión durante largos periodos de la vida, de los comportamientos hasta hace poco, claramente atribuidos exclusivamente a la infancia y una infantilización en aumento de distintos segmentos de población, así como la atribución de comportamientos y gustos adolescentes a personas que con mucho sobrepasan lo que consideraríamos como adolescencia, los actuales grupos de población entre los treinta y  cuarenta con comportamientos de los que observa su “adolescentización”,(Debert, 2010), como la permanencia en la casa familiar, independientemente de situaciones que en casos no permitan su salida, o la búsqueda de una imagen más juvenil.

. La sustitución de términos como “cuarentón” o “cuarentona” por “cuarenta añeros” no sólo se relaciona con el sentido del humor de quienes no se reconocen en las actitudes de la consideración de sí mismas de las personas quienes hace décadas tenían esa edad, sino que traduce la actitud cambiante con respecto a cómo entienden el mundo y el propio proceso de envejecimiento y finalmente remite al rechazo del mismo. La sobrevaloración actual de la imagen es el caldo de cultivo para la moda como señuelo que fomenta el consumo de modelos ideales de belleza y se basa en la renovación constante, de por sí antitética a la vejez como permanencia en el tiempo.

 

Fuente imagen izquierda: Revista del consumidor. http://revistadelconsumidor.gob.mx/wp-content/uploads/

Fuente imagen derecha: Publicidad Advance Style.http://www.amazon.com/

 

 

Fuente: Publicidad del Palacio de Hierro.

http://www.roastbrief.com.mx/2012/06/descifrando-al-palacio-de-hierro/

 

. La moda retro, es una contradicción en los términos que tiene su contrapartida en las imágenes y el discurso, en la vejez-joven, esto es, la vejez negadora de la vejez, en una época que se caracteriza por la generalización de los dobles discursos y los eufemismos. La privatización de la vejez (Debert, 2004) tiene lugar cuando esa parte de la vida se connota desde la ideología consumista e individualista neoliberal, o cuando se trata la vejez desde el gerencialismo característico de finales del siglo XX y del comienzo del XXI, que consiste en la estandarización de las problemáticas sociales tratadas a través de una cultura política administrativa  que  se  generaliza a todas las áreas, como consecuencia  de  la  ausencia descuidada de consumo de todo aquello – medicamentos, aparatos que prometen proporcionar a quien los adquiera un cuerpo atlético, cosméticos, alimentos considerados “sanos” o cirugías- que la publicidad ha convertido en actuales vías de acceso a la fuente de una vejez-joven virtual o una eterna juventud- y que hacen de lo femenino un proyecto disciplinario inviable de transformación corporal.

 

fuente: Publicidad Advance Style.

 https://www.amazon.com/Advanced-Style-Ari-Seth-Cohen/dp/157687592X

 

Es necesario como diría Butler (2010) un vocabulario alternativo para pensar a los sujetos mayores que permita impugnar las etiquetas mencionadas resultado de los discursos hegemónicos, producto de áreas de conocimiento vinculadas con el poder o que en sí mismas son áreas de poder. Esto tiene la posibilidad de producirse en el ámbito académico en el discurso gerontológico, si el análisis del envejecimiento y la vejez cuestiona el marco de los esquemas culturales desde los que se generan estas formulaciones de etiquetas clasificatorias, que reducen o borran otras posibles minimizando y ridiculizando todo lo relacionado con las personas mayores o con la vejez. La inclusión de consideraciones de clase, de género y de raza o etnia, sin duda permitirían un conocimiento más centrado en la realidad de las personas mayores en la actualidad como proponen la segunda y la tercera generación de teóricos del Estado de de bienestar (Tendero, 2012).

 

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[i] Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) organismo público descentralizado de la Administración Pública Federal encargado de evaluar el nivel de pobreza en México.

[ii] Resultados cuestionables a pesar de la diferencia de fecha, si se comparan con los elaborados por más de 140 organizaciones feministas en el informe alterno Beijing +20, del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), según el cual 77 de cada 100 varones en la Ciudad de México están dentro del mercado laboral, contra 42 de cada 100 mujeres, de las cuales 24.7% están incorporadas al sector informal con salarios menores y sin prestaciones que limitan su acceso a jubilación o pensiones en el futuro. http://www.jornada.unam.mx/2016/07/17/capital/027n1cap

[iii] El viernes 15 de julio de 2016, a pocos días de haber sido aceptado por la revista Labrys este artículo, ya en fase de revisión, se publicaban los nuevos resultados de INEGI sobre el ingreso en los hogares mexicanos. El diario La Jornada publicaba las declaraciones de Julio Boltvinik Kalinka, académico especialista en medición de la pobreza, sobre la falta de verosimilitud de los mismos debido a la falta de transparencia metodológica con que fueron obtenidos, con el objetivo de maquillar las cifras de pobreza en el país para “dar la apariencia de que está siendo efectivo el combate a la pobreza”. Declaración que viene a sumarse al rechazo por parte del CONEVAL y a un ya clamoroso descrédito de la institución en este sentido durante los últimos años. http://www.jornada.unam.mx/2016/07/17/economia/018n1eco

[iv] De hecho, este efecto es claramente sugerido por una publicidad engañosa que se viste con los signos de distinción y la credibilidad científica, en ella una conductora de televisión pública mexicana, Lolita Ayala, anuncia medicamentos, enfundada en una bata blanca que evoca el uniforme distintivo del personal de salud. Además de lo anterior los llamados “publirreportajes” tienen una duración mayor en tiempo que los anuncios de marcas comerciales habituales, simulando nuevamente ser reportajes como la ambigüedad de su nombre recuerda, el resultado de todo lo anterior es que la publicidad se hace pasar o se confunde con información.

