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janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016

 

Prácticas feministas e imágenes fotográficas en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX

Mirta Zaida Lobato

 

 

Resumen:

El objetivo de este ensayo es analizar espacios y representaciones de las prácticas feministas en las primeras décadas del siglo XX en Argentina, a través de algunas imágenes fotográficas conservadas en el Archivo General de la Nación. Esas fotografías configuran series significativas de prácticas de mujeres y de prácticas feministas y forman parte de las historias de los feminismos en nuestro país. La aparición de las mujeres en las imágenes fotográficas permite reflexionar sobre cómo se articulan las políticas de la mirada, cómo se constituyen representaciones y vacíos significativos de representación y cómo se crean intersticios que facilitan interrogaciones distintas y, como consecuencia, lecturas múltiples de las prácticas feministas. 

Palabras clave. Historia social y cultural, Feminismos, Representaciones, Fotografías, Argentina

 

 

Las historias y genealogías feministas están escribiéndose en diferentes lugares. Recuperar las ideas y las palabras, analizar las trayectorias y las prácticas son algunos de los aspectos puestos bajo la lupa analítica desde diferentes disciplinas. En esta oportunidad intento analizar los registros visuales de las prácticas feministas de las primeras décadas del siglo XX en Argentina. El punto de partida es el trabajo que venimos realizando en el Archivo Palabras e Imágenes de Mujeres (APIM), en el Instituto Interdisiciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde el año 2001 nos hemos propuesto revisitar los archivos fotográficos para buscar las huellas de la presencia femenina en diferentes espacios de actuación.

Aunque parezca obvio decirlo, vale la pena destacar que el mundo contemporáneo se encuentra dominado por una cultura de la imagen que se transmite por medio de fotografías, películas y noticieros y ello plantea numerosos interrogantes. El interés por la imagen y la historia se conjugan en programas de televisión, en documentales, en internet y en libros de historia donde proliferan imágenes de diferente tipo, e incluso en la edición de un número importante de libros de fotografías.  

El rol de la memoria visual para las diferentes generaciones y para la formación de identidades de género y étnicas constituye un desafío para la investigación social y cultural, y corre paralela a las transformaciones de los soportes técnicos que plantean a su vez nuevos problemas teóricos y cuestiones de orden práctico, tal los relacionados con el almacenaje de información (Díaz Barrado, 1998:23-45).

Las transformaciones producidas en el plano del conocimiento histórico que implicó la entrada de las mujeres en la historiografía así como el proceso de institucionalización que significó la conformación de centros de investigación, la realización de reuniones académicas y la edición de numerosas publicaciones constituyen un punto de llegada importante. Sin embargo, consideramos que ese movimiento aunque auspicioso plantea nuevos dilemas, sobre todo a la luz de las derivas epistemológicas y metodológicas relacionadas con los estudios de género y los feminismos. Desde nuestro punto de vista un interrogante clave sería cómo recuperar, analizar y preservar la memoria histórica tanto de las mujeres (nuestra historia) como la del movimiento feminista. No se trata solamente de llenar las lagunas, los vacíos de la historia sino de unir las memorias de las mujeres, no olvidar la lucha del heterogéneo movimiento feminista y encontrar los lazos del pasado con el presente. Según Rosi Braidotti esto plantea el problema de la constitución de genealogías dentro del movimiento feminista, de las relaciones entre las generaciones y particularmente de las políticas de memoria (Braidotti, 1999).  Dentro de estas últimas se incluye la constitución de archivos, o la transformación de los antiguos sistemas de catalogación para borrar sus marcas androcéntricas.

Ahora bien, todos los documentos (incluso los visuales) se inscriben en un movimiento más amplio relacionado con memorias en pugna y con historias de la memoria. Uno de los aspectos cruciales de la memoria es su selectividad. Aunque esto fue reconocido por muchos estudiosos, ese carácter selectivo raramente fue tomado por las instituciones que conservan el patrimonio histórico, social, político y cultural. Un claro ejemplo de esta realidad lo constituye la situación de los archivos públicos en Argentina. El Archivo General de la Nación, los archivos provinciales y municipales fueron creados para servir a la reconstrucción histórica de los estados. La información que poseen dice mucho sobre las administraciones coloniales, los repartimientos de tierra, la fijación de los límites territoriales, las relaciones exteriores, el movimiento de las aduanas, los actos de gobierno y las relaciones interprovinciales. Guardan también notas, cartas y fotografías de las figuras prominentes de la política nacional y provincial. Sin embargo, resulta difícil revisar esos materiales buscando las huellas femeninas con los criterios androcéntricos de catalogación. Las mujeres prominentes aparecen en tanto acompañantes de los varones destacados y las menos conocidas no se registran por lo que permanecen en las sombras. Además, sin la información adecuada, la tarea de investigación se convierte en una labor ardua y complicada. Abundan las anécdotas sobre las búsquedas infructuosas en sobres y cajas diversas almacenadas en las estanterías de un archivo.  Una vez encontradas las imágenes, ellas pueden ser analizadas como particulares objetos de la representación visual, ser interrogadas sobre los modos de representar los cuerpos generizados y ser colocadas en redes de significación, incluso aunque la información sobre sus productores sea insuficiente.

