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juillet / décembre 2010 - julho/dezembro 2010

LAS MUJERES EXTRANJERAS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. IDENTIDADES Y PRÁCTICAS DE VIDA (1936-1939).[1]

                                                                                                                      Ana Aguado

                                                                                                 

Resumén

Este trabajo propone un análisis, desde la perspectiva de la historia del género, sobre la participación de las mujeres extranjeras en la Guerra Civil española. La incorporación física y la presencia textual de las mujeres extranjeras en la guerra fueron un hecho extraordinario, un fenómeno insólito. La ayuda e intervención extranjera resultó clave en el conflicto, y en ella, la presencia de las mujeres y su significado es un fenómeno poco conocido.

En este texto analizamos su presencia, sus actuaciones, su ideología, sus escritos y sus testimonios, con relación a los modelos de feminidad existentes y a los cambios experimentados en las relaciones de género en el contexto de la guerra. Planteamos en este sentido la necesidad de estudiar la pluralidad de situaciones y matices, más allá de mitos y de estereotipos en torno a los modelos y estereotipos de “mujer nueva”, de garçonne y de ”madre social”. La guerra actuó, en conjunto, como catalizador del compromiso antifascista internacional, también para las mujeres antifascistas o que se movilizaban por razones humanistas; pero a su vez, desencadenó transformaciones en las posiciones y relaciones que las mujeres ocuparon en el conflicto.

Keywords: Mujeres extranjeras, relaciones de género, Guerra Civil española, antifranquismo, mujer nueva, maternidad social.

1. Guerra, identidades de género y modelos de  feminidad.

La historiografía especializada ha dedicado en los últimos años una amplia atención a las experiencias de las mujeres en la guerra civil. Entre otros muchos aspectos, a su politización y a las continuidades y cambios desde esta perspectiva en las relaciones de género durante el período bélico. También, a los diferentes modelos de feminidad desarrollados en ella. Al icono de la mujer nueva, a la luchadora antifascista o de la miliciana –con una evidente brevedad temporal y utilización política; y junto a él, a la existencia del modelo más permanente de la mujer-madre, que comportó el traslado del rol de madre desde la esfera privada a la esfera pública, de la maternidad familiar a la maternidad social, a partir de las funciones desempeñadas por las mujeres  en la retaguardia, en tareas de cuidado y acogimiento de niños, familias, y heridos[2].

En este proceso, la incorporación física y la presencia textual de las mujeres extranjeras en la guerra fue un hecho extraordinario, un fenómeno insólito. La ayuda e intervención extranjera resultó clave en el conflicto, y en ella, la presencia de las mujeres y su significado es un fenómeno mucho menos conocido. Porque además de las armas y los apoyos logísticos, el elemento más destacado en esta ayuda fueron las personas: ninguna guerra había recibido una respuesta internacional tan masiva y tan ideológicamente determinada. Y en el caso de la participación de mujeres extranjeras, resulta particularmente interesante el análisis de su presencia, sus actuaciones, su ideología, sus escritos y sus testimonios, con relación a los modelos de feminidad existentes y a los cambios experimentados en las relaciones de género en el contexto de la guerra.

Desde la perspectiva de las relaciones de género, se ha afirmado a menudo que la guerra fue un punto de inflexión con relación al crecimiento de la politización femenina, -un momento en el que se acelera el tiempo histórico-, pero a la vez, y paradójicamente, un paréntesis –como ha ocurrido en otras guerras contemporáneas-. El estudio de las transformaciones, continuidades y cambios producidos en la guerra en este sentido implica el análisis de las formas en que se redefinieron en esos momentos, tanto real como simbólicamente, las relaciones femenino-masculino; así como la caracterización de la proyección social y política –pública- de las mujeres en la etapa bélica. Igualmente, implica el análisis de sus límites, más allá de mitos y estereotipos.

Tanto por la ruptura de la cotidianidad, por la movilización social, como por los cambios revolucionarios iniciados en el territorio republicano, se ha afirmado que la guerra modificó con rapidez actitudes, costumbres, normas y comportamientos en las relaciones de género. Y en efecto, se sucedieron importantes transformaciones respecto a la incorporación de las mujeres a la esfera pública, a la vida política y al trabajo remunerado. En lo relativo a la representación simbólica, se produjo la aparición de nuevos referentes en las modelos de feminidad y en las imágenes de las mujeres, con la propagación al inicio de la guerra de la imagen estética y del icono de la “nueva mujer”, luchadora antifascista, o de la miliciana con fusil al hombro representada en la cartelística de los primeros momentos como símbolo de la resistencia ( NASH, M., 1991:. 97-108)..

Así, el modelo de “nueva mujer” incorporaba los referentes emancipadores de la mujer republicana en oposición a la “mujer nueva” o “cristiana” del bando franquista. Quizás la representación que sintetiza más eficazmente ambos mensajes es la proporcionada por las grandes fotos de dos mujeres en el pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937. En él, bajo la imagen de una joven vestida con mono, marchando decididamente y cantando o hablando, aparece la leyenda: “Se degageant de son enveloppe de superstition et de misère de l’esclave inmemoriale est née la femme capable de prendre une parte active à l’élaboration de l’avenir. (Immagini nemich, 1999)Era la nueva mujer republicana, portadora de un mensaje regenerador, que alude al modelo de mujer soviética “constructora de progreso”. Al lado, sin leyenda, aparecía una mujer en un fotomontaje, una campesina con el traje regional salmantino, con la boca cerrada y con una mirada sombría y tenebrosa.

La creciente influencia soviética conforme avanzaba la guerra hizo que el Partido Comunista incorporase modelos y discursos “oficiales” del régimen comunista respecto a las mujeres. Así, la sociedad soviética es exaltada en España en estos años por los comunistas como ejemplo de la igualdad de sexos .( NELKEN, Margarita 1992) .En estos años se publica La emancipación de la mujer en la URSS,( SOLOMIN: , 1937).en cuya portada aparece una campesina que conduce alegre y sonriente un tractor. El libro exalta las “conquistas” soviéticas –divorcio, salud, guarderías- que permiten a la mujer ser activa constructora del socialismo a la vez que “madre sana de una generación sana”. Es en este ambiente de sovietismo en el que, igualmente, desde la izquierda se iba a reivindicar para las mujeres la demanda de “a igual trabajo, igual salario”, demanda enormemente rupturista para la época. Aunque esta demanda no se llevase a la práctica en ningún momento en el territorio republicano, respondía a dos exigencias: a un modelo emancipatorio que sólo la defensa de la República podía traducir en realidad, y a la necesidad de dignificar el papel de las mujeres en la retaguardia[3].(AGUADO, Ana:,2005: 165-195).

