labrys, études féministes/ estudos feministas
janvier /juin 2011 -jameiro /junho 2011

 

Trabajos, mujeres y subjetividades en la narración autobiográfica: notas para el debate feminista reflexivo.  

Avril Regina Arjona Luna

Resumen

En Feminismo reflexivo, reconstruyo mi palabra/memoria/experiencia de formación académica para posicionarme como sujeto/objeto científico/práctico de análisis. En Trabajo(s) y deseo(s), desde el psicoanálisis feminista, tejo descripción y análisis del aislamiento laboral y profesional que experimenté en dos campos del trabajo: el académico y el gubernamental. Finalmente, en Notas para  los encuentros feministas en el campo del trabajo, reubico al sujeto feminista reflexivo multi/localizado como el punto clave en el debate sobre trabajo y acción reflexiva.

Palabras clave: trabajo, reflexividad, relaciones de poder entre mujeres, localización y posiciones de sujeto.  

“Ya somos todo aquello

contra lo que luchamos a los veinte años.”

José Emilio Pacheco

 

Presentación

En el contexto europeo del siglo XIX, se presenta una nueva valoración del trabajo humano por parte de los intelectuales cercanos a las corrientes socialistas; aquella derivada, principalmente, de las lecturas que hiciera Karl Marx sobre la esencia del trabajo en Hegel. Así, entre el siglo XVII y el XX, se introduce una nueva perspectiva teórico-intelectual del trabajo y sus sujetos. A decir del filósofo mexicano las consecuencias del proceso fueron dos; por un lado el romanticismo de la clase proletaria y, por otro, el origen de conceptos como trabajo intelectual y trabajador intelectual.  Es decir, la intelectualización del trabajo se hace presente y está relacionada con la industrialización y la división del trabajo cada vez más especializada (Leal, 1993).[2]

En ese momento El obrero, como figura histórica, adquiere un lugar preponderante como el ser humano más avanzado destinado a reivindicar la lucha de clases desde su saber y quehacer específicos[3]. Con el desarrollo de la ciencia moderna, y su correlato tecnológico, se gesta una paradoja entre saber y hacer de los trabajadores pues, sin los privilegios intelectuales, se les  “concede acceso al mundo del papel” (Leal, 1993: 134).

Si con los cambios paradigmáticos de Thomas Kuhn y sus investigaciones parece haber un acuerdo sobre la creciente intención de retomar “la idea tradicional, pero oculta una y otra vez por milenarios prejuicios intelectualistas, de que, antes que cualquier otra cosa, la ciencia es acción. (…) parecería que vale el apotegma del joven Marx: el trabajo y la acción hacen al científico” (Leal, 1993: 142-143).

Este artículo presenta algunas características especiales en el contexto de su presentación escrita pues, personalmente, me implicó una serie de desplazamientos entre forma y fondo, texto y subtexto; entre campos, ámbitos y espacios. Mi intención es plantear algunas reflexiones e interrogantes extraídas de mi desarrollo profesional en tanto que investigadora/activista feminista independiente. El eje fundamental es el campo del trabajo donde, en tanto que uno de los ámbitos de la vida cotidiana, se juegan relaciones de poder entre mujeres diversas. El propósito es plantear algunas interrogantes e ir localizando mi posición en los debates generacionales entre las feministas mexicanas.

1.      Feminismo(s) reflexivo(s)

Los últimos años de mi vida he intentado poner en práctica el trabajo intelectual conjugando posiciones de sujeto que han marcado mi identidad como científica social: la(s) sociología(s) y el(los) feminismo(s).

Entre 1999 y el 2004 cursé la licenciatura en Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana- Unidad Xochimilco. Durante ese lapso de tiempo me convencí de que la disciplina sociológica, como ciencia que incomoda incluso a quien investiga, tendría que intervenir la realidad de sus diversos objetos/sujetos de estudio.

Mis representaciones sobre el conocimiento están permeadas por los espacios en los que se (me) presenta, las relaciones que implica y sus posibilidades prácticas; han impactado mi experiencia formativa, profesional y laboral generando desplazamientos subjetivos complejos, tensos y posibles. Así he ido trazando una postura epistemológica frente al quehacer investigativo en el campo de la sociología, con la idea de hacer sociología de la sociología (Bourdieu, 1975).

En la generación sociológica a la que pertenezco, la sociología a la que habíamos de reconocer, y valorar, era el marxismo más rígido (estructural, económico y político, de lucha de clases en el marco del capitalismo y la globalización, de los grandes grupos, de preferencia masas, liderados por hombres). Yo en realidad, prefería intentar vincular superestructura y estructura, aunque privilegiando en mi análisis la primera; me interesaba abordar la relación sujeto-objeto y me ubicaba políticamente desde otros lugares: lo simbólico, el lenguaje, las prácticas, las representaciones y los significados. No le encontraba mucho sentido a las dicotomías y me sentía, y siento en ocasiones, atrapada en ellas.

En el marco de los debates sobre síntesis y vinculación micro-macro (Alexander, 1994) o sobre técnicas de investigación cualitativa-cuantitativa (Tarrés, 2001) la perspectiva de Bourdieu resulta fundamental pues apunta al “antagonismo aparentemente insuperable entre los modos de conocimiento subjetivista y objetivista, la separación entre el análisis de lo simbólico y el análisis de lo material, en fin, el divorcio persistente entre teoría e investigación empírica” (Wacquant,1995 en Giglia 2003: 152).

Gracias a que La Sociología hegemónica de la UAM-X se (re)presentaba dentro de los esquemas más tradicionales de la educación meritocrática sexista, en la práctica pedagógica e investigativa me forzaba a constituirme como sujeta cognitiva y como sujeta histórica, como mujer joven, en los fenómenos abordados por la disciplina. En tanto que joven la sociología me permitía tener algunos acercamientos, no así en tanto que mujer. Así fue como me formulé preguntas, durante los dos últimos años en la licenciatura, encaminadas a los primeros acercamientos con los estudios de mujeres y de género[4].