Con algunas de estas ideas como trasfondo intentaré analizar espacios y representaciones a través de algunas imágenes que forman parte de un conjunto más vasto y, que por lo tanto, constituyen series significativas de prácticas de mujeres y de prácticas feministas. Esas prácticas dan cuenta de la presencia ineludible, conflictiva y contradictoria de las mujeres en diversos espacios de actuación pública y política.

Espacios y representaciones son núcleos importantes en la reflexión feminista. Griselda Pollok ha destacado que esos espacios se viven como posiciones en el discurso y en las prácticas sociales. También ha enfatizado que “son el producto de un sentido vivido de localización, movilidad y visibilidad social, dentro de las relaciones sociales de ver y ser vista. Moldeados dentro de las políticas sexuales del acto de mirar, demarcan una organización social particular de la mirada, que en sí misma trabaja para asegurar un orden social particular de diferencia sexual” (Pollock., 2013:128). El análisis de los espacios públicos es relevante para considerar la dimensión política de la acción, de la palabra, de la mirada. Por eso en este texto voy a privilegiar algunos espacios (el sindicato y la calle) que me permiten pensar, rostros, cuerpos y actos de los feminismos que operaban en la sociedad argentina en las primeras décadas del siglo XX.

Ver, mirar, mostrar, aparecer son palabras que se han extendido últimamente para analizar diversos, cooperativos y conflictivos repertorios visuales.  La explosión de la circulación de imágenes ha obligado a reflexionar sobre su estatus, lo que vemos y lo que nos mira según la expresión acuñada por Didi-Huberman.  Según este mismo autor hay “pueblos” que “están expuestos por el hecho de estar amenazados, justamente en su representación –política, estética- e incluso, como sucede con demasiada frecuencia, en su existencia misma” (Didí-Huberman, 2014:11).  Las mujeres forman parte de ese amplio y homogeneizador concepto de “pueblos”. La aparición de las mujeres en las imágenes fotográficas desde fines del siglo XIX permite realizar varios recorridos para dar cuenta de cómo se articulan las políticas de la mirada, cómo se constituyen representaciones y vacíos significativos de representación y cómo se crean intersticios que facilitan interrogaciones distintas y, como consecuencia, lecturas múltiples ancladas en los conflictos y las diferencias.

 

El retrato de grupo: trabajo y participación gremial

El retrato de grupo constituye un camino para analizar la entrada de los rostros en tanto identidades en el encuadre de la imagen. Desde el último cuarto del siglo XIX la transformación social, económica, política y cultural de la Argentina hizo posible la aparición pública de la figura del “trabajador”, como comunidad y humanidad obrera, con sus manifestaciones, acciones colectivas y uso de la palabra. Esa idea de comunidad y humanidad de la palabra “trabajador” parecía incluir a las mujeres aunque un recorrido por la prensa obrera de la época nos diera cuenta de las tensiones y contradicciones que elloimplicaba . (Lobato, 2009).

“La afluencia femenina –a las reuniones gremiales- sólo existe cuando el programa cuenta con un número, la danza, el baile”, escribían en el periódico anarquista La Protesta el 29 de junio de 1907. Críticas o quejas por la “ausencia femenina” en el sindicato y en las manifestaciones callejeras abundan en periódicos socialistas, sindicalistas y comunistas, del mismo modo que eran cuantiosos los llamados a su organización y participación.  Los trabajadores ocuparon el espacio público desde fines del siglo XIX cuando se multiplicaron las huelgas y las manifestaciones en ciudades como Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca.  Las publicaciones periódicas han informado sobre esos eventos. Las crónicas iban acompañadas por las fotografías, sobre todo en aquellas publicaciones que contaban con los recursos económicos y técnicos.

El Archivo General de la Nación atesora toda una serie de retratos de grupo en las sedes de las organizaciones sindicales.  La imagen que sigue (Figura 1) fue tomada en algunos de los locales gremiales que funcionaban como espacio para las reuniones de diferentes gremios y para la edición de los periódicos obreros. Los varones están elegantemente vestidos y ocupan la mitad del cuadro. El grupo de mujeres ilumina la escena con sus blusas blancas. Son muy jóvenes y hasta se distingue una niña. Los niños trabajadores rodean a los adultos. En el fondo descuella un retrato de Carlos Marx lo que permite suponer un ámbito socialista. Tres de los retratados tienen un periódico en sus manos, algo habitual entre los trabajadores, como he demostrado en mi estudio sobre la prensa obrera en Buenos Aires y Montevideo (Lobato, 2009).