Así, las mujeres actuaron y participaron en la esfera pública de forma cualitativamente distinta a la anterior: ocupando espacios laborales antes prohibidos, creando organizaciones propias e incorporándose a ellas de una forma no grupuscular. Y sobre todo, desarrollando en la retaguardia actividades de todo tipo, culturales, asistenciales, de trabajo voluntario, que permitieron la supervivencia cotidiana. Igualmente, el contexto bélico posibilitó que se diesen rupturas más radicales en los modelos de género tradicionales: así ocurrió también en el caso de algunas participantes extranjeras en la guerra, y también, sólo coyunturalmente y por poco tiempo, con la figura de las milicianas. En definitiva, en la zona republicana el período bélico parecía poder conllevar la realización práctica del modelo de “mujer nueva”, porque las mujeres iban a contribuir al esfuerzo bélico y a la resistencia antifranquista. Muy particularmente, manteniendo con su trabajo el funcionamiento de la economía. Pero estas transformaciones fueron acompañadas de límites evidentes respecto a la tradicional división de los espacios en función del género.

Y en este sentido, a pesar del mito en torno a la milicina republicana, con pnatalones, gorra militar y fusil al hombro -el conocido cartel de Arteche con la miliciana exhorando a la movilización-, a pesar de ser un referente y una imagen muy potente, no fue ni la más frecuente ni la más generalizada. Fue una figura minoritaria y muy pronto cuestionada y deslegitimada por las mismas autoridades republicanas., Junto a estos “nuevos modelos” femeninos, en la mayoría de los discursos y de la propaganda durante la guerra se extendería con mayor intensidad la imagen de la mujer como madre, y más aún, el trabajo femenino de la maternidad social –las mujeres como cuidadores y defensoras de la vida-.

La guerra generaba así en las mujeres un difícil equilibrio entre la función doméstica y maternal, el modelo de mujer-madre, y la incorporación masiva de las mujeres a la esfera pública, particualrmente a la producción, como principal mano de obra.  Por tanto, la experiencia de la guerra implicó también, paradójicamente, la permanencia e incluso la extensión de los identidades tradicionales de género en el terreno simbólico. De unos modelos tradicionales que se plasmarían tanto en la rápida condena “moral” al inicial icono de las miliciana, como en una intensificación en los discursos políticos de la apelación a las funciones maternales y de cuidado.

Paradójicamente, la ampliación de la función maternal más allá de la propia casa con la “maternidad social” hizo que las mujeres, tanto españolas como muchas de las extranjeras –por ejemplo, las voluntarias enfermeras procedentes de distintos países- fueron “más madres” que nunca, porque extendieron la maternidad al espacio pñblico, haciendo de ella un intrumento específico de ciudadanía femenina y de resistenciaantifascista. Y junto a estas prácticas, también se dieron otras relacionadas con la  transgresión de espacios y actitudes tradicionales, tanto por la presencia femenina en el frente, como en relaciones personales alejadas de los moldes tradicionales. En todo este conjunto de prácticas, representaciones y modelos, las mujeres extranjeras presentes en el conflicto tuvieron un papel clave en cuanto a referentes, experiencias y alternativas posibles. Unas experiencias caracterizadas por su pluralidad, política, vital y ante la guerra, que cuestiona y rompe con estereotipos y mitos en torno a  las relaciones entre mujeres, guerra y República.(MORENO, Mónica, 2006:. 165-195.)

2. Modelos y prácticas de género de las “extranjeras”: ¿mujer nueva, garçonne o madre social?

Las perspectivas aportadas por la historia de las mujeres y del género, así como los enfoques de carácter social de la guerra civil posibilitan la reflexión en torno a estos modelos e imágenes de feminidad, a sus transformaciones, y las prácticas femeninas en el conflicto. Es desde ellos desde los que queremos plantear el análisis sobre la participación de las mujeres extranjeras en la Guerra Civil, viendo la pluralidad de situaciones y matices más allá de mitos y de estereotipos en torno a los modelos y estereotipos de “mujer nueva”, de garçonne ( LUENGO LÓPEZ, 2008) .y de ”madre social”. La guerra actuó en conjunto como catalizador del compromiso antifascista internacional, también para las mujeres antifascistas o que se movilizaban por razones humanistas, y a su vez, desencadenó transformaciones en las posiciones que éstas ocuparon en el conflicto.

En este proceso, el estudio de las motivaciones, prácticas, actividades y roles desempeñados por las voluntarias extranjeras en el conflicto bélico es una investigación todavía en curso, particularmente con relación a las transformaciones y cambios en los modelos de género que conllevó la guerra: ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Cuáles fueron sus motivaciones, cuales sus prácticas? ¿Qué modelos de género simbolizaron?, ¿Cómo miraron y cómo consideraron ellas a la sociedad y a las mujeres españolas, desde esa “otra mirada”? ¿Cómo fueron, a su vez, miradas y consideradas, tanto en el frente como en la retaguardia? En primer lugar, muchas de las que vinieron eran jóvenes con vínculos políticos, familiares o afectivos con sus compañeros voluntarios o brigadistas. Otras vinieron autónomamente, lo que significaba una doble transgresión. En segundo lugar, junto a la atracción de una respuesta armada a la agresión fascista, estaba presente también la motivación de asumir una función totalmente nueva, que rompía con las limitaciones de las normas tradicionales de género. Y en tercer lugar, el romanticismo y los ideales humanitarios influyeron también en la decisión de muchas de ellas.

Vamos a analizar de forma selectiva algunos ejemplos de estas extranjeras, centrándonos en aquéllas que apoyaron la causa de la República, para sacar algunas conclusiones referidas a sus prácticas de vida, y a los modelos de identidad de género que representaron. Aunque, por supuesto, hubo también mujeres extranjeras que apoyaron la causa de los sublevados franquistas: es el caso, por ejemplo, de la inglesa Florence Framborough, quien se trasladó a Salamanca tras la sublevación para emitir información radiofónica, desde el bando franquista insurgente, para los radioyentes británicos. Pero vamos a centrarnos en este texto de forma monográfica en los referentes de nombres de mujeres comprometidas con el antifascismo, de mujeres que apoyaron la causa de la República.

La mayoría de los estudios sobre la participación extranjera en la guerra civil española omiten a las mujeres, y hasta no hace mucho tiempo, las únicas referencias ocasionales eran las relativas específicamente a la actividad desarrollada por las enfermeras voluntarias. Han comenzado a publicarse estudios monográficos, tanto sobre las experiencias y los testimonios de estas intelectuales[4],.como sobre la historia de las voluntarias vinculadas a los Comités Sanitarios y Comités de Ayuda  de los diferentes países que apoyaron a la República. Entre estos últimos cabe citar, por ejemplo, el publicado por la historiadora británica A. Jackson sobre las voluntarias británicas en la guerra( JACKSON, , 2002) así como el estudio de R. Coale sobre las voluntarias estadounidenses.COALE, Robert, 2005:. 87-95.)