Tenía 23 años cuando en el 2004 inicio mis estudios en la Especialización- Maestría en Estudios de la Mujer en la misma institución. Inicialmente, estaba convencida de que llevar la sociología a la investigación feminista no implicaría conflicto alguno. Sin embargo, me enfrenté a un contexto teórico y práctico que puso en jaque las aportaciones sociológicas al feminismo y me condujo a asumir que el feminismo tenía más que decirle a la sociología en la posibilidad de ser socióloga feminista. Así me desplacé a otro lugar; un lugar donde es plausible el ejercicio intra/ inter/ multi/ trans disciplinario en las ciencias sociales desde los estudios feministas[5].

En tanto que estudiante de posgrado tuve la oportunidad de vincularme con algunas compañeras de generación, tanto de los estudios de la mujer de la UAM como de El Colegio de México -Mayra González, Rocío Pérez Bada, Estela Casados, Gabriela Peralta, Wendy Briceño, Lilia Monroy, por mencionar algunas-. La intención fue organizarnos colectiva e interinstitucionalmente para formar un grupo de reflexión y acción académica. Así, entre el 2005 y el 2007, se va formando Mujeres Entre Dilemas Humanos Sobre la Autonomía de Sí (MEDHUSAS), una experiencia interesante de participación feminista joven que logró gestionar algunos eventos (exposiciones, cine debates y charlas) desde los debates feministas presentes en nuestra formación académica de posgrado.

Aunque la experiencia en MEDHUSAS fue breve y muy localizada, considero importante notarla como una de las tantas experiencias desarrolladas en los diversos espacios donde nos encontramos las mujeres pues, rescatar, sistematizar y compartir las experiencias repensando los espacios y contextos en los que se desarrollan, posibilitaría el análisis reflexivo de las nuevas generaciones de feministas organizadas; tarea pendiente en el caso de MEDHUSAS[6].

Consecuente con el proceso en MEDHUSAS, pero en otro lugar, inicié uno de los desplazamientos más interesantes en mi formación; el activismo callejero, la (re)localización política y el desplazamiento identitario con fundamento en la sexualidad, el cuerpo y la diversidad; el intercambio de experiencias con grandes amigas, y maestras, como Sara Espinosa Islas y Rocío Pérez Bada [7]. (Insertar imágenes en jpg).

 

 La reflexión de mi quehacer y sus contextos, siguió marcando mis prácticas y relaciones sociales[8], las discusiones que proponía y las dificultades subjetivas y objetivas que enfrentaba. En este sentido, ubico mi tránsito científico hacia una postura reflexiva, vinculada con “la adopción de una “mirada relacional” sobre los fenómenos, que por un lado pone de manifiesto los nexos entre los objetos y sus contextos (los campos), y por otro, vincula el quehacer científico con su propio campo de producción y de esa manera lo objetiva como producto histórico” (Bourdieu, 2001 en Giglia, 2003: 153).

Buscar, reconocer e intentar desmarcarme de los mecanismos que las hegemonías han utilizado para el ejercicio del poder y retomar en el quehacer mi relación entre lo personal y lo político ha sido parte de mi tarea y, bien o mal, he logrado acumular diversas experiencias en el ejercicio de devenir sujeto cognoscente.

 Siguiendo la línea de pensamiento de Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Nancy Miller y Teresa de Lauretis me interesa situar “el tema de la subjetividad en el marco de las cuestiones relativas a los derechos y a la autoridad, es decir, al poder. [Así] Se establece pues una conexión entre la política y la epistemología, consideradas como términos de un proceso que construye también al sujeto en cuanto agente material y semiótico” (Braidotti, 2004: 15).

Desde de la “política de localización”, metodología feminista de Adrienne Rich, considero que

"el proceso teórico no es abstracto, universalizado, objetivo ni indiferente, sino que está situado en la contingencia de la propia experiencia y, como tal, es un ejercicio necesariamente parcial. En otras palabras, la propia visión intelectual no es una actividad mental desincardinada; antes bien, se halla estrechamente vinculada con el lugar de la propia enunciación, vale decir, desde donde uno realmente está hablando"[9] (Braidotti, 2004:15). 

En diciembre de 2007 presenté la Idónea Comunicación de Resultados (ICR) del trabajo de investigación Feminismo y derecho sexuales de la juventud en México para obtener el grado de Maestra. Dicha investigación tuvo su propio devenir en relación con mi devenir sujeto feminista, sexuado e incardinado. Este, retomando a Deleuze,

"es un proceso intransitivo, no alude a un devenir en particular, sino solamente a esa vida a la cual uno se siente atraído y que es capaz de sostener en el borde (…). Consiste en una sensibilidad ética y política que empieza por reconocer las propias limitaciones como la necesaria contrapartida de las propias fuerzas o encuentros intensivos con los múltiples otros. Tiene que ver con la adecuación de nuestra intensidad a los modos y al tiempo de su promulgación. Solamente puede estar incardinado e insertado porque es interrelacional y colectivo "(Braidotti, 2004:169).

En el marco del proceso de elaboración de tesis aparecieron campos de investigación tales como las sexualidades (reproductivas y no reproductivas), las diferencias y diversidades que deja ver el género como categoría relacional, las normas heterosexuales y el lenguaje.