La fotografía fue tomada durante la huelga de “cigarreros” de 1904. La industria del cigarrillo se había expandido hacia fines del siglo XIX, aunque se puede afirmar que la producción de cigarros es más antigua y que estaba en manos de mujeres que trabajaban en sus hogares. El censo industrial de 1881 ya registra esa expansión y el alto porcentaje de trabajadoras mujeres. En general, alrededor del 60 % del personal era femenino en esta actividad y ellas están presentes en las fotografías industriales que aparecen para la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. También el número de niñas era importante y en algunos diarios se destaca que las niñas de “caritas risueñas” trabajaban muchas horas. En esta industria, como en el rubro de la alimentación y en el textil, el trabajo de las mujeres se diferenciaba del de los varones no sólo porque había una clara separación de las tareas masculinas y femeninas sino también por el salario. En la industria cigarrera el trabajo femenino era a destajo con las implicancias de precariedad e inestabilidad y los salarios eran infinitamente inferiores que los de sus compañeros varones.

Figura 1: “Huelga de cigarreros”, 1904, Archivo General de La Nación

 

Desde fines del siglo XIX se sucedieron demandas por mejoras en las condiciones de trabajo. En 1896 se produjo una huelga de cigarreros; varones y mujeres en las industrias porteñas reclamaron un aumento de salarios y su uniformidad para todos los establecimientos. A la presentación del petitorio y declaración de la huelga le siguió la realización de asambleas para debatir la marcha del conflicto. En la huelga y en las asambleas participaron muchas mujeres. 

Según el cronista del periódico socialista La Vanguardia del 21 de marzo de 1896, a pesar de que las mujeres participaban de las reuniones “ninguna se atrevió a expresar sus ideas con respecto a varios puntos que se discutían”. La palabra dicha era un elemento importante de las reuniones obreras y ellas servían para exponer públicamente cada situación laboral como para convencer a los otros de la justicia del reclamo. En las asambleas, como en los actos callejeros, hablaban quienes se sentían seguros con el uso de palabras, eran hombres que se habían ido acostumbrando a expresar sus ideas y hasta pronunciar voces encendidas contra la explotación. La inmensa mayoría, varones y mujeres permanecían en silencio, pero sólo el silencio femenino era visto como expresión de temor.

Las fábricas de cigarrillos fueron el escenario de numerosas protestas a comienzos del siglo XX. Por ejemplo, en mayo de 1904 las empaquetadoras de la fábrica “La Generosa” pararon por aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo, demandas que fueron obtenidas. En julio paró todo el personal por mejoras generales y más tarde se incorporaron también las maquinistas. Esta vez no consiguieron lo que solicitaban pero, en el mes de octubre, la Sociedad General de Tabaqueros adherida a la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) declaró el boicot a todas las marcas de cigarrillos de “La Generosa” por someter a las “obreras a un reglamento de arbitrariedades imposible de cumplir”; además consideraban que el mal trato que recibían era muy grande y por eso pidieron que la sociedad interviniera para “hacer más llevadera la vida en aquella cárcel”. ([1]) Las empaquetadoras de cigarrillos de “La Favorita” realizaron otra huelga por aumento del 20 % en los salarios y 6 delegadas fueron expulsadas. ([2])

En septiembre de ese año paralizaron el trabajo por aumento de salarios y mejor trato las obreras de la fábrica de toscanos “Garello e Agrifoglia”. El dueño de esta manufactura era de origen italiano y, como otros empresarios de ese origen, hizo venir a las cigarreras especializadas de Italia con un contrato de trabajo por siete años que sólo podían rescindirlo a los 56 meses, en cambio los patrones podían desistir a los 28 de meses de ser iniciado. La compañía les exigía además una garantía en dinero por el cumplimiento del contrato. El dinero les era retenido del sueldo y si una obrera abandonaba el trabajo antes de finalizar el acuerdo perdía el depósito. También se le descontaba del sueldo el costo del pasaje. Luego de una semana de protesta lograron el 20 % de aumento y premios por producción pero no consiguieron anular los contratos. ([3])

