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janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016

Dos paradigmas del cuerpo:

En búsqueda de un locus para el “sujeto”

María Luisa Femenías

 

Resumen:

En este trabajo ensayo algunas respuestas a la pregunta de Rosi Braidotti ¿Qué cuerpo? y ¿Qué es el cuerpo? (1994) a partir de la comparación de dos posiciones tan disimiles como la de Unbearable Weight de Susan Bordo y la de Bodies that Matter de Judith Butler, Ambas filósofas, de diferente modo, se inscriben en una línea que intenta suturar la tradicional dicotomía alma(mente)-cuerpo. Remontándome al tradicional enunciado de John Locke, sobre la primera propiedad de toda persona en su propio cuerpo y, siglos después, las afirmaciones de Michel Foucault, para quién los ideales del alma son la cárcel del cuerpo, ensayo una mirada crítica. Tanto Bordo como Butler abordan posiciones donde el tema del cuerpo (o de la corporalidad) se aparta del dualismo tradicional, abriendo la pregunta a nuevos sentidos que exploro brevemente.

Palabras-clave: cuerpo, dualismo, sentidos;

 

En el año 1993, en EEUU, se publican dos libros muy importantes vinculados a la noción de cuerpo: Unbearable Weight de Susan Bordo y Bodies that Matter de Judith Butler.[1] Ambos, de diferente modo se inscriben en la línea de sutura de la tradicional dicotomía alma(mente)-cuerpo. Si por un lado, John Locke había enunciado que la primera propiedad de toda persona es su propio cuerpo, siglos después, Michel Foucault sostenía que los ideales del alma son la cárcel del cuerpo. Siguiendo, cada una a su modo, estas propuestas cobran nuevo sentido ante la pregunta de Rosi Braidotti ¿Qué cuerpo?, y ¿Qué es el cuerpo? (1994). Este trabajo pretende dar cuenta, brevemente, de cómo ambas posiciones abordan el tema del cuerpo (o de la corporalidad) desde un punto de mira ajeno al tradicional dualismo mente=alma-cuerpo.   

I.

El canon filosófico tradicional ha inscripto, como sabemos, el problema del cuerpo en términos de la dupla cuerpo-alma, que la modernidad reeditó en el marco mente-cuerpo. Indistintamente del modo en que históricamente se hayan abordado ambos conceptos, ese dualismo se mantuvo por milenios. Retomando un epígrafe atribuido a Whitehead ―“la consustancialidad del cuerpo”― Susan Bordo establece que la construcción dominante en filosofía reconoce esa suerte de doble filo. (1993). Por un lado, el alma-mente que retiene y regula al cuerpo (en el sentido foucaultiano de “los ideales del alma son la cárcel del cuerpo”); y, por otro, el cuerpo como “una propiedad” (en el sentido lockeano de “la primera propiedad de una persona es su propio cuerpo”). En ambos casos, se lo considera más que un “yo”, un “con-migo” misma/o. Se trata de un cuerpo “inescapablemente conmigo”, como un gemelo siamés del que no puedo separarme. (Bordo:11) Sea como fuere, tanto el dualismo como la jerarquización entre ambos persiste, ya que el cuerpo se entiende como el mero habitáculo del alma-mente.

En los apartados que siguen, revisaré brevemente la propuesta crítica de Butler, para finalmente confrontarla con la de Bordo y Braidotti, bajo el supuesto de que, desde diversos puntos de mira es posible llegar a conclusiones similares, que dan cuenta de un “mundo” dislocado y disruptivo en el que los fundamentos se derrumban.

 

II.

Como es bien sabido, los paradigmas postestructural y postfundacionalista se esfuerzan por mostrar que el “sujeto” y su locus, el cuerpo, se construyen a través de redes de poder discursivo (Foucault, 1980; Butler, 1990; Haraway, 1991, entre otros), suponiendo por tanto una ontología débil o, en palabras de Butler, contingente. (1995)

Estudios producidos desde diversas disciplinas han enriquecido y renovado las conceptualizaciones vigentes sobre el cuerpo, explorando y desafiando sobre todo su compleja relación con el “sexo” y la sexualidad en términos de cuerpos sexuados. Por un lado, la adopción de la noción de “género” ha promovido grandes cambios conceptuales.[2] Por otro, la tecnología ha renovado el concepto de “maternidad”, de “reproducción” y de “identidad sexual”. Estos cambios llevaron a la filósofa ítalo-holandesa Rosi Braidotti a preguntarse ¿Qué cuerpo? (2000: 90), ¿El cuerpo del ex sexo? (p.100). Tal como ella misma constata, actualmente no existe consenso en las ciencias humanas y sociales respecto de qué es exactamente el cuerpo (2000:92), abriéndose de ese modo un abanico de preguntas, posiciones y teorías, imposibles de explorar ahora en toda su amplitud y riqueza.