Este último, el lenguaje, resultó uno de los campos más inquietante pues, al abordar la juventud, me encontré con LOS jóvenes que, en algunos casos, aparecían generizados a través del lenguaje, haciéndose evidente que en la escena también están LAS jóvenes. En ese momento me eran conocidas dos propuestas para el discurso, oral y escrito, con una intención no sexista: el “los y las”, exclusivamente viable en la escritura, y el símbolo de arroba (@). En gran medida el conflicto se ubicó en la posibilidad de nombrar al/la sujeto/a de estudio sin hacer la lectura tediosa y, finalmente, igual de generizada por dicotómica. Así me propuse usar la “e” cuando me refiriera a todas las posibilidades sexo/genéricas en la experiencia de nombrar a LES jóvenes, les estudiantes y alumnEs; en buena parte, mi intención ha sido confrontar abiertamente la “neutralidad” masculina del indefinido: LO. Sin embargo, cuando la tesis estuvo en lectura para su presentación, me fue recomendado eliminar dicho ejercicio en el lenguaje por la falta de sustento teórico.

Puesto que en la realidad cotidiana los sustentos teóricos se construyen desde otro lugar, he seguido ejercitando la propuesta en mi vida cotidiana, en mi discurso oral y escrito con mi familia, algunes amigues y colegas. Actualmente para muches de elles el uso de la “e” ha adquirido el carácter de código (extrañamente) aceptable en su interacción conmigo. En algunos casos incluso nos ha llevado a debates precisos sobre las posibilidades de su uso gramatical. Recientemente encontré el uso del asterisco (*) como propuesta en la traducción de un texto sobre género e intersexualidad de Lynn Conway[10].  Por el momento no es mi intención profundizar en el debate, sólo quiero hacer patente que me resulta un tema pertinente y pendiente en la agenda feminista.

Si se concibe al sujeto “como una zona de interacción de la voluntad con el deseo (…)  Ello equivale a afirmar que lo que sustenta todo el proceso de “devenir sujeto” es la voluntad de saber, el deseo de decir, el deseo de hablar, de pensar, de representar” (Braidotti, 2004: 42).  ¿Cómo, entonces, se deviene un sujeto feminista incardinado en el ámbito laboral de los estudios de las mujeres y las políticas de género? ¿qué papel juega el feminismo reflexivo incardinado en el análisis de las relaciones entre mujeres?

En mi proceso, ubico fronteras desdibujadas entre objetividad y subjetividad, mente y cuerpo, público y privado, poder para sí y poder sobre otres; una migración subjetiva, con sensibles marcas corporales, presente en el marco diferenciador de las condiciones materiales y simbólicas entre mujeres[11].

2.      Trabajo(s) y deseo(s).

Con base en algunos debates feministas sobre teoría del sujeto, mi intención aquí es analizar, desde la palabra/experiencia/memoria, algunas reflexiones sobre contextos, procesos, posiciones y condiciones de sujeto entre mujeres diversas imbuidas en el campo laboral.

El análisis feminista ha impactado las teorías psicoanalíticas clásicas, acerca de la construcción del deseo de poder en el desarrollo femenino. Debido a la avance de las mujeres en ámbitos públicos, “la representación psíquica tradicional acerca de las mujeres como sujetos carentes de poder, o sólo con posibilidad de ejercer un único modo de poder, el afectivo, está siendo transformada subjetiva y socialmente” (Burin, 2008:6).

En ese sentido se creó un “espejismo de igualdad”, muy debatido desde la raza y la etnia, que llevó al análisis de las diferencias intragénero. Diferencias que en ocasiones se traducen en desventajas que el psicoanálisis pude ayudar a investigar e intervenir. Así, coincido en que

"las hipótesis psicoanalíticas pueden contribuir mucho al estudio de las singularidades, de las diferencias entre las mujeres, a partir de los modos peculiares, a veces únicos debido a ecuaciones personales, imaginativas y creadoras, según las cuales cada sujeto va procesando sus conflictos. También hay que tener esto en consideración cuando analizamos la construcción del deseo de poder en las mujeres: este peculiar interjuego entre las marcas que deja en su subjetividad su inscripción en el género femenino, y las particularidades de su singularidad para desarrollar procesos creativos ante sus deseos "( Burin, 2008:7).

En tanto que campo de interacción social, el trabajo tiene múltiples definiciones; por ello, las concepciones, representaciones, normas y valores que lo constituyen son variables en relación al espacio, el tiempo y, por supuesto, la disciplina que le aborda.

Para el caso, parafraseando a Lorente (2010), sugiero entendamos por trabajo, el campo donde se suceden un conjunto de actividades, relaciones y contextos destinados a producir bienes y servicios que cubran las necesidades de subsistencia y reproducción de los grupos humanos. Así, en tanto que campo para la investigación social, es relevante enfatizar lo contextos y relaciones sociales, en las que se presenta; a saber, mercantiles, familiares, amicales, forzosas, voluntarias, etc.

Existe un sinfín de investigaciones sobre mujeres y trabajo pero, puesto que mi intención no es presentar un estado del arte, en adelante me limitaré a espejear mi reflexión con algunas obras recientes, escritas por mujeres, que abordan distintos ejes del trabajo femenino.

Uno es el de Irma Balderas Arrieta, quien busca “conocer cómo la reestructuración económica neoliberal incide en los mercados laborales, particularmente, en el femenino” (2006: 21). La importancia de su investigación radica en la información sobre el proceso económico y político, cuantificable y medible, a través del cual se intensifica la explotación por medio de la división social y sexual del trabajo en el marco de un mundo laboral feminizado. Ello da cuenta del trabajo como espacio emancipatorio limitado;

“comprometido en la medida en que el capital incorpora cada vez más el trabajo femenino de modo crecientemente precarizado, tercerizado, informalizado, bajo el régimen de trabajo part-time, temporario, etcétera” (2006:19)[12].