El año 1904, fecha en que se tomó la fotografía, se destaca por la magnitud de la movilización de los trabajadores, varones y mujeres, que produjo un fuerte impacto en la prensa, tanto en la más afín a los obreros, como la anarquista y socialista, como en las empresas periodísticas. La Protesta dedicó tres notas editoriales bajo el título de “Acción femenina” y como era habitual en los periódicos de esta orientación se recalcaba tanto la “actitud decidida de la mujer obrera” como los deseos de “emancipación social y mental de la mujer que debe ser considerada como fundamento y germen”, para agregar que “la exigencia revolucionaria tiene que penetrar en la conciencia femenina previamente a imponerse en la conciencia universal.  Es en este sentido que ha de ser apreciada la actitud de las obreras en las agitaciones huelguísticas”. Como en otras notas, al mismo tiempo que se destacaba la participación en los conflictos se subrayaban las dificultades.  “Llegaron como a remolque (…) carecían de organización precedente” -escribían los cronistas- y terminaban denunciando a los patrones pues eran refractarios a incluir a las obreras dentro de los acuerdos con el argumento de que las mujeres no formaban parte de las sociedades de resistencia, de modo que no podían ser beneficiadas. Proclamaban también la necesidad de una organización más fuerte, con ideas claras; decían que se “trataría de hacer viable una liga feminista (…) sin sujetarse a ninguna superioridad pseudo protectora que la distraiga de sus fines fundamentales”.  ([4])

Cuando los reclamos se acallaron afloraron en las páginas de La Protesta las quejas: “la mujer permanece inactiva, inmóvil, aislada, como mero espectador del combate. Y raras, muy raras y muy dignas, y muy encomiables son las que ocupan su puesto debido, esgrimen armas y se lanzan a la arena candente del combate (…) las agrupaciones de hombres abundan y dan constantes señales de vida, mientras que escasísimas son las sociedades femeninas”.  El tono de esta nota no era infrecuente y la “indiferencia femenina” terminaba con reproches a los varones ácratas que no las “conducían” a las conferencias y reuniones condenándolas a la esclavitud “del trapo bandera de la propiedad y sumisas siervas de confesionarios”. Para colmo –decían- que las pocas que asistían a las reuniones lo hacían atraídas por el incentivo de la danza, tal como destaqué al inicio de esta sección.

En las primeras décadas del siglo XX los movimientos de protestan crecían y se aletargaban. Los niveles de participación en las huelgas variaban. Los estudios sobre el movimiento obrero debaten sobre niveles de participación en los conflictos y sectores de actividad sin realizar desagregaciones que permitan dimensionar diferencias de género y de edad. Es cierto que la información a veces no es adecuada, pero un examen cuidadoso de las estadísticas oficiales ayudaría a matizar interpretaciones generales. De acuerdo con las estadísticas relevadas por el Departamento Nacional del Trabajo entre 1907 y 1943 el número de huelguistas mujeres, varones y niños (en este último caso sin desagregar por sexo) no es muy discordante, de modo que no se puede afirmar que los varones fueran más participativos y que las mujeres hayan sido indiferentes frente al conflicto laboral.  De hecho, también las fotografías de la época ponen en discusión cualquier lectura sesgada sobre los niveles de participación masculinos y femeninos en los conflictos.

  Los motivos de las protestas se reiteran: jornada de 8 horas, aumento de sueldos, solidaridad, mejores condiciones de trabajo, aunque aparecen algunas novedades relacionadas con las transformaciones en las actividades industriales y en la estructura ocupacional de mano de obra femenina. La introducción de maquinarias en muchas actividades modificó la relación laboral y la cantidad de la fuerza de trabajo ocupada. En el caso de las cigarreras fue visible su reacción opositora a la introducción de máquinas. Por ejemplo, en 1915, más de 600 empaquetadoras de la “Compañía Argentina de Tabacos” fueron a la huelga. Dentro del contexto de las protestas mujeriles de la época se trata de un conflicto peculiar pues fue una clara oposición a la introducción de máquinas que reducían drásticamente el número de trabajadoras. En muchos periódicos gremiales la denuncia de la incorporación de maquinarias y del fenómeno de la desocupación era un tema importante pero fueron pocas las huelgas en las que la máquina fue el centro de las protestas.  La acción colectiva de las cigarreras puede considerarse como paradigmática de este tipo de conflicto laboral.

El conflicto se originó en la “Compañía Argentina de Tabacos”, una empresa cuasi monopólica que poseía varias fábricas de cigarrillos y cigarros en el país. Las mujeres reaccionaron inmediatamente a la introducción de las máquinas empaquetadoras y se movilizaron fuera de la fábrica donde fueron reprimidas con chorros de agua a presión y armas de fuego. Las demandas eran precisas: retiro de las máquinas de empaquetar; readmisión del personal que formó parte de la movilización; libertad de las personas detenidas, despido de los que habían ido a trabajar y reconocimiento de la organización gremial. La empresa respondió con una contrapropuesta que fue aceptada por los maquinistas Bonsak, en cambio las empaquetadoras decidieron continuar con la medida de fuerza que obstinadamente se mantuvo hasta septiembre de 1916.