En suma, los cuerpos  ―locus del sujeto― son en sí mismos una interpretación cultural que descansa en supuestos normativos naturalizados; precisamente esa normativa, en su conjunto, es la que entra en crisis y estalla ante las denuncias de exclusión, la evidencia de los problemas de “represión sexual” en general, la minusvaloración de los “cuerpos-mujer”, la negación de las minorías sexuales y religiosas, y el “orden racial” jerarquizado.

Muy sintéticamente, en la concepción de Butler, el cuerpo material es el resultado de un proceso performativo, tal como lo pone de manifiesto en Bodies that matter (1993). Ya en Gender Trouble (1990) había sostenido que no se debe comprender al género como una construcción que se impone a la superficie material del cuerpo y el sexo (ambos biológicamente entendidos), sino como la materialización misma de las normas que lo regulan. Por eso, el sexo no es algo que se tiene y que califica al cuerpo de por vida, inscribiéndolo en el dominio de la inteligibilidad cultural. (Femenías, 2011: 189 ss.)

 Por el contrario, el cuerpo sexuado está normativamente construido a partir de códigos culturales binarios, que responden a tecnologías precisas que el poder productor pone en marcha para perpetuarse. Por tanto, la liberación de los cuerpos del dimorfismo exclusivo y excluyente constituye para Butler la liberación del cuerpo como medio o instrumento en el que se inscriben significados culturales.

 

III.

Podríamos preguntarnos: ¿Cómo se llega a ser un cuerpo material, dimorfo, en y a través de las marcas de los mandatos de género? Aquí los senderos se bifurcan: mientras que, a pesar de sus diferencias, tanto Braidotti como Bordo, sin negar la fuerza del disciplinamiento ni de la biopolítica, conceden el presupuesto de un cuerpo material con marcas previas a la sexualización normativa, Butler, críticamente en la línea de Foucault, entiende el cuerpo marcado instituido en[por] la constelación discursiva que lo propone metalépticamente como “dato” biológico previo en el que se inscriben los significados del “género”.[3] Tanto para Foucault como para Butler, esa inscripción, y sus rasgos “naturales”, son precisamente el resultado del poder. Así, “materia” es lo que constituye la persistencia del cuerpo, sus contornos y sus movimientos; aunque, recogiendo la crítica nietzscheana, Butler proponga una materialidad no sustantiva (1993: 3s); el efecto más productivo del poder. Por tanto, ni se puede hablar de sexos naturales, ni se puede ignorar la historia de los cuerpos. Son precisamente los mandatos culturales tradicionales los que le han dado a los cuerpos significado y materialidad, constituyéndolos qua lo que son (1990:201). Por ende, Butler afirma que sostener lo contrario es legitimar posturas esencialistas, subsidiarias (en sentido nietzscheano) de la metafísica de la sustancia, en tanto presuponen de algún modo cuerpos previos e independientes de las narraciones discursivas que los significan. (1993: 22-30) Como consecuencia, niega sustantividad al sujeto y al cuerpo sexuado. (2002: 13-19) No es la carne la que constituye un varón o una mujer –sostiene Butler- sino la repetición performativa de gestos que hacen al cuerpo “mujer”, “varón” o “trans”, idea fuertemente sostenida en Gender Trouble, que fue matizando poco a poco a lo largo de su obra.

"Sea como fuere, según lo afirma la propia Butler, el género resulta ser performativo; es decir, que la identidad sexual (también la étnica o la religiosa) se construye performativamente a partir de expresiones que creemos son su resultado. "( Butler, 1990, p. 25s. )

 Por tanto, no hay materia, sólo hay repetición. Y, con Deleuze, la repetición nunca es idéntica a sí misma.  (Deleuze, G, 2002: 15.)

 Por tanto, la “repetición” no es algo metafórico, sino “algo nuevo”; una novedad, una tarea de la libertad que se opone a las leyes de la naturaleza, a las leyes de la Moral, a la generalidad del hábito y a la particularidad de la memoria.