Sin embargo, su análisis dista del nuestro en la medida que se inscribe en la división internacional del trabajo desde una perspectiva fuertemente económica, desestima conceptos como la segregación ocupacional por sexo e ignora otros como el techo de cristal.

 Ahora bien, siguiendo el concepto de campo científico, es fundamental

“reconocer las condiciones generales del trabajo científico, en cuanto trabajo institucionalizado, social e históricamente producido y reproducido”. Un campo donde “los actores se mueven (…) inspirados por su “sentido del juego”, el habitus, conjunto interiorizado de disposiciones para actuar, que de forma irrefleja toman en cuenta la diferente “posición objetiva” que cada actor ocupa” en él (Giglia, 2003: 152, 154).

En el 2006 termino los estudios escolarizados de maestría y la Dra. Humbelina Loyden Sosa[13], entonces coordinadora del programa, me invita a trabajar como “Ayudante de posgrado tipo B”. En ese momento dicho empleo me resultaba encantador, estaba contenta y emocionada y tenía muchas expectativas puestas en la academia feminista uamera y en mi inserción en ella. Era como si hubiera encontrado mi lugar en el mundo. Fue así que durante los próximos meses me dediqué a terminar la tesis, a trabajar para el programa y a estudiar francés pues, entre mis planes, fantaseaba con la idea de estudiar un doctorado en Francia.

En teoría mis actividades estaban encaminadas al trabajo académico desarrollado en el programa, sin embargo con el paso del tiempo hubo cada vez menos de aquello y más labor administrativa y secretarial. Aunque para mí fue una oportunidad invaluable en el momento que se presentó, no encontré las condiciones concretas para el desarrollo profesional y comencé a sentirme frustrada y molesta; aunado a ello tuve la necesidad económica de un ingreso mayor que me permitiera independizarme del núcleo familiar[14]

El salario era de $3,000.00 mensuales, la contratación por única ocasión en la plaza, de medio tiempo y podría durar hasta tres años, de los cubrí aproximadamente dos y medio; no tenía opción a la sindicalización. Entre mis prestaciones, una de las más significativas fue el derecho al ISSSTE a través del cual tuve la cirugía de rodilla en noviembre de 2007. Las consecuencias laborales fueron tres meses de incapacidad y un reajuste en la división del trabajo para la coordinación, en ese momento a cargo de la Dra. Mary Goldsmith.

En parte, mis necesidades económicas se vieron cubiertas con algunas horas extra derivadas de las exigencias del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología frente a los programas inscritos en el Padrón Nacional de Posgrado. Aquí valdría la pena llamar la atención sobre el CONACyT y el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) quienes, como sucede con las financiadoras en el caso de las ONG, someten a las investigadoras y académicas a regímenes de trabajo particulares que limitan la promoción de proyectos vinculantes entre Programas y egresadas de los mismos. Además, considero importante notar que sus políticas de edad para el acceso a becas restringen las trayectorias educativas en nuestro país; ni se diga de las posibilidades, cada vez más cerradas, de acceso a becas para estudios de posgrado en el extranjero[15].

Es así como el contexto privilegia –en tanto rasgo específico de su campo de juego- la lucha por la autoridad científica, deudora de “lo esencial de sus características al hecho de que los productores tienden (…) a no tener otros clientes posibles que sus competidores” (Bourdieu, 2000 en Giglia, 2003: 154). Para el caso que nos ocupa, la UAM-X, en radiopasillo se trata de la afamada puntitis y las presiones que involucran la posición de vaca sagrada.

A las horas extra se sumó la colaboración temporal en una investigación, en torno a sexualidad y educación secundaria, de la Universidad Pedagógica Nacional, Demysex Red de Democracia y Sexualidad y la Fundación Ford. En ambos casos me experimenté, por primera ocasión, como trabajadora por honorarios. Mi ingreso mensual en el proyecto fue aproximadamente de $5,000.00. Definitivamente ahora era más fácil comprar libros!

Sin embargo, como en todo orden burocrático, la división del trabajo universitario, específicamente en las coordinaciones de posgrados, podemos ubicar cuatro sujetos básicos cuyas relaciones son complejas, tensas y estresantes por la fuerte carga de trabajo: coordinadores, docentes, secretarias y ayudantes. En el caso de la docencia, las profesoras cubren horas en licenciatura y posgrado –maestría y/o doctorado- y, aunque la coordinadora normalmente tiene cierta descarga docente, es claro que puede ser apabullante. El sindicato es un elemento importante en las relaciones sociales y la división del trabajo entre mujeres y, aunque obedece a las estructuras objetivas que enfrentan las mujeres, funge como un catalizador de las relaciones heteropatriarcales en la universidad[16].

En dicha línea de ideas ubico Maternidad y mundo académico, un trabajo que tomando el caso de las investigadoras nacionales de la Universidad de Guadalajara,

"más que producir explicaciones a partir de datos como los salarios de la universidad o los porcentajes de hombres y mujeres en los diversos espacios académicos (…), [entiende] las prácticas sociales de los actores de la vida universitaria que se insertan en dinámicas institucionales cotidianas tejidas en las redes de poder social, que al mismo tiempo que tienen un efecto coercitivo, tienen efecto estructurador y productor de sujetos coherentes con los principios, valores y metas institucionales, y, por lo tanto, un efecto también productor de identidades colectivas "(Palomar, 2009: 64)[17].

Mabel Burin encuentra que, en Argentina, “las mujeres de sectores medios urbanos que habían iniciado sus carreras laborales en la juventud, al llegar a la mediana edad se encontraban con el llamado así llamado “techo de cristal” (2008-2); sostiene que tiene efectos depresógenos en la salud mental de las mujeres y, por ello, “resulta muy significativo estudiar los modos de trabajar y las organizaciones laborales, así como la incidencia de los mismos sobre la producción de malestar psíquico en las mujeres” (2008:1).