No me interesa desarrollar los detalles del conflicto y las confrontaciones ideológicas entre anarquistas y socialistas, ellas pueden seguirse en otro texto (Lobato, 2007:117-206), lo que sí es importante destacar es que estas mujeres reclamaban por derechos que compartían con los trabajadores varones y por otros que eran propios de las mujeres. Ese carácter específico estaba relacionado con los malos tratos, el acoso sexual, la introducción de tecnologías que volvían sus tareas obsoletas.  Al hacerlo estaban dándole forma a unos derechos particulares que se sumaban a los generales sobre las 8 horas de trabajo y las mejoras salariales. Estaban poniendo en escena unas prácticas feministas que han sido poco analizadas como parte de los movimientos feministas.

La fotografía de los y las huelguistas de 1904 se inscribe en movimientos de acción colectiva en el mundo del trabajo que contaron con la activa participación de las mujeres. Al mirar y evaluar la imagen de las cigarreras es posible pensar y analizar el juego entre centro y descentramiento que, desde otro punto de vista y perspectiva disciplinar, aparece en las reflexiones de María Luisa Femenias sobre los feminismos de América Latina (2016). La imagen coloca en el centro a la figura del trabajador, a los trabajadores, y supone que no hay exclusión de las mujeres pues los rostros femeninos están expuestos. Sin embargo, lo que no entra en el cuadro es la producción de jerarquías en el mundo del trabajo dentro de la categoría “trabajadores”. Lo que tampoco entra es la diferencia pues las mujeres demandaban de acuerdo a unas necesidades que no podían unificarse en las peticiones del conjunto de los trabajadores.  Es necesario producir un des-encuadre de la imagen, del mismo modo que es necesario de-construir las palabras y los sentidos dados a las labores femeninas y masculinas en cada época. Al denunciar los malos tratos, el acoso sexual y la introducción de nuevas tecnologías que las dejaban sin trabajo y sin salario, las obreras estaban colocando en el centro de la escena unas demandas específicas, denunciaban injusticias y discriminación, actuaban para modificar situaciones y lo hacían reconociéndose como mujeres. Actos, palabras y reconocimiento de situaciones de injusticias daban forma a sus prácticas feministas.

 

“Ninguna se atrevió a expresar sus ideas”: el valor de la palabra dicha

“Ninguna se atrevió a expresar sus ideas con respecto a varios puntos que se discutían” escribían en La Vanguardia en 1896, cuando informaban sobre una asamblea de trabajadores de la industria de cigarrillo. En 1942 Dora Genkin, dirigente textil, le decía a sus compañeros de la Confederación General del Trabajo en un congreso: “Es realmente lamentable comprobar que en este Congreso se tiene el concepto primitivo de la mujer: que friegue los platos, lave la ropa, y cuando grita sus derechos, el marido o el hermano le hablarán para que no se haga ilusiones”. La oportunidad de hablar y ser escuchada es lo que une a las dos citas pero ¿qué significa hablar?

Otra imagen: Tomasa Cupayolo habla frente a los estibadores en huelga en 1904 (Figura 2). Esta fotografía nos enfrenta “a la parte de los sin parte” o a las formas de “los repartos estéticos”, según palabras de Rancière (2011).  Estamos nuevamente frente a un retrato de grupo donde el foco se concentra en la audiencia masculina de los estibadores portuarios. Estaban reunidos en el Teatro Iris, ubicado en el barrio proletario de La Boca. Una historia de los teatros porteños tendría que poner la lupa en este espacio arquitectónico, social y cultural porque fue el escenario no sólo de bailes y funciones teatrales sino también de numerosas asambleas obreras y mitines políticos.  En la foto se observan claramente la ornamentación del salón y los palcos. Ellos están colmados de personas, todos varones. En el escenario se recorta la figura solitaria de Tomasa Cupayolo. Está de espaldas, los puños cerrados, erguida. Su rostro y sus palabras se nos escapan pues no quedaron registrados por la cámara. La presencia de su figura frente a esa audiencia puede leerse como un emergente del inconsciente óptico Benjaminiano. Ella entra en el foco a pesar de la intencionalidad del fotógrafo atento a la presencia masculina como puede verse también en otras fotografías del mismo evento.

Figura 2: La dirigente socialista Tomasa Cupayolo en el teatro Iris de La Boca, durante la huelga de estibadores portuarios, 1904,

Archivo General de La Nación

 

Hablar en público no es fácil sobre todo para quien no está entrenado a exponer y sostener ideas, a utilizar diferentes recursos para atraer la atención de los presentes, a utilizar la voz para llegar a los oídos de todos los asistentes. En la segunda mitad del siglo XIX, la figura del tribuno de la plebe estaba extendida como parte de unas prácticas políticas que necesitaban del poder de la palabra para convencer a los otros. A principios del siglo XX pronunciar discursos frente a amplias audiencias se había extendido con la proliferación de reuniones, asambleas y manifestaciones obreras.

