Labrys
estudos feministas/ études féministes
agosto/dezembro 2005 -août/ décembre 2005

La toma de la palabra

Nora Domínguez

 

Resumen

A partir del  concepto de “ toma de la palabra”, formulado por Michel de Certeau, se analiza la emergencia de una voz de madre en la escena pública argentina de los años 70, como respuesta a las políticas de desaparición y muerte que llevaba adelante el  estado terrorista (1976-1983). El término permite entender esa enunciación como  un acontecimiento político-discursivo que además de producir acciones políticas politiza el relato hegemónico de la maternidad.  Las Madres de Plaza de Mayo se hicieron cargo de esta enunciación y construyeron un sitio de autorrepresentación de un yo o de un “nosotras” desde el que  forjaron sus demandas de verdad y justicia y  pudieron desplegar otros significados para la idea de maternidad. Se trata de un hecho inédito en la política argentina que produce una revolución simbólica, es decir, una transformación de lugares, una redefinición de los códigos sociales, una impugnación de las relaciones sociales y la creación de símbolos. La “toma de la palabra”, entendida en estos términos,  produce un viraje en el relato hegemónico de la maternidad que es cultural y a la vez político.

 

Con la aparición en la escena pública de las Madres de Plaza de Mayo se produce un hecho inédito en la escena política argentina, tan inédito como las causas que lo generan: el secuestro y desaparición de personas por las acciones delictivas de los organismos de estado. Denominaré a esa salida a la plaza pública de un grupo de madres que demandan al estado por la aparición de sus hijos y así visibilizan su trágica situación de una manera fuera de lo común: “la toma de la palabra” (de Certeau, 1994). La acción produce un “acontecimiento”, es decir, una revolución simbólica que implica una transformación de lugares, una redefinición de los códigos sociales, una impugnación de las relaciones sociales y la creación de símbolos. La irrupción del acontecimiento va asimismo acompañada de una ocupación diferente de los sitios de enunciación. Se generan así transformaciones en la cultura que se reflejan en una nueva relación de fuerzas, un uso diferente de la lengua y una operación sobre ella.

La “toma de la palabra”, entendida en estos términos, produce un viraje en el relato hegemónico de la maternidad que es cultural y a la vez político. Las madres salen a hablar y a peticionar como madres. Este espacio nuevo que ocupan se convierte en un lugar de ensayo y experimentación donde se establece un movimiento particular entre representación y autorrepresentación. Quienes toman la palabra intentan forjarse una nueva identidad a partir de constituirse en los representantes de sus propios discursos y prácticas, necesitan para ello consolidar un ejercicio de distancia crítica y un deseo de separación del lugar de representadas que tienen en los discursos de los otros. Campos de lucha, al decir de Bourdieu, escenas donde intervienen sujetos, instituciones, discursos y creencias y donde se ponen en juego las batallas por la palabra, los lugares y el reconocimiento.

La irrupción que se produce es percibida desde el poder, como una malformación  y, en tanto no puede ser captada por los sistemas de conceptualización imperantes es empujada hacia una exterioridad donde sus responsables son designados como locos o subversivos. Uno de los primeros atributos dado a este grupo de mujeres fue justamente el de “locas”. Las Madres de Plaza de Mayo salen a la escena pública a pedir por sus hijos desaparecidos reivindicando su condición de madres, una condición que les confiere su autoridad para el reclamo. En este sentido, recurren a un discurso “viejo” –la defensa incondicional de la vida del hijo-. En este sentido, cuando un grupo de “madres” sale a la esfera pública a demandar al estado por hechos netamente políticos, se ponen en juego un conjunto de contradicciones (Rossi, 1989:145-149). El cambio es definitivo para estas mujeres y la sorpresa para quienes están usurpando el poder es máxima. ¿Cómo entender que unas mujeres que debían estar en sus casas cumpliendo con sus roles tradicionales de cuidado y protección del hogar estén en el medio de la plaza demandando justicia? Quienes llevaron adelante el plan siniestro de exterminio jamás pensaron en este efecto fundamental. Según Rossi, las madres simplemente llevan adelante las enseñanzas que se les habían impartido: en ese rol social aprendido escrupulosamente figuraba sin ninguna duda el poner el cuerpo por sus hijos; de este modo su obediencia tiene un efecto bumerang, pero para dar vuelta o invertir el carácter disciplinado de su condición.

De modo que a partir de esta irrupción en la escena pública nacional la función materna se politiza de un modo inusitado. Es decir, la emergencia de este nuevo sujeto instala otra relación de fuerzas que enmarca su propia experiencia e instaura en el orden de lo político cultural un hecho diferente de búsqueda de verdad y justicia. La irrupción visualiza no solo una relación particular entre madres y estado sino al mismo tiempo demuestra el carácter cambiante e histórico de la noción de maternidad. En este sentido, revela el tipo de vinculación que los proyectos del estado conciben para las mujeres y sus proles. Pero lo que aporta este grupo como nuevo es la capacidad de disputarle al Estado los términos que él dispone para esa función, de cambiarle su signo, de hacerlo bajo el peso de un nombre autoconfigurado y de elegir como escenario de operaciones el centro simbólico de la Nación: la Plaza de Mayo. Esto quiere decir, en términos de Laura Rossi, que “al incorporarse a la lucha política, el nudo conformado por su condición de madres no se diluye ni debilita. Ni dejan de ser madres, ni continúan siéndolo en un sentido tradicional”.