También, entre los trabajos que comenzaron a reflejar esta temática hay que hacer referencia a las biografías, testimonios y memorias de mujeres, muchas de ellas con un protagonismo fuertemente destacado –políticas, intelectuales-. Escritos que constituyen fundamentalmente testimonios de las experiencias vividas, con una visión a menudo especular de las mismas.( GRILLO, R. M.:, 2002). Y que permiten desde la historia “interpretar” la memoria, porque es a la historia a la que corresponde la interpretación de la memoria tanto oral como escrita. Es decir, de la memoria en cuanto documento, en el que es necesario reconocer su especificidad, particularmente en el caso de la memoria escrita los registros literario. ( DI FEBO, G.:, 2000:.. 308) .La escritura autobiográfica  es, en casi todos los casos, el relato personal de una toma de conciencia política, y de las conquistas y prácticas sociales conseguidas. También, de forma mayoritaria en el caso de las extranjeras, la participación en la guerra de España era la confirmación de una “visibilidad” pública ya conquistada, y de un nivel de emancipación personal que las españolas en conjunto todavía no habían alcanzado.

La gran complejidad de las circunstancias españolas e internacionales que estallaron en la guerra de España ha continuado generando en los últimos años nuevas interpretaciones y nuevas lecturas. La guerra civil continúa siendo parte íntima de la historia de sucesivas generaciones de españoles, una experiencia a la vez remota y próxima. También, una vivencia reconstruida entre silencios y palabras entrecortadas de padres, abuelos y maestros. Profundamente enraizada en la historia de España, cultural e históricamente, la guerra civil fue, además, profundamente internacional, con un desarrollo condicionado en gran parte por las decisiones de los países occidentales –Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Estados Unidos, la Unión Soviética-. La ayuda e intervención extranjera resultó clave en el conflicto, y en ella, además de las armas, el contingente más destacado fueron las personas: ninguna guerra había recibido una respuesta internacional tan masiva y tan ideológicamente determinada.

 Y en todo este proceso, la incorporación física y textual de las mujeres extranjeras a la guerra también fue, igualmente, extraordinaria. Fue un fenómeno insólito, si bien se trata de un fenómeno mucho menos conocido. Las extranjeras que participaron en la guerra civil fueron cientos de mujeres de muy distintos países, de distinta procedencia social, y también de distinta vinculación ideológica. Relacionadas tanto con las Brigadas Internacionales, como con los Comités de Ayuda y Solidaridad con la República, con la Cruz Roja, o con los Comités Internacionales Médicos de Ayuda. En su mayoría eran mujeres jóvenes, casi siempre integradas bien en círculos políticos, bien en círculos pacifistas, bien en organizaciones civiles o profesionales. Mujeres que también, en muchos casos, llegaron acompañando a sus maridos, compañeros o amigos, para integrarse con ellos en la milicia o en los comités de ayuda, y que acabaron teniendo una actuación propia e independiente. Muchas de ellas fueron escritoras: escribieron textos cargados de interés histórico y literario, textos raras veces incluidos en antologías, muchos de ellos diseminados, y algunos todavía inéditos. Las razones de este olvido (SULLÁ, E.: (comp)., 1998). conducirían directamente a los debates sobre el canon literario, y nos remitirían a  las distintas valoraciones de las fuentes y de los sujetos histórico(AGUADO, A., 2007: 111-134.)

Y sin embargo, esta presencia femenina fue una hecho novedoso, de gran importancia histórica, porque era una de las primeras veces en la historia del siglo XX en la que las mujeres -muchas mujeres-, se involucraban en escenarios bélicos –trincheras, frentes, hospitales, refugios y ciudades en guerra-, totalmente ajenos a sus contextos domésticos habituales. Fue también la primera vez que muchas mujeres de países “remotos” se atrevían a viajar voluntariamente a un país extranjero en guerra, trabajando hasta el agotamiento, y arriesgándose a morir por una causa ajena en principio. Muchas de ellas tuvieron, efectivamente, aspiraciones alejadas de las funciones femeninas tradicionales, tanto por su participación en la vida política, como por su condición de profesionales, escritoras, periodistas o intelectuales. Es significativa en este sentido, la afirmación realizada por Leah Manning, quien reconoció que no había dicho a nadie, ni siquiera a su marido, que estaba en España Al asumir nuevas responsabilidades políticas y laborales específicas, casi todas se sintieron distanciadas de la exclusividad de la “feminidad doméstica”.

Por otro lado, este momento histórico fue una de las primeras veces en que las mujeres tomaron la palabra como testigos de la guerra, y en consecuencia, la primera vez en que escribieron, de forma extensa y prolija, sobre sus experiencias bélicas, vivencias, pensamientos e impresiones de la contienda. A pesar de sus diferencias de nacionalidad, de educación, de ideología y de condición social, las numerosas extranjeras que vinieron a España compartieron una misma actitud: la audacia de haberse involucrado y alistado –física, ideológica, afectivamente- en aquella  “guerra remota”(USANDIZAGA, A (ed.) 2000.)

Fueron las nuevas características adoptadas por la guerra en los años treinta, las nuevas armas y estrategias ensayadas en la guerra de España y que se utilizarían inmediatamente después en la Segunda Guerra Mundial, las que hicieron inevitable la presencia y participación de las mujeres en la guerra. Al extenderse la lucha desde los frentes y trincheras a las ciudades mediante la novedad de los bombardeos y los ataques a la población civil, la distancia entre frente y retaguardia se hizo cada vez más difusa, y los civiles –mujeres, niños y personas mayores- se convirtieron en nuevos héroes y caídos. Entre ellos, las mujeres como víctimas, como resistentes, como heroínas cotidianas. Como señaló Sara Berenguer, militante libertaria, testigo y protagonista de la resistencia antifascista:

 “Las mujeres sufrieron profundamente los impactos de la guerra. Su participación si no fue siempre con las armas en la mano, fue con el pensamiento, la acción constante, la creación y el trabajo colectivo, que era el que debía dar pan a la retaguardia y también a la vanguardia (….) Organizaron comedores populares, guarderías de niños, administraron y dirigieron hospitales, condujeron tranvías, autobuses y equipos de ayuda a los soldados, sin la menor restricción (….) Era el primer sueño hecho realidad. Un permanente descubrirse a si mismas, luchando contra los prejuicios ancestrales(BERENGUER, S., 1991, : 131-132.)