Es posible imaginar la tensión provocada por esa exposición pública y las sensaciones físicas como el aceleramiento de los latidos del corazón y la sequedad de la boca. Los varones estaban entrenados en estas lides. Martín Albornoz (2012) ha analizado los encuentros de controversias entre anarquistas y socialistas como parte del debate político ideológico de la época.  Esas controversias implicaban hacer un uso correcto del lenguaje, organizar los temas y la exposición, y explicar claramente las ideas para convencer a los presentes. Las controversias pueden ser consideradas escuelas para la militancia y ámbitos de sociabilidad predominantemente masculinos. Pero la imagen nos devuelve la figura de una mujer hablando. No tenemos datos biográficos de Tomasa Cupayolo que nos permitan seguir su trayectoria. No figura ni en el diccionario biográfico de las mujeres (Sosa de Newton, 1986), ni en el de la izquierda (Tarcus, 2007), ni en las breves biografías de militantes sindicales realizada por Ricardo Falcón y otros estudiosos (Lobato, 2014).  De modo que la imagen nos habla de una alteridad. La mujer habla pero su rostro no se ve. Por un lado la fotografía potencia una significación: el poder decir y el efecto que podría producir en esa audiencia. Por otro, al reducir la figura de Cupayolo a su contorno la desvincula de lo visible y desvía la mirada hacia la audiencia. La imagen es ambivalente pues el foco produce un sentido al mismo tiempo que deshace la acción y sus efectos. Lo visible y lo invisible están enlazados.

Lo invisible, el rostro, se torna evidente en otra fotografía. Como es conocido desde fines del siglo XIX, los trabajadores hacían pública su presencia cada 1º de mayo. Ese día se multiplicaban los actos que recordaban a los caídos bajo la “explotación capitalista”. Era un día donde estallaban también las competencias políticas e ideológicas y cada grupo organizaba su propio acto. En la figura 3 una mujer ocupa el centro de la escena, pero esta vez el foco de la cámara la ilumina. No sólo su figura se recorta en medio de una multitud masculina sino también es posible identificar su rostro, no su nombre pues no se tiene esa información. Unos papeles parecen orientarla en su oratoria. Insisto en la importancia de la posibilidad de hablar, de ser escuchada, de la presencia de una audiencia receptiva. La imagen plantea también un dilema ¿dónde está la audiencia femenina? No es una cuestión irrelevante porque en todo caso la audiencia también orienta las palabras, y si el hablar genera un diálogo, el diálogo entre iguales parece estar obturado por la masiva presencia de los varones que registra la cámara fotográfica. Este dilema no tiene respuesta, la fotografía es muda y su contexto exiguo, por eso solamente destaco las prácticas feministas de hablar, de intentar convencer y de presentar las ideas públicamente.

Figura 3: Una mujer habla en el acto del 1º de mayo de 1929 organizado por la Unión Sindical Argentina,

Archivo General de la Nación.

 

 

Cuerpos políticos: mujeres en el espacio público

Las escenas que siguen, donde se observan las muchedumbres fotografiadas son expresiones de un estilo documental de la imagen fotográfica y de unos encuadres que permiten “constatar un presente visible”, según la idea desarrollada por Didí –Huberman (2014:124).  Mujeres en las calles, manifestando por diferentes motivos, demandando reparaciones sociales forman parte del presente de principios del siglo XX en una ciudad como la de Buenos Aires. La ocupación del espacio público muestra una compleja coreografía de la protesta social y de sus participantes. De acuerdo a lo analizado en otro texto, las manifestaciones implican modos específicos de apropiación del espacio urbano (plazas, calles, estaciones de trenes, parques) y acciones humanas que expresan resistencias y expresiones de identidad (Lobato, 2011:12).

El arco de las acciones colectivas de mujeres no sólo abarcó a las relacionadas con el mundo del trabajo. Como he señalado en la primera sección, los obreros organizados se quejaban frecuentemente del carácter pasivo que ellas tenían frente a la actividad gremial. En esa sección he destacado a partir de una fotografía, pero no sólo de ella, que las mujeres se sumaron a las huelgas organizadas por sus compañeros varones y hasta protestaron oponiéndose a las decisiones de los obreros varones como en la huelga de las cigarreras contra la introducción de maquinarias. La idea de que “la mujer permanece inactiva, inmóvil, aislada, como mero espectador del combate” era paralela a la construcción de los “héroes proletarios”, quienes se enfrentaban con el capital para transformar la situación social.

Si estas ideas entraban en conflicto con la información registrada por la prensa, si desnudaban las contradicciones de la prensa obrerista y gremial sobre el rol de las mujeres en el trabajo y en las protestas, las fotografías, en su carácter de documentos visuales, colocan en el espacio público a las mujeres conformando un sistema de “evidencias sensibles”que amplifican las prácticas feministas.