En otras palabras, el espacio de la novedad abre la producción de cuerpos en los que la docilidad y el disciplinamiento del dimorfismo han fracasado. “Yo performo” no es una expresión o inscripción lingüística de la que pueda predicarse verdad o falsedad. Sólo puede afirmarse, en general, que es (des)afortunada. En esos casos, no se cumple la dicotomía verdad-falsedad, propia de los enunciados constatativos y de la lógica binaria, sino que, por el contrario, se trata de un problema vinculado a la eficacia; a las posibilidades que tiene el uso performativo del lenguaje de ofrecer un punto de fuga, un espacio de libertad al disciplinamiento. Visto desde ese punto de mira, “salir mal” lejos de ser un infortunio o un fracaso es prueba de eficiencia performativa y depende del poder de citación de la locución para producir con éxito aquello que nombra. De ese modo, los perfomativos sólo resultan afortunados o infortunados, capaces o incapaces de producir aquello que enuncian.[4] Se abre así un espacio individual y colectivo de fuga performativa cuyos actos (re)significantes producen “lo novedoso”.

En esa fuga performativa de la docilidad entran en juego activamente el deseo, por un lado, y un nuevo giro trópico, por otro: del fracaso del disciplinamiento se sigue el éxito de la resignificación performativa; es decir la inscripción de cuerpos sexuados no binarios. Un sujeto deseante, precaria y binariamente inscripto, desafía la fórmula expeditiva del disciplinamiento de desear lo que no se es y lo que no se tiene (Platón) para afirmar al deseo como constructor de su propio objeto.[5] Concedido ese marco, me pregunto “quién desea qué”, tras lo cual se podrían retomar algunos argumentos que la propia Butler esgrime contra Beauvoir en uno de sus primeros artículos.[6]  (Butler,  1986: 35-49).

 Pero me extendería más allá del interés de este trabajo.

En suma, aceptar que el lenguaje y la repetición constituyen la materialidad de los cuerpos sexuados como tales, aceptar también que ese es el locus inestable de un sujeto no sustantivo en permanente performatividad y repetición, ¿significa aceptar también que la mera ruptura de las determinaciones discursivas binarias implica sin más la proliferación paródica de los cuerpos sexo-generizados? (1993:10). El resultado dinámico e inconstante se produce performativamente, donde los performativos constituyen fórmulas de habla legitimadoras que se sostienen en redes de recompensas y castigos discursivos que se construyen por reiteración y persistencia, ¿Cómo es posible la estabilidad paródica de las citaciones? Incluso, ¿pueden abrirse nuevas posibilidades de ruptura (y así al infinito)? En una ontología débil, caracterizada muchas veces como “abismo sin fondo”, debería admitírselo.

Ahora bien, aunque Butler no sostiene una concepción homogénea de performatividad a lo largo de su obra, se la puede entender como aquello que impulsa y sostiene un proceso de iterabilidad o de repetición constreñida a ciertas normas; una reiteración bajo y mediante ciertas condiciones de prohibición y de tabú, que nunca determinan al sujeto por completo (1993:95). La resignificación no tiene entonces valor por sí misma, sino que se la debe confrontar con criterios del proyecto político al que Butler adhiere, el postfundacionalismo y la democracia radical. Esto quiere decir que las normas de la resignificación no son producto de un libre juego, de una teatralización o de un simple “performar” aislado. La citación y la repetición ritualizada instituyen al sujeto corporizado en su temporalidad y responden a una propuesta política radical. Y ese anclaje es necesario precisamente para establecer la capacidad política y transformadora de las enunciaciones de resistencia que inscriben nuevos significados.

Para lograrlo, los performativos deben romper con sus contextos previos y asumir ilimitadamente el desafío de significados nuevos (1993: 143-7). En suma, la propuesta butleriana sostiene que los discursos no describen los cuerpos sino que los instituyen, formulan y constituyen qua realidades materiales (Foucault, 1977; Butler, 1993) sujetas e iteradas temporalmente.

 

IV.

Braidotti, por su parte, objeta que los cuerpos materiales como proveedores de fuerza, energía y locus del sujeto (2000: 90) queden “desdibujados”, produciéndose un “ocultamiento” del cuerpo físico y generando una suerte de economía de las superficies visuales (98-9) y las imágenes. Despojado de los fundamentos metafísicos tradicionales sobre los cuales se basaba la subjetividad, el cuerpo se transforma en “objeto” de la proliferación de los discursos (91), dislocando las bases clásicas de la representación del sujeto humano (92). El doble desplazamiento de la posición sujeto debido al distanciamiento de su unidad metafísica, por un lado, y la multiplicación de discursos sobre el sujeto corporizado, por otro, convergen en la paradoja de mayor proliferación discursiva sobre el cuerpo y, al mismo tiempo, mayor ausencia de conocimiento y consenso respecto de él, favoreciendo la confusión. (1999: 22) En el caso de las mujeres, para Braidotti, esto apunta a una sobreexposición discursiva sobre las mujeres en simultaneidad con la ausencia de acuerdo sobre qué es “mujer”, “femenino”, “diferencia sexual”, etc. Braidotti insta a caminar sobre esa paradoja, cuidando de no perder de vista las estructuras históricas de cada país, sus horizontes culturales, y los desafíos que la diferencia sexual como diferencia simbólica presenta. El problema del cuerpo sexuado es el problema de cómo abordar la historia de los cuerpos y las sedimentaciones naturalizadas de su nivel simbólico. (1999:21).