Así, en el ejercicio de sus actividades y en sus prácticas de vida durante la guerra, estas mujeres vinculadas a la causa republicana de forma muy heterogénea fueron representativas tanto del modelo de “mujer nueva”, de ruptura con los modelos femeninos tradicionales, como de la ampliación del modelo de la mujer-madre cumpliendo con las funciones “tradicionales” femeninas, con la “maternidad social” de cuidado de heridos y ayuda a las víctimas. De tal forma que en muchas ocasiones, en sus vidas, en sus experiencias cotidianas y en sus formas de supervivencia incorporaban aspectos de ambos modelos de mujer, más allá de muchos estereotipos uniformizadores como el de la miliciana( MORENO, M.: , 2007:. 89.). Así ocurrió, por ejemplo, con la presencia femenina en la novedad que representaban los hospitales de campaña, que se empezaron a improvisar junto a los frentes al final de la Primera Guerra Mundial y que se generalizaron en el escenario de la guerra civil española. Estos hospitales aproximaron y casi literalmente introdujeron en las trincheras, a mujeres médicas, enfermeras, traductoras, etc. Es decir, a mujeres profesionales con una “función” ya existente anteriormente en la retaguardia, que no se identificaban ya con la imagen tradicional de las enfermeras tradicionales. Porque la intensidad de su trabajo, el cuidado de los cuerpos masculinos heridos, destrozados, o sin vida, desvirtuaba necesariamente muchos de los tabúes sexuales que caracterizan el imaginario hegemónico en la cultura occidental

3.- Biografías extranjeras en femenino y plural.

Desde estos referentes y partiendo de la perspectiva de género, hemos seleccionado un corpus limitado pero significativo de estas mujeres extranjeras por su carácter emblemático, tanto político como literario, y por su presencia en la cotidianidad de la guerra. Una presencia cotidiana tanto en el frente como en la retaguardia, en los que desarrollaron distintas responsabilidades, trabajos, funciones y prácticas, que sirvió de forma heterogénea, plural, y a veces contradictoria, de símbolo de los nuevos modelos de feminidadNASH, M.:, 1999). . Al mismo tiempo, la guerra iba a liberar a muchas de ellas del respecto y del miedo a escribir, y van a ejercitar una “libertad de escritura”, escribiendo con la seguridad de que el relato de sus experiencias es importante. La guerra se convierte a menudo en sus testimonios -en sus memorias, en sus autobiografías, en sus novelas, en sus poesías, y en sus ensayos- en el entramado de un relato nuevo que remite directamente a la identidad de quien lo narra, de su voz. Vamos a seleccionar  a modo de ejemplo, a algunas mujeres especialmente significativas tanto individual como socialmente.

Una de las mujeres extranjeras más conocidas presentes en la guerra, y que dejaron su testimonio escrito y sus memorias sobre ella, es la argentina MIka Etchébéhére, -originalmente Mika Feldman, pero conocida por el apellido de su marido, Hipólito Etchebéhère-. En las experiencias personales de Mika Etchébéhére relativas al período bélico se funden y se entremezclan los modelos de “mujer nueva” y de “mujer madre”, una mezcla que se deriva de las características de su personalidad enérgica, decidida, valerosa y a la vez sacrificada.

Mika era hija de judíos rusos emigrados a Argentina, y había sido ya una mujer destacada políticamente en su país, como miembro del grupo Insurrexit. Pocos meses antes de estallar la guerra vino a España con su marido, Hipólito Etchebéhère, que se convirtió en comandante de la columna del Partido Obrero de Unificación Marxista –POUM-. Inicialmente Mika desarrolló la función de compañera de Hipólito, pero cuando el cayó en el frente en las primeras semanas de la guerra, ella ocupó su lugar y asumió sus responsabilidades de mando, ascendiendo a capitán de la Segunda Compañía del POUM. Y no por casualidad fue esta columna del POUM la que adquirió renombre por haber subvertido en su interior la tradicional división de trabajos y funciones por géneros, que continuaba siendo norma común en otras columnas y regimientos. Porque en realidad, la presencia de las mujeres en los frentes se justificaba generalmente porque realizaban “funciones femeninas”.( NASH, M.:, 2006: 143).

 Así, en el libro de memorias de  Mika Etchébéhére Mi guerra de España( ETCHEBEHERE, 1987. prevalece inicialmente un tono épico: “Ahora sabíamos que tocaba luchar, que en adelante nuestra vida tendría un destino sin atajos, una ruta dura, bravía, pero clara”. Ha sido repetidamente citado su testimonio sobre el suceso relativo a cómo dos milicianas del Quinto Regimiento, Nati y Manuela, se trasladaron a la columna del POUM que capitaneaba Etchebéhère, porque allí no estaban obligadas a cocinar y lavar, y sus cometidos eran los mismos que los de los hombres. Una de las milicianas, Manuela, se lo explicaba a Mika con estas palabras:

“He oído decir que en vuestra columna las milicianas tenían los mismos derechos que los hombres, que no lavaban ropa ni platos.  Yo no he venido al frente para morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano”.

El mantenimiento de la segregación de funciones entre mujeres y hombres que ocurría en el Quinto Regimiento, y la utilización de la argumentación de la falta de formación militar de las mujeres y sus “mejores capacidades” para desempeñar funciones de apoyo, también se intentó reproducir por los hombres de la columna del POUM. Pero fue Etchébéhére quien consiguió que el reparto de funciones fuera igualitario, desde su autoridad como oficial al mando, y desde una excepcional conciencia feminista. Tras el triunfo franquista, MIka Etchébéhére se exilió en París donde murió en 1992.

Un segundo ejemplo entre las mujeres extranjeras, a la vez política y escritora, es el de Leah Manning, -entre otras muchas escritoras, como las estadounidenses Dorothy Parker, Martha Gelhorn, Muriel Rukeyser, etc-. Manning, escritora británica, fue probablemente la primera en llegar a España tras el estallido de la guerra. Ex parlamentaria laborista, afiliada al Partido Comunista, distanciada ya en esos momentos de su marido, en 1936 era una mujer con una intensa vida profesional, dedicada a la enseñanza, y a su destacada actividad política.

En agosto de 1936 se trasladó a Madrid para recabar información para el embajador de España en Inglaterra, Pablo de Azcárate y para el embajador en Francia, Luis Araquistain. Tras su vuelta a Londres, organizó una sesión informativa de forma paralela a la decisión del Parlamento de no intervenir militarmente en España. Fue impulsora del Comité de Ayuda al gobierno de la República, el National Joint Committee for Spanish Relief,, creado por los políticos simpatizantes con la causa republicana. Tras las sucesivas derrotas del ejército republicano, participó en la organización de las primeras evacuaciones en 1937, precipitadas por la impresión y el horror causado en la opinión pública internacional por el bombardeo de Gernika. Sus gestiones consiguieron el traslado de cuatro mil niños y niñas bilbaínos a Inglaterra en mayo de 1937, en el buque Habana, poco antes de que Bilbao cayese en manos de las tropas de Franco.(JACKSON, A., B, 2002). En su protagonismo político durante la guerra se funden así la “ética del cuidado”, la maternidad social, con su actividad pública de primera línea en la gestión política en defensa del gobierno de la República.

De forma particular, entre las intelectuales extranjeras presentes en el conflicto bélico, representativas de los nuevos modelos de feminidad, del icono de la “mujer nueva”, hay que hacer una referencia específica a dos fotógrafas: Gerda Taro y Tina Modotti, Sus biografías son enormemente significativas como ejemplos de “mujer nueva” -de lo que se llamaba en su época “mujer adelantada a su tiempo”-, es decir, de mujeres independientes, politizadas, vinculadas a la actividad pública, y con una vida personal caracterizada por la transgresión respecto a las normas de género tradicionales.