Las figuras 4 y 5 constituyen claros indicios de la movilización de las mujeres y de sus hijos e hijas en defensa del hogar. El tema del acceso a la vivienda constituye un aspecto clave de la vida de las personas hasta el presente. Vivir dignamente es el deseo de muchas personas privadas de adecuados servicios e infraestructura. Los procesos de urbanización acelerada, especulación inmobiliaria y migraciones de población están en la raíz de un problema cuya solución requiere también la activa participación del Estado.

La huelga de inquilinos fue un gran movimiento de los habitantes de los conventillos (viviendas de alquiler colectivas) que tuvo lugar en 1907 en las ciudades de Buenos Aires y Rosario. Demandaron básicamente una rebaja en el precio de los alquileres. Varones, mujeres y niños no sólo protestaron sino que también resistieron los desalojos.  En la serie de fotografías conservadas en el Archivo General de la Nación, los rostros y cuerpos femeninos se multiplican: las mujeres protestan en la calle, amenazan con sus escobas con barrer a los propietarios y/o administradores abusadores, negocian con las autoridades. Lo privado (el hogar) se convierte en público. Defendieron un territorio cuya integridad consideraban que estaba amenazado por el costo de los alquileres y el desalojo de las familias más pobres. En la figura 4 las mujeres bloquean el ingreso a un conventillo, la que sostiene la escoba mira desafiante a la cámara y seguramente a la policía, en la segunda fila se sostienen y apoyan mutuamente, una de ellas tiene los puños crispados. En la figura 5 las escobas ordenan a los manifestantes, niños y niñas desbordan las líneas imaginarias del espacio de la protesta. Las mujeres madres llevaban a sus hijas a la marcha, educando con el ejemplo.     

Figura 4: Manifestación de las escobas durante la huelga de inquilinos en Buenos Aires, 1907.

Archivo General de la Nación

Figura 5: Otra escena de la manifestación de las escobas durante la huelga de inquilinos en Buenos Aires, 1907.

Archivo General de la Nación.

 

La defensa del hogar “proletario” y de las condiciones de vivienda era una de las facetas de un movimiento más extendido que iba de la fábrica, el taller y el hogar a las calles para impulsar demandas por derechos. Es cierto que la presencia de los y las trabajadoras en las manifestaciones no fue (ni es previsible) pero, aún con intermitencias, la presencia de manifestantes en general y de las mujeres en particular hizo evidente la capacidad de organización para articular públicamente diferentes demandas.En estrecha vinculación con la capacidad de todos los trabajadores para organizarse y reclamar mejores condiciones de vida y de trabajo se realizaron numerosas huelgas y se organizaron manifestaciones y conmemoraciones cada 1º de Mayo. Como es sabido, esa era una fecha importante para las organizaciones obreras y fue el corazón de diversas competencias discursivas, prácticas y simbólicas entre las diferentes corrientes que buscaban organizar y dirigir al movimiento obrero desde 1890 en la Argentina. Algunas de las manifestaciones terminaban con la acción de la represión oficial y así sucedió el 1º de mayo de 1909 durante la manifestación organizada por los anarquistas. La represión provocó la dispersión de la muchedumbre y la declaración de una huelga general que mantuvo en vilo a la ciudad de Buenos Aires durante una semana. El análisis del desarrollo del conflicto es interesante (Frydenberg y Ruffo, 1992) pero en esta oportunidad quiero destacar que la protesta tenía como objetivo reclamar por el respeto a los derechos de reunión y de libertad de prensa consagrados por la Constitución Nacional. La manifestación y huelga posterior buscaba también poner un freno a la represión que había dejado muertos y heridos, a la clausura de los locales de trabajadores y a la detención de dirigentes y activistas. En suma, derechos y libertades democráticas.

La fotografía que pone en foco la dispersión de manifestantes por la acción represiva congela a su vez la imagen de la mujer portando un estandarte, resguardando uno de los símbolos de la identidad de la protesta. La fotografía contribuye a construir un modo de ver las prácticas de transformación social y política de las mujeres como parte de una iconografía de la “revolución”. Se emparenta con otras imágenes como por ejemplo la realizada por Tina Modotti en 1928 en México. Su mujer con bandera negra anarco sindicalista es otro indicio de construcción y difusión de modos de ver el compromiso político. Pero la imagen de la mujer revolucionaria fue convertida en una imagen común, en un estereotipo, mucho tiempo después de su toma. Al volver la vista sobre la fotografía de la porta-estandarte de la manifestación en Buenos Aires de 1909 y, esforzándonos por de-construir el estereotipo de la revolucionaria, aflora lo que esa fotografía es capaz de exponer y documentar. Porque ella está hablando de la voluntad de formar parte de un colectivo, de una comunidad de manifestantes y de una comunidad de mujeres que se expresaba políticamente en las calles. Se inscribe por lo tanto en nuestra memoria política.