Resulta, pues, interesarte apuntar provisoriamente algunas cuestiones. Si bien tanto Bordo como Braidotti suponen la existencia de una estructura pre-discursiva que llamamos “cuerpo material”, en el que se inscriben marcas como el sexo y la etnia, que padece disciplinamientos y biopolíticas que lo exceden, desde diferentes puntos de mira, consideran evidente que la biología per se no puede dar cuenta ni garantía de las características que socialmente se le asignan a los sexos y a los sujetos: el género es, sin necesidad de esencialismos, la interpretación cultural del sexo y un punto crucial a tener en cuenta. En tanto tal, el cuerpo se decodifica según un sistema discursivo falogocéntrico, binario y esencializante, que le confiere y presupone identidades fijas.

Es decir, los cuerpos, como locus de los sujetos, son conceptualizados según identidades estables que refuerzan la presunción de que son auto-idénticas, persistentes en el tiempo, unificadas e internamente coherentes, de modo que se los percibe según una inteligibilidad binaria cuya significación está naturalizada.

"Esos significados, sin embargo, ni son originales y ni se encuentran localizados en el interior de los organismos individuales. Por el contrario, circulan en los discursos y en las prácticas culturales y sociopolíticas significativas, históricamente mutables, que inscriben y prescriben al mismo tiempo cuerpos, identidades y sujetos. De modo que, los enfoques post-estructuralistas entienden al discurso como constitutivo de regímenes de verdad sobre el cuerpo, en tanto prácticas que conforman el cuerpo al mismo tiempo que regulan la subjetividad corporizada mediante la identidad de género, entendida como agencia de control subjetivo." (Burns, 2003)

 

V.

Entender los cuerpos como inscriptos en construcciones discursivas quiere decir que, al mismo tiempo, se puede afirmar que poseen existencia significable abierta a interpretaciones histórico-culturales. Hasta aquí, parecería que podemos establecer un acuerdo entre las diversas posiciones a las que me he estado refiriendo. De modo afín, se inclinan por posiciones que eluden o cierran el dualismo mente-cuerpo en la medida en que toda inscripción o bien es discursiva, o bien supone cuerpos materiales como origen de toda otra “entidad”. Sin embargo, a la hora de intervenir en “la realidad” (que ahora voy a entender de modo trivial), las divergencias comienzan a hacerse notorias.

Por un lado, ubicada en el “nuevo materialismo”, Bordo no niega la existencia material del “cuerpo real”, y lo reconoce como locus del sujeto y de un conjunto de especulaciones que rastrea históricamente hasta nuestros días. Braidotti, manifiestamente deleuziana crítica, acepta una ontología más débil, pero se mueve en la difícil línea paradojal que intenta no desvincularse ni del sentido común ni de la tradición filosófica de occidente: critica pero retiene el vocabulario y los temas históricos del feminismo. Para ambas, “la realidad” se concede como un supuesto ineludible, examinable y revisable, pero no negable.      

Por el otro lado, en Butler, el debilitamiento del fundamento ontológico alcanza su mínima expresión, sin suprimirlo. Su feliz fórmula de “fundamentos contingentes” propone la tarea de interrogar(se) sobre qué autoriza y qué excluye o forcluye el movimiento teórico que establece fundamentos. (1995:38) La propuesta de Butler no se convierte entonces en un nihilismo sino en el reconocimiento de que “hay” algunos fundamentos que tienen vigencia contingente. Sin entrar ahora en los problemas que conlleva esta posición, sí me interesa señalar que, si bien por un lado Butler rechaza toda existencia significativa extra-discursiva, por otro acepta incorporar en su teoría “ficciones” metafísicas como “deseo” o “conciencia”. En la sutura del dualismo mente-cuerpo, el cuerpo como materia no sustantiva y el reconocimiento de lo simbólico como resultado de una serie de actos performativos, sostienen la dinámica de una iterabilidad, que puede ser quebrada en direcciones inesperadas. Cuando se pregunta por las normas hegemónicas de inteligibilidad, ilumina ante todo el valor ético-político de las poco favorables condiciones que hay que cumplir para llegar a constituirse en propiamente humano. Es decir, se pregunta no sólo por los efectos disciplinadores y productores del poder discursivo (en términos foucaultianos) qua “varones” o “mujeres”, sino que, sobre todo, se interroga por los efectos excluyentes de tal sistema simbólico respecto de muchos humanos que pueblan el espacio de “lo abyecto” (1989: 133-49). Ahora bien, si  en sus primeros escritos, Butler sostiene que no hay nada fuera del discurso (1989:3-4), esta afirmación se ve desplazada por versiones más moderadas que se pueden sintetizar así:

"[...]no hay nada significado . ¿Estamos frente a una nueva forma de dualismo? ¿Se reedita la tensión óntico-ontológica, y se vuelve a las ruinas circulares del debate contemporáneo que denunció Butler en su momento?" (1986).

            Dejamos abierta la cuestión. Sin duda, he ofrecido pocas respuestas y he dejado muchas preguntas abiertas que no pueden hallar respuesta en esta breve presentación. En suma, sólo he querido plantear el problema del dualismo desde otro punto de miran y hacer una suerte de balance de los avances alcanzados. Por mi parte, no parece descabellado sostener la pertinencia política feminista de “ficciones metafísicas” como “cuerpo” a la manera en que Braidotti y Bordo lo proponen. O de “cuerpos marcados” en el sentido de las interseccionalidades de “color”, “opción sexual”, “religión” entre otras. Después de todo, si se aceptan ficciones metafísicas como “conciencia” e “identidad” (y Butler lo hace), no parece haber argumentos suficientes para descartar otras.

 

Bibliografía consultada

Abellón, P. y De Santo, M. , 2015..Dos lecturas sobre el pensamiento de Judith Butler, Villa María, UNVM.

Amado, A. & N. Domínguez. 1999. “Un feminismo deleuziano: Entrevista a Rosi Braidotti” Mora, 5.

Benhabib, S., D. Cornell, J. Butler, y N. Fraser, 1995.  Feminist Contentions: A Philosophical Exchange, New York, Routledge .

Bordo, S. 1993.Unbearable Weight, University of California Press.

Braidotti, R. 2000. [1994]. Sujetos nómades, Buenos Aires, Paidós.

Burns, M. 2003. “Interviewing: Embodied Communication”. Feminism & Psychology, 13.2.

Butler, J. 2002 “Bodies and Power, revisited” Radical Philosophy, July-August, , pp. 13- 19.

---, 1993.Bodies that Matter, New York, Routledge.

---, 1990a.  Gender Trouble, New York, Routledge.

---, 1990b. “Variaciones sobre sexo y género” en Benhabib, S. y Cornell, D. Teoría feminista / Teoría crítica, Valencia, Alfons el Magnànim.

---,1986. “Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex”, en Yale French Studies, Simone de Beauvoir: Witness to a Century, 72.

Deleuze, G. , 2002. Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu.

Femenías, M.L., 2011 [2000].Sobre Sujeto y Género. (Re)lecturas feministas de Beauvoir a Butler, Rosario, Prohistoria.

Foucault, M., 1977.Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo XXI, Vol.1.

Hume, D. , 1974. Tratado sobre la naturaleza humana, Buenos Aires, Paidós.

Wittgenstein, L. , 1976. Cuadernos azul y Marrón, Madrid, Tecno.s

Nota biográfica;

María Luisa Femenías, Doctora en Filosofía. Profesora Consulta de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP); ex directora del Departamento de Filosofía y co-fundadora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG), que dirigió hasta 2016. Directora de la Especialización en Educación en Géneros y Sexualidades, en la misma Universidad. Coordina equipos de investigación y estudiantes de doctorado, con quienes ha publicado recientemente la serie Los ríos subterráneos (cinco volúmenes) sobre violencia contra las mujeres, y Antropología Filosófica (para no filósofos). Por sus contribuciones a la consolidación del área, ha recibido el premio Konex en 2016.
 


[1] Este trabajo fue leído en el Congreso de XVII Congreso Nacional de Filosofía (AFRA), realizado en la Universidad Nacional del Litoral, el 8 de agosto de 2015.

[2] Concepto originalmente desarrollado por John W. Money (1921-2006) para otros fines.

[3] Butler analiza la relación foucaultiana poder-sujeto en (2002).

[4] Cf. De Santo, M. “Modos de construir género: de la performance a la performatividad” en Abellón, P. y De Santo, M. Dos lecturas sobre el pensamiento de Judith Butler, Villa María, UNVM, (en prensa).

[5] Cf. Casale, R. y Chiacchio, C. Las máscaras del deseo, Buenos Aires, Catálogos, 2009.

 

 

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