Anteriormente me referí a las condiciones objetivas y subjetivas, de mi desarrollo profesional, refiriéndome al techo de cristal representado en su doble inscripción; “en su aspecto objetivo, como una realidad discriminatoria hacia las mujeres, existente en la mayoría de las organizaciones laborales, y como una realidad subjetiva que impone detención y retroceso en los proyectos laborales de las mujeres” (Burin, 2008:2).

En enero de 2009, aunque tuve muy poco tiempo para pensar, decidir y negociar mi salida de la Especialización-Maestría, acepté trabajar con el Fondo para el Desarrollo de las Instancias Municipales de las Mujeres (FODEIMM).

El Instituto Nacional de las Mujeres del gobierno federal, a través del FODEIMM, me contrató por honorarios y mi ingreso mensual aumentó considerablemente en relación con mis anteriores empleos; ¡ya no sólo pude comprar libros, sino pagar una renta[18] y comprarme otras herramientas de trabajo!

 Principalmente estuve dedicada a capacitar para la elaboración de proyectos y supervisar algunos de la Región Occidente. Para recibir mi pago debía entregar productos, a veces no tan específicos, que teóricamente me permitirían trabajar desde mi casa y, en cierta medida, decidir sobre mi tiempo con mayor libertad. Sin embargo, las mujeres trabajadoras sabemos que una cosa dicen los contratos, cuando los hay, y otra les patrones; ¿por qué habría de ser diferente el campo de la administración y la política pública?

Partiendo de que los sujetos, en tanto que agentes, rompen con la idea de unificación, coherencia, homogeneidad, transparencia y racionalidad, me es posible suponer que las personas inmersas en los campos de la política, la administración pública, la perspectiva de género y los estudios de mujeres no conforman grupos unificados y homogéneos. En este sentido se pueden rastrear múltiples posiciones de sujeto, no necesariamente reflexivas, que hacen del campo político de la administración pública federal con perspectiva de género, un espacio en tensión donde las mujeres, con sus subjetividades (des)localizadas en representaciones de las diferencias, tejen complejas relaciones del poder encaminadas a definir e imponer la visión legítima del mundo.

Así fue como me encontré inmersa en una dinámica laboral francamente desconocida; restringida y limitada por otros tiempos, otras normas y otras relaciones sociales tan ajenas que, intentando pensarme desde el psicoanálisis y la rehabilitación de la diferencia, eché mano del deseo hostil, “diferenciador del    Yo - no Yo (…) cuya cualidad interesante es que permite la gestación de otros deseos, tales como el deseo de saber, así como la potenciación del deseo de poder (Burin, 2008:4).

La experiencia como trabajadora en ese espacio, y en tanto ejercicio sintético de otras, me retrotrajo a las relaciones entre mujeres de distintas generaciones, con diversas experiencias y condiciones objetivas y subjetivas. Me encontré con mi madre jubilada, mis amigas ubicadas en distintos espacios de la administración y la academia, los tránsitos de mujeres del movimiento amplio de mujeres a la perspectiva de género en el INMUJERES; en fin, los infinitos trazos personales de mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, en los diversos espacios de la vida cotidiana. Comencé así a reubicar mis fronteras feministas frente a otras posiciones de sujetos mujer; me percaté que cargaba una serie de estigmas, reconocidos en el campo científico, que con el tiempo serían resignificados para la resistencia.

Reconozco que llegué esperando un tránsito intenso y críticamente marcado por debates inquietantes pues, al final, se trataba de una inmersión al campo de una Administración Pública Federal (APF), sumamente conservadora y con un capital simbólico con el que me encuentro en franco conflicto. En retrospectiva, creo que mis prejuicios frente a la interacción social entre mujeres insertas en un ámbito laboral sumamente competitivo e inscrito en relaciones heteropatriarcales, no eran en vano.

En la experiencia personal, pude notar los privilegios fundamentados en el adultismo, la meritocracia y la sexualidad femenina reproductora pues, finalmente, fuimos las mujeres jóvenes, con más alto nivel de estudios y sin hijos, quienes presentamos mayores dificultades para negociar nuestros espacios y relaciones de trabajo. Ello nos permitió, o por lo menos esa fue mi percepción en la práctica, asumir y posicionarnos desde nuestro ser y saber subalterno, pues una cosa es trabajar con alguien y otra, muy distinta, trabajar para alguien que cumple la amenaza de apropiarse de seres y saberes.  

Para mí, la experiencia universitaria y el acercamiento concreto a la administración pública en sus distintos niveles[19], implicó una serie de procesos migratorios materiales y simbólicos; desplazamientos que experimenté como pérdidas con sus relativos duelos. A la pérdida de interlocución sociológica se sumó la de interlocución académica feminista, el distanciamiento con les amigues, la búsqueda de un espacio laboral autónomo para desarrollarme y una fuerte dificultad para responder a una pregunta tan simple como: ¿a qué te dedicas?  