Figura 6: Manifestación del 1º de mayo de 1909, Archivo General de la Nación.

 

El intento de analizar las prácticas feministas que emergen de las imágenes adquiere otro matiz en la figura 7. Ella registra las manifestaciones por la paz que tuvieron lugar en la ciudad de Buenos Aires. En una ciudad cosmopolita como ésta algunos acontecimientos europeos adquirieron mayor significación. Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial se debatieron las causas, el papel de los estados nacionales y la posición que debían tomar los trabajadores. Las calles de Buenos Aires fueron el escenario de movilizaciones de oposición a la guerra primero, y de algarabía cuando ésta finalizó (Lobato-Palermo, 2011, 50-57). Mujeres y familias con niños y niñas participaron de las movilizaciones en particular las organizadas por el Partido Socialista. El Centro Socialista Femenino convocó especialmente a las mujeres trabajadoras. Las pancartas llamaban al principio a combatir la guerra, por la libertad y cuando ésta finalizó en memoria de los caídos.  Entre las imágenes conservadas en el Archivo General de la Nación hay dos que se destacan. En una, se retrata un grupo de manifestantes en oposición a la guerra y en ella se recorta la figura de una mujer hablando ante una audiencia masculina, y ya he señalado la importancia de la palabra dicha en público a través del análisis de otras imágenes. En la otra, la seleccionada para este ensayo (Figura 7) muestra un grupo de mujeres que marcha aplaudida por la multitud. Una joven abre los brazos uniéndolos con la bandera, seguramente roja. Hay un orden visible: las columnas marchan rodeadas por otros manifestantes, banderas y pancartas identifican y exponen las demandas. Me interesa destacar lo visible de la imagen: un compromiso vital con la paz entre los pueblos y el trabajo codo a codo contra las violencias de las guerras.

Figura 7: Manifestación socialista celebrando el fin de la Primera Guerra Mundial, 1918.

Archivo General de la Nación

 

Mirar las imágenes no es tarea sencilla pues ellas no sólo no son un mero reflejo de la “realidad” sino porque enlazan lo visible y lo invisible presente en la mirada; porque se vinculan con las palabras y con las expectativas de los productores de imágenes, en este caso, los fotógrafos, y con los observadores contemporáneos y futuros. Desde mi punto de vista estas fotografías dicen mucho más de lo que aparece a simple vista. Para poder leerlas necesitamos reconstruir el evento en el que están insertas y, al hacerlo, las colocamos en una red de significados relevantes para el análisis de las prácticas feministas. Como dice Azoulay (2008:17) no es sólo un ejercicio de apreciación estética sino una herramienta ciudadana y una obligación para con las otras, las que ya no están para reclamar un lugar en la agenda y en la historia feminista. Apropiándome del concepto de contrato civil de la fotografía formulado por esta autora comparto su idea de la importancia de intentar anclar en el espectador “el deber civil para con las personas fotografiadas que nunca terminaron de estar ahí”. Las mujeres trabajadoras buscaban organizarse para reclamar por su derecho a ser respetadas, por mejores condiciones de vida, por ser escuchadas, por libertades civiles. Sus prácticas eran feministas pues buscaban el respeto de su identidad y el deseo de cambio social.  Las fotografías que he analizado nos empujan a incluirlas en las historias de los feminismos en nuestro país, porque las prácticas feministas forman parte de ese pasado y de nuestro presente. Nos impulsan a desarrollar una comprensión más amplia y matizada sobre lo que podemos incluir como partes de nuestra propia historia.

 

Bibliografía

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nota biográfica

Mirta Zaida Lobato es doctora en Historia, profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Su área de investigación es el mundo del trabajo (cultura, relaciones de género e instituciones estatales laborales). Es fundadora y miembro del Consejo de Dirección de Mora (Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género). Ha sido investigadora visitante en universidades del país y en el extranjero y ha recibido varios premios y becas de investigación de instituciones de prestigio. En 2006 recibió la beca Guggenheim.

Ha publicado numerosos artículos en el país y en el extranjero. Entre sus libros se pueden mencionar: La prensa obrera (Edhasa 2009), Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960 (Edhasa, 2007), La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Prometeo, 2001 y 2004), Atlas Histórico de la Argentina (Sudamericana, 2000), La protesta social en la Argentina (FCE, 2003), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX (Biblos, 2011), Cuando lasmujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX (Biblos, 2005).


 

[1] La Protesta, 21 y 27 de julio y21 de octubre de 1904.

[2] La Protesta, 15 al 18 de junio de 1904

 

labrys, études féministes/ estudos feministas
janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016