[v] Agradezco este entre otros comentarios aportados por los alumnos de la especialidad en Administración Gerontológica del seminario de Economía de Envejecimiento del semestre 2016-2 de la UNAM, en las sesiones de debate que forman parte del mismo.

ivi] La OMS modificó, el 27 de abril de 2009, su definición de Pandemia. A partir de este cambio, la enfermedad sólo debe ser identificada en dos países de una misma región para que la clasifique como pandemia. Al respecto, desde su inicio hasta el 15 de septiembre de 2009, murieron de esta gripe 137 personas en Europa y 3.559 en todo el mundo, contra las 40.000 y 220.000 respectivamente, que mueren cada año a causa de la gripe. Lo anterior, según Forcades (2009) significa que la gripe H1N1, era mucho más benigna cuando se declaró la supuesta pandemia, que la gripe de cada año. La declaración de una pandemia, faculta a los Estados para declarar la obligatoriedad de la vacunación contra la enfermedad (Forcades, 2009).

[vii] “En términos de contenido, son más preocupantes las muchas sugerencias que el DSM-V podría dramáticamente incrementar las tasas de trastornos mentales. Esto aparece de dos maneras: Nuevos diagnósticos que podrían ser extremadamente comunes en la población general (especialmente después del marketing de una siempre alerta industria farmacéutica). Umbrales diagnósticos más bajos para muchos desórdenes existentes. El DSM5 podría crear decenas de millones de nuevos mal identificados pacientes “falsos positivos” exacerbando así, en alto grado, los problemas causados por un ya demasiado inclusivo DSM-IV. Habría excesivos tratamientos masivos con medicaciones innecesarias, caras, y a menudo bastante dañinas. El DSM-V aparece promoviendo lo que más hemos temido: la inclusión de muchas variantes normales bajo la rúbrica de enfermedad mental, con el resultado de que el concepto central de “trastorno mental” resulta enormemente indeterminado” advierte Frances Allen, Jefe del grupo de tareas del DSM IV, Psychiatric Times www.psychiatrictimes.com

[viii] Reforma de mercado al sistema de salud impuesta por el Banco Mundial 1995.

[ix] Sobre el particular ver Gascón Delia, De cuerpos conquistados y conquistas de los cuerpos (2008). Labrys Revista de Estudos Feministas n° 14.

[x] México pasó en el periodo 2012 a 2015, de ostentar el quinto lugar al tercero en la realización de cirugías plásticas, sólo detrás de EU y Brasil, según artículos publicados en el diario La Jornada de enero y febrero de los años citados. Como se menciona en tales artículos en los últimos 20 años, las mismas aumentaron en un 80%.

[xi] La denominación ni-ni, popularizada en los últimos años por la televisión mexicana, es una etiqueta peyorativa para los jóvenes que ni estudian ni trabajan.

[xii]El historiador Owen Jones, reflexiona sobre el término Chav, que tendría una traducción aproximada al español como “chusma”, acuñado en los últimos tiempos en Gran Bretaña. Atribuye a la fuerte desigualdad que se viene padeciendo el éxito de esta idea que se extiende socialmente con el impulso de los medios de comunicación. Según el autor no podría justificarse el fuerte aumento de la desigualdad si no se creara un discurso que contrarrestara y justificara la convicción extendida hace unos años de que el que más producía era el que justamente era mejor retribuido (a partir de llamada teoría de la producción marginal), cristalizada en una ideología meritocrática; los grupos ultraconservadores utilizan casos extremos de familias grandes que piden apoyos sociales y viven de ellos para fomentar la envidia exhibiéndolos y haciendo pensar que esto constituye la norma ante los trabajadores que tienen que ocuparse largas jornadas para sobrevivir, satanizando a quienes reciben apoyos como “estereotipo de la clase obrera”. Generalizan así, por otra parte, la opinión de que no existe tal clase, de manera que todos se asuman como clase media porque, producto de tales campañas, se crea y extiende la conexión entre clase obrera con pobreza y nadie quiere verse incluido en esta categoría. Esto fomenta la envidia y la falta de solidaridad entre quienes viven las peores condiciones laborales y la descalificación de los que quedan fuera de la clase media etiquetados como vagos, flojos y maleantes que no quieren trabajar. Todo lo anterior agudiza la segmentación de las poblaciones y provoca el convencimiento de que los problemas son de quienes no quieren afrontarlos, enfrentando a las poblaciones unos contra otros. Todo ello supone individualizar las problemáticas sociales y que finalmente, se pierda su dimensión auténtica.

 

Nota biográfica:

Delia Lucía Gascón Navarro, Delia Lucía Gascón Navarro, profesora durante doce años en la Universidad Estatal del Valle de Ecatepec en el Estado de México, de la Licenciatura en Gerontología, coordinó la línea de investigación Corporalidad, género y vejez. Publica en Plaza y Valdés, junto con su equipo de investigación su último trabajo Construcción social de los cuerpos y la vejez en México. Género y medios de comunicación en el neoliberalismo, en 2014. Actualmente es profesora en el Instituto Politécnico Nacional y en la especialidad en Administración Gerontológica de la licenciatura de Contaduría y Administración de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

 

labrys, études féministes/ estudos feministas
janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016