Ambas fueron protagonistas también del tratamiento periodístico de la guerra de España: la primera guerra que se desarrollaba informando de su “cotidianidad” a la opinión pública internacional, bajo la mirada atenta de periodistas y fotógrafos extranjeros, que la fotografiaron casi diariamente. Se ha dicho en este sentido que el fotoperiodismo nació en la guerra de España, como primer conflicto cubierto en un sentido moderno por un cuerpo de fotógrafos profesionales, cuyo trabajo apareció de inmediato en periódicos y revistas extranjeros

Gerda Taro (Sttugart, 1910- El Escorial, 1937) se convirtió en la guerra de España en una leyenda del periodismo gráfico, porque fue la primera fotógrafa caída en el frente, y probablemente también la primera mujer que documentó directamente la acción bélica desde la trinchera. De origen polaco, educada en Alemania y Suiza, fue una joven de ascendencia judía, exiliada en los años treinta en el París de los surrealistas. Compañera del fotógrafo húngaro André Friedmann –mucho más conocido como Robert Capa-, se trasladó al comienzo de la guerra desde París a España junto a él y junto al polaco estadounidense David Chim, en agosto de 1936, movidos por su compromiso político. Quería dejar testimonio de los horrores de la guerra desde las filas republicanas. y empezó a usar la cámara y a tomar fotografías extraordinarias.

 Instalada en la Barcelona revolucionaria del verano de 1936, Gerda Taro realizó fotografías de una gran fuerza, enormemente impactantes, que se han convertido en iconos y símbolos, como las de milicianas armadas y vestidas con el mono azul, las de refugiados o aquéllas en las que se reflejaba la transformación de las iglesias en Casas del Pueblo. Debido a su trabajo en pareja, conjunto, y por lo mismo, a menudo diluido en el de Robert Capa, no era fácil distinguir la autoría de uno o de otra en las fotos que realizaron, porque casi todas llevarían después el “copyright” Capa. Pero conforme fueron transcurriendo los meses y evolucionando los acontecimientos, sus fotos propias comenzaron a aparecer publicadas y firmadas en Ce soir por ella misma, con el sello “Photo Taro”.

 En sus últimos días de vida fue una de las participantes en Valencia en el célebre Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura-. Moriría poco después, el 26 de julio de 1937, en un accidente con un tanque, después de la batalla de Brunete. Este suceso la convirtió en la primera fotógrafa en morir en acción, y tras fallecimiento fue honrada como una heroína en Madrid, Valencia y París]( OLMEDA, Fernando, 2007). . El masivo funeral que se le tributó en París se convirtió en una enorme manifestación de solidaridad con la España republicana.

Un ejemplo todavía más representativo de este modelo de “mujer nueva”, y mucho más conocido en Italia, es la biografía de la también fotógrafa Tina Modotti. Tina Modotti nació en Udine en 1896 y falleció en México en 1942 ( PONIATOWSKA, Elena, 1992.). Trabajadora desde los doce años en una fábrica textil, a los diecisiete años emigró con su familia a San Francisco, Estados Unidos, donde continuó trabajando en fábricas textiles. Un dato significativo de su vida personal fue su matrimonio a los 21 años con el poeta y pintor Roubaix de l’Abrie, así como su posterior participación en películas en Hollywood al año siguiente se inició como actriz. También, su relación íntima a partir de 1921 con Edward Weston, excelente fotógrafo norteamericano con el que trabaja como modelo y comienza a estudiar fotografía con él y a usar la cámara. En 1922 llegó con él y con su hijo Chandler a México, donde entabló una estrecha relación y amistad con el ambiente intelectual y artístico representado por Diego Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros, y donde trabajó como fotógrafa en la revista Folklor mexicano.

Tina se convirtió en el México de los años veinte en activista revolucionaria, vinculándose a la Unión Mexicana de Artistas y afiliándose en 1927 al Partido Comunista mexicano. Apoyó la lucha de Augusto Sandino en Nicaragua, y ayudó a formar el primer comité antifascista italiano. Mujer de vida personal libre al margen de convencionalismos, fue considerada por determinados sectores mexicanos como una mujer de “dudosa reputación”, a lo que se añadía el hecho de ser extranjera y comunista. En 1930 fue acusada de conspirar para asesinar al presidente de México Pascual Ortiz Rubio, por lo que fue expulsada del país. Se exilió a Alemania, donde se hizo miembro de la Unión de Fotógrafos de prensa. Posteriormente se trasladaría a la Unión Soviética, donde participó en el Socorro Rojo Internacional, se dedicó al activismo político, y entre 1931 y 1934 trabajó en la Cruz Roja Internacional de la URSS. Y en 1934 se trasladó a España, donde trabajaría en Madrid y en Valencia.( OLMEDA, Fernando, 2007).

Con el inicio de la guerra civil, su militancia comunista la llevó a trabajar con las Brigadas Internacionales y a alistarse en el Quinto Regimiento, con el nombre de María, hasta el final de la guerra, trabajando como reportera del diario republicano Ayuda y para la Cruz Roja como enfermera. En 1939 volvió a México como exiliada de España, donde continuó su actividad política, con un nombre falso, en la Alianza Antifascista Giusseppe Garibaldi. En 1940 el presidente Lázaro Cárdenas anuló su expulsión de México, donde murió en 1942. Su biografía personal y política ejemplifica de forma profundamente perfilada, esa imagen de la “mujer nueva” que durante la Guerra Civil se vinculó al icono de las mujeres en el frente, tanto en el caso de la figura minoritaria de la miliciana, como en otras distintas formas de presencia femenina en él.

Ejemplos correspondientes igualmente a estos modelos transgresores de la feminidad normativa, representados por determinadas mujeres extranjeras en el contexto de la guerra, son las biografías de la trotskista Mary Low y de la anarquista Emma Goldman. Mary Low, trotskista y poeta surrealista, británica de origen australiano, llegó a España en los primeros momentos de la guerra, junto al poeta y revolucionario cubano Juan Breá, fascinados por el sueño y las esperanzas revolucionarias que se podían proyectar sobre el territorio republicano en esos momentos. Con Breá compartió tanto la vida como el combate en las vanguardias literarias y revolucionarias, en la literatura surrealista y en la ideología trotskista. Amenazados ambos por los estalinistas, tuvieron que huir a Francia en diciembre de 1936.

En el año 1937, en plena contienda, publicaron en Londres un texto insólito y experimental que escribieron juntos, Red Spanish Notebook. Un texto con un valor histórico y documental considerable, en el que se describe, entre otras cuestiones, la Barcelona de los primeros meses de la guerra, en pleno movimiento revolucionario, así como el paso de la columna del POUM por el frente de Aragón, transformándolo en un relato emocionante.  La traducción al español de los capítulos redactados por Mary Low se publicó con el título de Cuaderno Rojo de Barcelona ( LOW, M., 2001)., y en él refleja sus experiencias y la vida cotidiana de la Barcelona revolucionaria de 1936.