En ese orden de relaciones no consideré la posibilidad de quedarme y seguir trabajando para el Instituto y, cuando me di cuenta, antes que buscar resquebrajar el techo de cristal preferí aplicar la tan conocida más vale aquí corrió que aquí quedó en cuanto se venció mi contrato. Simplemente no quise ni pude sostener la

lucha excesivamente esforzada frente a organizaciones laborales estructuradas con valores masculinos, (…) las condiciones de trabajo impuestas por los valores clásicos del éxito, la productividad, los niveles de eficacia requeridos para mantenerse (…) o bien para ascender en una escala laboral. [Yo preferí orientar mis deseos] (…) hacia el estudio, la reflexión, la lectura, o bien al cuidado del cuerpo, las actividades físicas, o al contacto con la naturaleza, y que expresan estos intereses mediante la frase “quiero vivir de otro modo”. (…) todo ello tendiente a un proyecto de vida personal rica en experiencias emocionales y sociales [donde la subjetividad está involucrada significativamente] (Burin, 2008: 7-8)

Especialmente, presencié una serie de formas, prácticas y etilos donde las mujeres y sus subjetividades desaparecen de un borrón o aparecen objetivadas y manipuladas en el trabajo femenino de la administración pública con perspectiva de género. Una perspectiva que discursiva y prácticamente se limita a una abstracción lejana, la mujer como sinónimo de género, que conforme invisibiliza las tensiones entre público/privado, personal/político, subjetivo/objetivo, sexo/género/deseo, institucionaliza un discurso políticamente correcto[20].

En este sentido considero lamentable, problemático y muy poco viable el hecho de que, cuando de las mujeres en la administración pública y la política institucional se trata, se ponga el énfasis en los números y las cuotas, en la apertura de espacios y procesos sin un fondo y forma claro, crítico, subjetiva y objetivamente reflexivo y tendiente a la profesionalización.

Así, se torna evidente que no bastan las políticas públicas que garanticen oportunidades laborales, participativas y políticas a las mujeres, pues

"Cuando las mujeres han desplegado una carrera laboral a la cual invistieron libidinalmente dedicando tiempo, dinero y profundo compromiso emocional, encontrarse con esta barrera de fronteras invisibles pero poderosas les provoca un sentimiento de injusticia que quizá no habían percibido anteriormente. Se trata de elaborar una justicia de género que opera en una doble inscripción, objetiva y subjetiva a la vez "(Burin, 2008:12).

A estas alturas desconozco el impacto de mi colaboración algunas titulares de Instancias Municipales de las Mujeres, sus asistentes y consultoras, en la Región Occidente; tornándolo un tema pendiente. Lo que sí (re)conozco, son las marcas que ellas me dejaron, una especie de retorno a lo local y comunitario encaminado a la intervención política autónoma[21].

Terminado mi contrato con el FODEIMM pongo distancia a la investigación y acción feminista y casi todo lo relacionado con las mujeres. De modo que durante algunos meses del año 2010 trabajé con una consultoría, dedicada al análisis estadístico, en la ciudad de Puebla. Ese empleo me permitió manejar mis tiempos a modo de sabático, con la intención de leer, hacer y mirar otras cosas.

3.      Notas para  los encuentros feministas en el campo del trabajo

En septiembre del mismo año, regreso al Distrito Federal y comienzo a (re)conectarme con amigues a quienes hacía tiempo no veía, cuya formación y experiencia laboral me resulta de gran interés, y a quienes ubico como pares en las condiciones de trabajo precarias, marginales e independientes.

Así surge un proyecto personal a largo plazo y de carácter autónomo  con la intención de abrir nuevos, espacios en red, para trabajo de investigación/ acción/ intervención/ traducción/ difusión/ educación/ deconstrucción. Una propuesta que desea sumar movimiento reflexivo, crítico y colectivo buscando hacer lo que se dice que se piensa. Identidades trabajando(se), es un ejercicio que busca movimiento y colectividad fundamentes en el análisis y reconocimiento de las identidades inestables, precarias y multi/localizadas en el campo de los estudios multi/inter/intra/ trans feministas que permiten interactuar con sujetos diversos.

La apuesta fue rescatar elementos de la narración autobiográfica para hacer feminismo del feminismo, preguntarle sobre su devenir y seguir posicionando el mío en tanto que socióloga reflexiva. Recordemos nuestra historia y compartámosla críticamente aprovechando técnicas de investigación cualitativa como la narración, las historias y trayectorias de vida que posibilitan tantas posiciones de sujeto como mujeres reflexivas jóvenes, y no tan jóvenes,  miran desde ahí los espacios donde se suscitan las relaciones sociales, las relaciones de poder y los marcos ético-políticos que dan vida a la multi/localización.

Aunque aquí me concentré en las relaciones entre mujeres, no son las únicas que me interesan. Las nombro y decido analizarlas pues han marcado fuertemente mi experiencia laboral en los últimos años, dejándome ver que efectivamente “todo el falso dilema de la igualdad versus la diferencia se derrumba desde el momento en que ya no tenemos una entidad homogénea “mujer” enfrentada con otra entidad homogénea “varón”, sino una multiplicidad de relaciones sociales en las cuales la diferencia sexual está construida siempre de muy diversos modos, y en donde la lucha en contra de la subordinación tiene que ser planteada en formas específicas y diferenciales” (Mouffe, 1993:8).

Puesto que en mi experiencia el techo de cristal y sus repercusiones se convierten en una especie de corset normado por el imperativo social del closet heteropatriarcal, considero indispensable relacionar el nivel educativo, la edad, el estilo de vida, el ejercicio de la sexualidad no reproductiva y reproductiva, el capital simbólico y cultural, las identificaciones, concepciones, representaciones y los significados de género, raza, clase y preferencia sexual en el análisis de la inserción y las relaciones laborales de mujeres en todos los campos del trabajo.

 En este sentido parto de reconocer que las mujeres son diversas, se encuentran localizadas en múltiples posiciones de sujeto y, en esa medida, desarrollan sus deseos. Sin embargo, considerando que las agencias y ciudadanías –incluyendo las feministas- se insertan en principios ético-políticos, “la interpretación democrática radical hará hincapié en las numerosas relaciones sociales donde existen situaciones de dominación que deben ser puestas en tela de juicio si se aplican los principios de libertad (…) y equivalencia” (Mouffe, 1993:16).