Dicho de otra manera: politizar quiere decir usar el lugar culturalmente asignado y aceptado para cambiar “no sólo el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en él” (Ludmer, 1985, 47-54). La cita de Josefina Ludmer corresponde a un artículo ampliamente referido, modelo en el análisis de la resistencia como estrategia textual. A partir de la configuración del concepto “tretas del débil”, que Ludmer lee en Sor Juana Inés de la Cruz, la autora arriba a conclusiones más amplias en las que resuena la figura de las Madres. Veamos la cita completa: “La treta (otra típica táctica del débil) consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambia no sólo el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en él. Como si una madre o ama de casa dijera: acepto mi lugar pero hago política o ciencia en tanto madre o ama de casa. Siempre es posible tomar un espacio desde donde se puede practicar lo vedado en otro; siempre es posible anexar otros campos e instaurar otras territorialidades. Y esa práctica de traslado y transformación reorganiza la estructura dada, social y cultural: la combinación de acatamiento y de enfrentamiento podría establecer otra razón, otra cientificidad y otro sujeto del saber.” Al dotar a la identidad de madre de una identidad política, dispuesta a perseguir la verdad, se conmocionan también los lugares tradicionales de la política. Politizar implica entonces demandar justicia y encauzar una acción ética.

Estas prácticas de las Madres hacen de ellas sujetos de la política y, por lo tanto, el universo de significados de la maternidad se abre hacia otros dominios. El cambio de posición en el relato, que defino como una toma de la palabra, se realiza a través de la emergencia de una primera persona (yo o nosotro/as) y a través de ella se accede además a un proceso de autorrepresentación (de Lauretis, 1992). Desde estos lugares se distribuyen, promueven e “implantan” representaciones diversas y nuevas que controlan y descontrolan el campo de significación social de la maternidad concebido hasta el momento. Lo que las Madres de Plaza de Mayo establecieron como posibilidad y con gran eficacia política fue la idea de que a partir de la toma de la palabra no sólo se produce una transformación política del relato sino que éste demuestra su capacidad para la imaginación, el sondeo de propuestas y la experimentación. La “toma de la palabra” en estas diversas instancias se convierte en un lugar de ensayo donde los sujetos, pero también los textos en sus diferentes soportes y versiones, comienzan a probar con el universo ficcional que el relato en esta nueva modalidad inaugura y abre.

Las Madres hacen nacer otras madres. La revolución del orden simbólico que implica la toma de la palabra se lleva a cabo a través de cada texto, de cada historia que, mediante la puesta en escena de ciertas particularidades, trabaja a favor de la transformación de ese orden. Semejantes cambios se ejecutan en diferentes niveles e instancias de lo social, un abanico que puede ir, para decirlo de manera simplificada, de los espacios habitados por las madres de la plaza a las textualidades y ficciones que pueden albergar a las madres literarias. En este sentido, podría afirmarse que, tanto el feminismo como ideología de género y práctica política o los Estudios de la Mujer como espacio de indagación multidisciplinar de la diferencia sexual, como las Madres de Plaza de Mayo, actuaron en la Argentina hacia fines de los años setenta, como sedes de cuestionamiento de las ideas naturalizadas de la maternidad, produciendo cambios en los sujetos, en las prácticas y en los discursos. En algunos textos literarios, sobre todo escritos por mujeres se alojan estas variantes del modelo para contribuir también a esta transformación. Tanto unas como otras ponen en crisis un entramado de sentidos que resultan sitios activos de reformulación del viejo orden materno.

bibliografia:

-Armstrong, N. (1988) Deseo y Ficción doméstica, Madrid, Cátedra.

-de Certeau, M., (1996) La toma de la palabra y otros escritos políticos, México, Universidad Iberoamericana.

-De Lauretis, T. (1984) Alicia ya no, Madrid, Cátedra.

-Ludmer, J. (1985) “Las tretas del débil” en González, P. E. Ortega, La sartén por el mango, Puerto Rico, Huracán.

-Rossi, L. (1989) “¿Cómo pensar a las Madres de Plaza de Mayo?” Nuevo Texto Crítico, 4, segundo semestre.

nota biográfica:

Nora Domínguez es Doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es Secretaria Académica del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras y profesora de Teoría Literaria. Se ha especializado en teoría literaria feminista y ha dictado cursos de grado y posgrado en diversas universidades del país y del exterior.  Publicó  Fábulas del género. Sexo y escritura en América Latina (con Carmen Perilli, 1998, Beatriz Viterbo Editora) y Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones (con Ana Amado, 2004, Editorial Paidós) y  numerosos artículos sobre las construcciones literarias del género sexual en libros y en revistas especializadas.  Su campo de trabajo es fundamentalmente la literatura argentina y latinoamericana del siglo XX

 

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