Un caso paralelo fue la experiencia que representó la Guerra Civil en la biografía de la dirigente libertaria ruso-estadounidense Emma Goldman, quizás la figura más destacada del anarquismo internacional en los años veinte y treinta. Goldman, a los sesenta y siete años, tras contemplar como había ido decayendo en otros lugares el movimiento anarquista internacional, encontró en España un movimiento revolucionario que parecía dar sentido a su ideología y a su lucha. Desde el estallido de la guerra, la autora estuvo varias veces en España, consciente de la importancia de la experiencia revolucionaria española. En sus reflexiones sobre la sociedad española del momento, tal vez el aspecto que le resultaba absolutamente incomprensible e inaceptable era el trato sexista que los hombres daban a las mujeres, no sólo por parte de los hombres de la derecha sino también de la izquierda. En este sentido, elogió la aparición y la existencia autónoma de la organización Mujeres Libres dentro del movimiento anarquista español. Poco después de acabada la guerra, Goldman murió en Canadá en 1940, en un acto público organizado para pedir ayuda destinada a los refugiados y exiliados republicanos españoles.

Junto al amplio conjunto de políticas, artistas y fotógrafas, representadas por los nombres anteriores, también estuvieron presentes en la Guerra Civil escritoras y filósofas. Este fue el caso, por ejemplo, de la dramaturga estadounidense Lilian Hellman. O también, el de la socióloga y filósofa francesa Simone Weil, que viajó a España en 1937 con la intención de colaborar con el ejército republicano, se trasladó al frente de Aragón, y se puso a trabajar en una cocina de campaña en su deseo de armonizar su carácter pacifista con la defensa de la legalidad republicana(.USANDIZAGA, A.:, 2007). Las experiencias que tuvo en la dura realidad cotidiana de la guerra le harían abandonar muy pronto su actitud idealista, y escribir con un fuerte escepticismo sobre las situaciones contradictorias existentes en el territorio republicano. En definitiva, al igual que les sucedió a otros escritores extranjeros, mujeres y hombres, y a otros muchos militantes de la causa antifascista, su actitud inicial hacia España fue entusiasta y apasionada, y el contacto con la realidad fue matizando su inicial entusiasmo.

Estos modelos de mujeres “ilustradas”, pertenecientes a la elite intelectual y política, no fueron los únicos que se encuentran entre las extranjeras presentes en la Guerra Civil. Junto a las intelectuales, vinieron a España muchas mujeres profesionales, voluntarias, que trabajaron fundamentalmente en el campo sanitario y asistencial. Mujeres que ejercieron una importantísima labor como enfermeras, y también como médicas, desarrollando de forma absolutamente concreta y directa la imagen de la “maternidad social”. Profesionales enfermeras y médicas procedentes de diferentes países, como Inglaterra, Estados Unidos, Noruega, Suecia, Austria, o la Unión Soviética. Muchas estuvieron vinculadas al Servicio Sanitario Internacional, integrado por médicos, cirujanos, enfermeras, conductores de ambulancias y camilleros. O también, procedentes del Comité Noruego o del Comité Sueco de Ayuda a la España Republicana.

Entre ellas, vamos a referirnos, a modo de ejemplo, al caso de las voluntarias estadounidenses, que han sido estudiadas monográficamente por Robert Coale. ( COALE, Robert, 2005: 87-95). Fueron mujeres vinculadas a la Oficina Médica Estadounidense para Ayudar a la Democracia Española (A.M.B), creada poco después del inicio de la guerra por el cirujano neoyorquino Edward Barsky junto a otros médicos progresistas. Ante las necesidades de personal sanitario, reclutaron médicos, enfermeros y conductores de ambulancias para la España republicana, en un primer barco -le seguirían otros dos-, Ille de France, que salió de Nueva York  el 16 de enero de 1937. Un mínimo de 116 personas formaron este contingente, trabajando en hospitales de campaña, hospitales de evacuación, etc, y de ellas, unas sesenta eran mujeres: cuarenta y seis enfermeras, diez técnicas o ayudantes de laboratorio, dos administradoras-intérpretes, una conductora y una doctora.

La mayoría eran solteras, con edades entre veintiuno y cuarenta y nueve años, y tenían una amplia experiencia profesional. Entre ellas, la enfermera afroamericana Salaria Kea fue la más fotografiada. Políticamente, una cuarta parte eran miembros o simpatizantes del Partido Comunista de Estados Unidos de los Estados Unidos. Las restantes se describían como de izquierdas, progresistas o simplemente comprometidas con las luchas de los desfavorecidos. Más de la mitad eran hijas de inmigrantes judíos centroeuropeos o rusos llegados década antes a USA, y estaban al corriente de la amenaza del nazismo (idem:88-89). Estuvieron presentes en todos los frentes y combates, desde el Madrid sitiado al hundimiento del frente catalán. Asistieron de forma incansable a heridos, enfermos, a los cuerpos que necesitaban cuidados urgentes. Crearon hospitales de la nada, y cuidaron y evacuaron a miles de heridos en condiciones durísimas. Y también sus hospitales, puestos de socorro y ambulancias fueron víctimas de bombardeos.

Entre estas enfermeras, una de las primeras que llegó a España fue Lini de Vries, quien escribió también sus experiencias de la guerra en su autobiografía titulada Up from de Cellar (1979). Se había hecho miembro del Partido Comunista Norteamericano, y llegó a España con el resto de voluntarios sanitarios en el buque Ile de France. Aunque el recuerdo contenido en su testimonio resulta en ocasiones excesivamente idealizado, se caracteriza a su vez por la gran fuerza narrativa presente en el relato de las actividades hospitalarias en las que participó. Por ejemplo, en las referencias a la gran innovación representada por las transfusiones de sangre puestas en marcha por el médico canadiense Bethune, que revolucionó el tratamiento de los heridos de guerra. Tras su vuelta a Estados Unidos, a Lini de Vries se le cerraron todas las puertas profesionales como enfermera, fue perseguida por el FBI, y tuvo que huir a México.

            Estas mujeres desarrollaron efectivamente funciones tradicionalmente femeninas, relacionadas con la maternidad social, pero a su vez, protagonizaron prácticas igualitarias en el frente, que estimularon a las enfermeras y auxiliares españolas a exigir también igualdad en el trato laboral. Y paralelamente, también desarrollaron trabajos catalogados tradicionalmente como “masculinos”, como el de chófer de ambulancias, o chófer de camiones de transporte de municiones, provisiones o ropa. Trabajos todos ellos que –como muchos otros- en el contexto de la guerra fueron también realizados por mujeres, también españolas. La guerra representaba así la doble dinámica tanto de cambio como de continuidad en los modelos de género, también para las voluntarias extranjeras, en este caso norteamericanas. Su activismo político y su compromiso en la defensa de la legalidad republicana  tenía también una doble finalidad: se trataba en primer lugar de frenar el avance del fascismo, pero a la vez, deseaban comprobar y colaborar en el progreso de la igualdad para las mujeres españolas en contexto de la guerra.