En tanto que la equivalencia es un principio democrático radical, bien valdría aplicarlo y trabajarlo en las múltiples posiciones de sujeto feminista, ya sea como estudiantes, investigadoras, docentes, activistas o cualquier combinación deseable pues, de lo contrario, seguiremos insertas en las paradojas, materiales y simbólicas, del trabajo que vale y  el que se necesita (Leal: 1993, 132).

Compitas, amigas, mujeres… a mis 30 años recién nacidos y al borde del desempleo, presiento que las pérdidas fueron relativas y los duelos tuvieron un impacto positivo. Me encuentro inmersa en un proceso reflexivo del devenir sujeto multi/localizado en la búsqueda de sus deseos. Llevo, con los raspones derivados del desplazamiento entre campos, un saber/hacer que dependiendo que defiendo independientemente de que, todavía de reconoce, no se necesita o no se comprende. 

La lucha sigue y aquí hay una propuesta reflexiva que espera anotar algunos debates para los feminismos reflexivos que intervienen sus espacios, contextos y relaciones, se sigue encontrando y debatiendo, en y por nuevos espacios, a pesar del denso tejido de las subjetividades.

Bibliografía consultada

Alexander, J.C. et al. (comps.) (1994), El vínculo micro-macro, México, Universidad de Guadalajara-Gamma Editorial.

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nota biográfica

Avril Regina Arjona Luna Socióloga y maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM-X), investigadora y activista autónoma. Colaboradora Corrinche en http://www.corrinches.blogspot.com/

Correo electrónico: manumisarquista@gmail.com


 

[1]

Correo electrónico: manumisarquista@gmail.com

[2] La industrialización y su modo de organización del trabajo introduce modificaciones cuyo principio es el mismo: “el saber de los trabajadores y las trabajadoras es susceptible de incorporarse a mecanismos autómatas. Con lo que de paso podemos eliminar a los seres humanos del proceso laboral” (Leal Carretero: 1993: 136).

[3] Sin embargo, argumenta Leal Carretero, sólo se presenta un “cambio léxico” al que se ha prestado poca atención pues, en realidad no tuvo impacto en las condiciones objetivas y el estatus social de los obreros o trabajadores a secas.

[4] A diferencia de la experiencia de otras compañeras en la Maestría en Estudios de la Mujer, yo no tuve contacto con las feministas UAMeras en mis primeros años de formación. Sin embargo, sí tuve la posibilidad de interactuar con profesores como Margarita Castellanos Ribot y Jorge Estanislao Munguía, a quienes agradezco su valiosa influencia sobre técnicas cualitativas de investigación y la relación entre teoría y literatura como mecanismo pedagógico, respectivamente.

[5] Para profundizar en el Programa de Especialización y Maestría en Estudios de la Mujer  se recomienda el artículo de Ana Lau Jaiven y Pilar Cruz  (2005).

[6] En Feminismo y derechos sexuales de la juventud en México (2007), abordo las dificultades que tuve para reconstruir la historia de las ONG feministas con las que trabajé pues, normalmente, les queda poco tiempo para sistematizar su experiencia práctica.

[7] Bajo la mala influencia de escritores como Amélie Nothomb, Rosa Beltrán, Isabel Velázquez, Enrique Serna, Rubem Fonseca y Heriberto Yépez, la experiencia de las Carnalas Unidas Cuestionando al Sistema (CUCAS) -por su capacidad lúdica y creativa en un proyecto de otro género, cuento o novela- la dejo para  espejear, ironizar y hacer catarsis de lo más absurdo, contradictorio y hostil de la vida cotidiana en las variopintas instituciones sociales.

[8] En el transcurso de los estudios de posgrado perdí el contacto con mis dos grandes amigas de la licenciatura. Una de ellas, Mayra González Ginera, con una gran habilidad para las artes plásticas y la otra, Mary Carmen Duque Bermúdez, amante furtiva de la antropología. Lamentablemente no tendríamos contacto nuevamente hasta mediados del 2007, cuando Carmen es internada en el Hospital Militar y muere por un cáncer sumamente agresivo. Las relaciones erótico-afectivas también se tornan tensas y se desestabilizan mucho desde los debates académicos que impregnaban mi formación.

[9] Desde el marco conceptual feminista marcado principalmente por las teorías de la diferencia sexual, el sitio primario de la localización es el cuerpo, de ahí la subjetividad incardinada. Un enfoque importante es el de Gayatri Spivak (1988). También se recomienda consultar a Conna Haraway (1988) para conocer su desarrollo teórico sobre “saberes situados”.

[11] Entre 2006 y 2007 mi cuerpo se vuelve un espacio crítico y tenso pues sufro un accidente. El ligamento cruzado anterior de mi rodilla izquierda se daña y el equilibrio corporal en mi vida cotidiana sufre una fisura; más profunda con el paso de los meses. Nuevamente me sentí frustrada y, como hacía mucho tiempo no, también triste. Debía dejar el aikido, el arte marcial japonesa que practicaba, gestionar mi salud en las diversas instituciones involucradas y decidir lo mejor para mí. Finalmente, en noviembre del 2007, salgo de una artroscopía en el ISSSTE para, unos días después, presentar la ICR. Aquella fue una experiencia muy extraña, de mucho estrés y marcada por un fuerte sentido de impotencia e inutilidad.  

[12] La discusión se enmarca, como muchas otras tocantes a las cuestiones económicas y demográficas regionales, en las teorías de la dependencia desarrolladas en los años sesenta y sus derivados analítico-interpretativos. El estudio de Balderas Arrieta muestra, desde la relación entre capital y trabajo, el proceso experimentado en Latinoamérica como espacio para el establecimiento de las empresas y sus maquiladoras donde la preferencia por mano de obra femenina e infantil es clara.