Y en esta misma línea actuaron también las voluntarias austríacas –entre ellas, tres médicas y dieciséis enfermeras-, las noruegas y las suecas, vinculadas al Servicio Sanitario Internacional y a los Comités Internacionales de Coordinación para la Ayuda a la España republicana, creados en agosto de 1936. Casi todas estas mujeres ejercieron fundamentalmente como médicas y enfermeras, y entre ellas se encontraban, entre otros muchos, nombres como los de Fritzi Brauner, María Langer, Auguste Guttmann –posterior víctima del holocausto en Auschwitz-, o el de Anny Peozenik, ejecutada durante la Segunda guerra Mundial en el campo de concentración de Buchenwald en  1944.LANDAUER, Hans, 1991:. 264-265).

Una de las biografías más fuertemente representativas de estas voluntarias vinculadas a las “Internacionales humanitarias” es el caso enormemente emotivo y significativo de la voluntaria noruega NIni Haslund. Haslund  llevó a cabo una intensa actividad  sanitaria y asistencial en distintos pueblos de Valencia, donde en 1937 se crearon veintiséis colonias noruegas en nombre del Comité Noruego de Ayuda Internacional. (DUROUX, Rose, 2003). Nini, mujer muy activa y comprometida con la causa socialista y con el pacifismo, tuvo un papel clave en la solidaridad de los comités nórdicos, en la financiación y dotación de personal y material médico a la España republicana. Concretamente, fue la organizadora del hospital militar sueco-noruego de Alcoy (Alicante) en junio de 1937.

Con posterioridad a esa fecha, casi toda la plantilla sueco-noruega regresó a Escandinavia, pero ella se quedó en el pueblo valenciano de Oliva, donde instalaría un hospital infantil previsto para cincuenta niños, y crearía cuatro Colonias Escolares que dieron alojamiento a cuatrocientos niños. También organizó y atendió el reparto de leche entre la población infantil de este mismo pueblo hasta febrero de 1939. Y finalmente, acabó adoptando a una niña de seis años (Cristobalina) procedente de una casa de beneficencia. En todo el territorio de Madrid y Valencia en guerra, Nini Haslund fue la persona que tuvo la responsabilidad de la distribución de comida, medicamentos y material escolar a unas 300 colonias. En cada una de ellas se daba acogimiento a un número entre 20 y 100 niños y niñas, con los cual el total de población infantil que atendió hay que situarlo entre 15.000 y 20.000 niños y niñas. El Ayuntamiento republicano de Oliva rotuló una calle con el nombre de Noruega como agradecimiento y homenaje a esta intensa solidaridad. Finalmente, en los últimos meses de guerra Nini salió de Alicante el 12 de febrero de 1939 con destino a París, donde presentó un informe sobre la situación desesperada que vivían  Madrid y Valencia. Hasta el final de su vida en 1996 militó en el movimiento pacifista.

Un último ejemplo en este mismo sentido, que es necesario citar por su enorme importancia y simbolismo, es el de Elisabeth Eidenbenz (Zurich, 1913)( MONTELLÁ,, 2005). Elisabeth trabajó como maestra en diferentes colegios de Suiza y de Dinamarca, hasta el año de 1937. En este año se trasladó a Valencia, al pueblo de Burjasot, y después a Barcelona, como voluntaria de la Asociación de Ayuda Suiza a los Niños Víctimas de la Guerra. Esta Asociación se había creado en los Países Bajos al finalizar la Primera Guerra Mundial, a partir de movimientos cristianos pacifistas de diferentes países, y se institucionalizó poco después en 1920 en Berna con la creación del Servicio Civil Internacional.

Este Servicio envió cuatro camiones de ayuda humanitaria a la España republicana junto a voluntarios. Entre ellos se encontraba Elisabeth, que llegó a España en abril de 1937, como maestra con veintitrés años, en concreto a Burjasot (Valencia), donde en una casa abandonada habilitaron su cuartel general. Allí se concentró ayuda internacional de distintas procedencias: de los cuáqueros norteamericanos e ingleses, de la Junta Judía Internacional y de los Comités por la Paz de Suecia y Dinamarca –como se ha citado anteriormente-. Elisabeth colaboró desde allí y posteriormente desde Barcelona en las tareas de ayuda humanitaria y de evacuación. Atrapada en Barcelona en la ofensiva final franquista, se vio inmersa en la precipitada evacuación, en los bombardeos, y en la huída y éxodo final de la población civil al exilio. Pasó así a Francia en 1939, y allí organizó en Elna, cerca de Perpiñán, un hospital maternal para asistir a las refugiadas españolas embarazadas que estaban recluidas en los saturados campos de concentración de de Argelés, Saint Ciprian, Barcarés y Ribesalbes. Este hospital maternal funcionó ininterrumpidamente hasta 1944, fecha en la que, en la Francia ocupada, el ejército alemán la clausuró. Pero en todos estos años nacieron en Elna 597 niños, entre 1939 y 1944, tal como consta en el registro civil de esta localidad.

Estos son solamente algunas ejemplos seleccionados de las muchas biografías de mujeres extranjeras que vivieron la Guerra Civil española, y que protagonizaron un intenso activismo político y civil tanto en el frente como en la retaguardia.

4. A modo de conclusión.-

En definitiva, en las experiencias de vida de las mujeres extranjeras que apoyaron la causa republicana se combinó la profesión, la militancia política, la maternidad social, la autonomía personal, su afán de independencia. Se convirtieron así en referentes de un proceso de emancipación femenina en la práctica, más allá de demandas sufragistas o igualitarias, porque ocuparon el espacio público, e incluso el frente bélico, con distintos recursos y con formas muy diversas, desde las más transgresoras hasta las más aparentemente tradicionales, pero que acabaron actuando, todas ellas, como vías de identidad y de representación cultural ( SCOTT, J, 2006

Junto a la emergencia del modelo de mujer nueva,reconversión de la garçonne de los años veinte, se desarrollaría también en sus prácticas de vida la apelación a la maternidad social, a la función de las mujeres como madres. Éste fue un territorio común, connotado positivamente, en los lenguajes políticos, que hacía que las que las experiencias femeninas fuesen a la vez homogéneas y valiosas. Esto ocurrió especialmente durante el período de la guerra civil, con la apelación política realizada desde el gobierno republicano a que las mujeres desarrollasen, en el contexto bélico, no sólo la maternidad privada, sino también la llamada maternidad social.

El mantenimiento de la vida en la retaguardia en todas sus formas –provisión de alimentos, cuidado de niños, enfermos, heridos-, divulgando en carteles y proclamas como ciudadana responsable y entregada, se plantearía durante la guerra entre las mujeres extranjeras como una forma femenina de acción política, en la que pudieron implicarse sin contradecir su “identidad”. El desarrollo de una conciencia femenina desde el lenguaje político antifascista contribuiría de esta forma a consolidar la constitución de la identidad de género. Porque precisamente por el contexto de la guerra, a pesar de las transformaciones en las relaciones de género que ésta comportó, para legitimar las actuaciones y reivindicaciones femeninas se ampliaron hacia la sociedad los roles femeninos relacionados con el apoyo, el cuidado, la entrega, la maternidad. Pero esta misma ampliación serviría a la vez, paradójicamente, para posibilitar el progresivo desarrollo de prácticas y de actitudes igualitarias en el espacio público[5].

En síntesis, puede decirse que a través de las experiencias de las mujeres extranjeras vinculadas a la causa republicana durante la guerra civil, se fue delineando una identidad de género relacionada con su protagonismo político, pero también con práctricas de emancipación como mujeres, en las que confluyeron múltiples dimensiones. Entre ellas, las relaciones personales, el entorno existencial, la posibilidad de participar en responsabilidades públicas, la remodelación de valores tradicionales. E incluso actividades vinculadas tradicionalmente a lo doméstico, si a las prácticas domésticas se les asigna –como propone Dianilla Gagliani- el sentido de “cualidades desarrolladas en el ámbito del gobierno de lo privado, pero capaces de penetrar en lo público”[6].

Este camino hacia la legitimación de la presencia femenina en el espacio público y en la ciudadanía política, que fue transitado por muchas de las extranjeras que apoyaron a la República, pero también por muchas españolas desde los años de la Segunda República, quedó truncado con la victoria franquista, precisamente cuando las circunstancias de la guerra hacían aflorar la relatividad de las construcciones simbólicas de género y de su legitimación histórica. Con todo, a lo largo del régimen franquista, desde esta herencia republicana, las mujeres antifranquistas continuaron desarrollando identidades de género, con demandas igualitarias, que se fueron construyendo desde la clandestinidad y en la oposición a la dictadura.

Nota biográfica

ANA AGUADO

Catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, y miembro del Institut Univesitari d’Estudis de la Dona de la misma Universidad. Trabaja en historia social e historia de las mujeres en la época contemporánea, particularmente en la primera mitad del siglo XX.  Entre sus líneas de investigación se encuentra el estudio de  las culturas políticas y su relación con las identidades de género y la construcción de la ciudadanía femenina. Igualmente, el  proceso de modernización de la sociedad española y el papel desarrollado en éste por los feminismos; así como las relaciones entre republicanismo, socialismo y feminismo durante la Segunda República y la Guerra Civil. Sobre estas cuestiones ha publicado libros y artículos en revistas nacionales e internacionales. Ha participado y dirigido como investigadora principal distintos proyectos de investigación, entre ellos Identidades de Género y Culturas Políticas, y Ciudadanía femenina, política e igualdad en la España del siglo XX. Ha realizado diversas estancias como investigadora y docente invitada en otras universidades y centros de investigación españoles y extranjeros, entre ellos, Universitá Roma Tre, Univérsité París VIII, Colegio de España de París, Universidad de Barcelona, Universidad Pablo Olavide de Sevilla, Universidad Jaume I de Castellón, CSIC, Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Igualmente, es miembro del Consejo de Redacción de la revista Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, y de la revista Storia delle Donne en Italia. Entre sus publicaciones: -Las mujeres entre la historia y la sociedad contemporánea,  Valencia, Generalitat Valenciana, 1999.- La modernización de España. Cultura y vida cotidiana. 1917-1939, Historia de España III Milenio. Madrid, Síntesis, 2002 (Coautora con Mª Dolores Ramos)-«  Du sens des cultures politiques. et des identités de genre dans l’Espagne contemporaine » en : Chaput, Marie Claude. y Lavail, Cristine (ed.) : Sur le chemin de la citoyenneté. Femmes et Cultures Politiques. Espagne XIXe-XXIe siècles. París, Université París VIII Saint Denis, Université  X Nanterre,  2009, pp. 195-214.

- “Repressió franquista i identitats femenines” en Pagés, Pelai : La repressió franquista al País Valencià. Valencia, Tres i Quatre, 2009, pp. 133-158.

-“Los feminismos: Movimientos sociales y teorías críticas en la construcción de la ciudadanía femenina en España” en Movimientos sociales en la España del siglo XX Salamanca, Universidad de Salamanca, 2008, pp. 215-227.

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referencias


 


[1] Este trabajo participa del Proyecto I+D+I Democracia y Culturas Políticas de Izquierda en la España del siglo XX (AR 2008-03970/HIST)  del Ministerio de Ciencia e Innovación.

[2] NASH, M.: Rojas. Las mujeres republicanas en la guerra civil. Madrid, Taurus, 1999.  TAVERA, S. Federica Montseny. La Indomable, Madrid,  Temas de  Hoy, 2005. También Immagini nemiche. La guerra civiel spagnola e le sue rappresentazioni (1936-1939). Bologna, Compositori, 1999. MORENO, Mónica: “Republicanas y República en la guerra civil”, Ayer, República y republicanas en España, 60, 2006, pp. 165-195.>

[3] AGUADO, Ana: “Tra pubblico e privato. Sufragio e divorzio nella Spagna della Seconda Repubblica”  Italia contemporánea, nº 241, Milano, Carocci  editore,  pp.471-489, 2005. MORENO,  Mónica: “República y republicanas en la guerra civil: encuentros y desencuentros” Ayer. República y republicanas en España, 60, 2005, pp. 165-195.

[4] USANDIZAGA, A (ed.): Ve y cuenta lo que pasó en España. Mujeres extranjeras en la guerra civil: una antología. Barcelona, Planeta, 2000. De la misma autora: Escritoras al frente. Intelectuales extranjeras en la guerra civil, San Sebastián, Nerea, 2007.

[5] KAPLAN, T.: “Conciencia femenina y acción colectiva: el caso de Barcelona, 1910-1918” en AMELANG, J.. y NASH, M. ( eds.): Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Alfons el Magnànim, 1990, pp. 267-295.  Igualmente, KAPLAN,  T: “Luchar por la democracia: formas de organización de las mujeres entre los años cincuenta y los años setenta” en AGUADO, A: (ed.): Mujeres, regulación de conflictos sociales y cultura de la paz. Valencia, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, Universidad de Valencia, 1999, pp. 89-107.

[6] GAGLIANI, D.: “La guerra totale e civile: il contesto,la violenza e il modo della politica” en Donne, guerra, política. Esperienze e memorie della Resistenza, Bologna, CLUEB, 2000. RAMOS, M D: “Feminismo y acción colectiva en la España de la primera mitad del siglo XX”  en ORTIZ HERAS, M, RUIZ GONZÁLEZ, D. y SÁNCHEZ, I. (coords.): Movimientos sociales y Estado en la España contemporánea, Cuenca, Eds de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, pp. 379-403

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