[13] La Dra. Humbelina tuvo un fuerte impacto, aún en el corto plazo que trabajé con ella, en mi devenir. Su saludo en francés y el carácter fresco y risueño de su presencia. El psicoanálisis como su disciplina  y como el medio para comprender(me), pues durante algunos meses asistí a terapia psicoanalítica orientada por algunes amigues psicólogues como Fernando Bolaños y Andrea Angulo.

[14] Aunque la trayectoria familiar no es el eje fundamental de mi análisis, resulta importante en cualquier narración autobiográfica. Por el momento me limitaré a decir que soy la mayor de dos hermanos y dos medios hermanos (paternos). Crecí y me crié en el seno de una familia de clase media habitante de la Colonia del Valle y cursé la educación básica y media superior en el mismo colegio; un colegio bilingüe originalmente dedicado a la educación judía en México. Ahí aprendí tres cosas fundamentales: algo de inglés, lo suficiente de mecanografía y que, por alguna razón, siempre tendría que demostrar algo. Mi madre y mi padre ambos profesionistas, ella químicafarmacobióloga y él ingeniero civil, provienen de extractos sociales muy diferenciados. Ella fue hasta hace algunos años la primera profesionista de una familia queretana de muy escasos recursos. El, por su parte, proviene de una familia acomodada proveniente de Tapachula, Chiapas, liderada por mujeres formadas en carreras técnico-administrativas. Mi hermano es médico y estudia la especialidad en patología en otra entidad federativa.

[15] De entrada, el CONACyT no proporciona becas para estudios de maestría en ciencias sociales en el extranjero. En el caso de doctorados, abre sus convocatorias donde uno de los requisitos fundamentales, independientemente del idioma que el país de acogida solicite, es contar con el Test Of English as a Foreign Language (TOFEL), examen de imposición gringa con costos variables alrededor del mundo.

[16] Considero que la relación entre sindicato y profesionalización de las empleadas de base es por lo menos tensa y, por ende, un digno campo de estudio para mirar los derechos, por ejemplo a la capacitación, de las compañeras.

[17] Otra interesante investigación por el estado del arte que elabora desde la sociología sobre la movilización identitaria vinculada a los cambios en el trabajo, sus actores, espacios y movilizaciones desde el análisis del sujeto, es la de Geyser Margel (2010), Desentrañar el sentido del trabajo. Hacia la comprensión de las configuraciones identitarias laborales, México, El Colegio de México.

[18] En un contexto de relaciones familiares de mucha tensión entre mujeres, madre e hija, decido mudarme y buscar un espacio propio, no en el sentido de propiedad sino en del para sí. En ese momento no tenía una relación de pareja estable aunque me relacionaba erótica y afectivamente con mi profesor de francés, con quien viví un par de meses. Las clases de francés y el trabajo en la UAM me llevaron más al sur de la ciudad y estuve viviendo en Coapa. Puesto que el francés y yo no nos entendimos, busco compartir un espacio con gente de la entonces nueva generación de estudios de la mujer. Con apoyo de la Dra. Mónica Cejas encontramos un espacio y vivimos dos migrantes (una extranjera y otra nacional) y yo. Sin embargo, con el cambio de trabajo las distancias se complican pues de por sí era complicado entrar y salir de la unidad a ciertas horas por la falta de transporte. Así, en marzo de 2009, me mudo con mi amigo, y también profesor de francés, Israel Pacheco a la colonia Portales. Ahí estuve un año, espacial y relacionalmente, muy contenta; hasta que en marzo del 2010 inicio un proceso migratorio de algunos meses a la ciudad de Puebla con algunas visitas esporádicas al D.F. Durante la intermitente estancia en el distrito me dediqué, junto con mi pareja actual, a darle algo de forma a la azotea que hoy es mi casa.

[19] Me refiero a lo concreto pues ya antes, durante mi trabajo en el posgrado, colaboré voluntaria y gratuitamente con el Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF) como comentarista de proyectos. El año pasado no pude participar pues estaba trabajando en Puebla, y éste simplemente no acepté pues mis condiciones no están para trabajo, voluntario, del gobierno federal. Antes, durante mi servicio social, colaboré en la Delegación Coyoacán del Gobierno del Distrito Federal, también con mujeres y “grupos vulnerables”, sin embargo implicaría una narración más amplia que por el momento no es plausible.

[20] Eli Bartra ha mantenido una postura abiertamente crítica al respecto y se recomienda revisar Posibilidades y retos de la investigación social feminista en México en Regiones, suplemento de antropología, Número 36, enero 2009, México, pp. 7-11. (www.suplementoregiones.org)

[21] Hacia finales de 2009 me involucré voluntariamente en la elaboración de una investigación acción participativa sobre Vida cotidiana, participación y organización comunitarias en una colonia del sur de la ciudad de México. El proyecto enfrentó, frente a las autoridades que me invitaron, serias limitantes relacionadas con los estigmas académicos y feministas; sin embargo, fue fundamental en el desarrollo de inquietudes sobre la acción colectiva. Actualmente, desde mi regreso al D.F. en septiembre de 2009, estoy desarrollando una investigación acción participativa con base en la educación popular con mujeres –biológicas y no biológicas- trabajadoras en sectores invisibilizados y marginales (empleo doméstico y trabajo sexual); proyecto de investigación de corte socio/antropológico con el que quiero hacer un doctorado y que inició como un proyecto articulador de saberes y quehaceres multidisciplinarios en red.

nota biográfica

Avril Regina Arjona Luna

Socióloga y maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM-X), investigadora y activista autónoma. Colaboradora Corrinche en http://www.corrinches.blogspot.com/

 

labrys, études féministes/ estudos feministas
janvier /juin 2011 -jameiro /junho 2011